viernes, 18 de julio de 2014

EXPECTATIVAS ECONOMICAS



EXPECTATIVAS ECONOMICAS.
Preguntaban a A. Eisntein qué era lo más difícil para él: “Para mí, lo más difícil de entender es el lenguaje de los economistas”. Parecerá una ironía, pero es cierto: es tan complejo que ni ellos lo entienden. Es así porque quieren elevar a ciencia lo que es sólo un arte menor, pues como las ciencias tienen principios inamovibles sobre los que se asientan, en  economía nada es ni inmutable ni previsible y así van las cosas, salvo las crisis que sí parecen ser constantes. Al hilo de las previsiones, es una materia especialmente sensible en la que cada economista tiene la osadía de adentrarse, pero siempre “defeat” en su jerga de las escuelas de Economía de Chicago y Londres. Al final la prospectiva se ha convertido en una adivinanza, como conseguir acertar la primitiva. Tanto los Premios Nobel o los catedráticos de Massachusest  como las instituciones se pasan el tiempo estudiando para  hacer previsiones que, además,  cambian continuamente sin sonrojarse. Lo que sí saben bien los economistas es explicar las razones por las que no han acertado en sus previsiones. Cuando ya los hechos han transcurrido y no hay forma de modificarlos. Por eso, cuando De Guindos, Montoro o el servicio de estudios de alguna gran institución de crédito hace sus previsiones, merece la pena escucharles para divertirse, y más si se tiene la paciencia de tomar nota de los datos esperados y compararlos con reales. Las diferencias entre previsión y realidad tiene visos de sainete y más aun los argumentos que las justifican. Las hay dos tipos: las que tienen proyección política, que son optimistas por naturaleza, aunque haya que utilizar un lenguaje críptico para digerir realidades como los seis millones de parados, la persistencia de la pobreza y otras realidades marginales que no deben de oscurecer el optimismo que se quiere difundir en la población. El diagnóstico pesimista, en cambio,   tiene un objetivo perverso, pues trata de preparar a la ciudadanía para alguna buena noticia, como subir impuestos, rebajar pensiones y subsidios o perseguir a inmigrantes por pequeños fraudes en la percepción de ayudas, pero sin mencionar la mano ancha con los grandes defraudadores fiscales, políticos corruptos o jueces que sentencian a la carta. Se dice que algunos políticos españoles consultan a Rappel para que les haga sus previsiones. Tampoco acertará, pero al menos es divertido y lo que necesita la población es un toque de optimismo y no crisparla. Decía Montoro que ya se está viendo la luz al final del túnel. Aunque lo probable es que sea otro tren que viene de frente.  

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