EXPECTATIVAS ECONOMICAS.
Preguntaban a A. Eisntein qué era lo más difícil para él:
“Para mí, lo más difícil de entender es el lenguaje de los economistas”.
Parecerá una ironía, pero es cierto: es tan complejo que ni ellos lo entienden.
Es así porque quieren elevar a ciencia lo que es sólo un arte menor, pues como
las ciencias tienen principios inamovibles sobre los que se asientan, en economía nada es ni inmutable ni previsible y
así van las cosas, salvo las crisis que sí parecen ser constantes. Al hilo de las
previsiones, es una materia especialmente sensible en la que cada economista tiene
la osadía de adentrarse, pero siempre “defeat” en su jerga de las escuelas de
Economía de Chicago y Londres. Al final la prospectiva se ha convertido en una
adivinanza, como conseguir acertar la primitiva. Tanto los Premios Nobel o los
catedráticos de Massachusest como las
instituciones se pasan el tiempo estudiando para hacer previsiones que, además, cambian continuamente sin sonrojarse. Lo que
sí saben bien los economistas es explicar las razones por las que no han
acertado en sus previsiones. Cuando ya los hechos han transcurrido y no hay
forma de modificarlos. Por eso, cuando De Guindos, Montoro o el servicio de
estudios de alguna gran institución de crédito hace sus previsiones, merece la
pena escucharles para divertirse, y más si se tiene la paciencia de tomar nota
de los datos esperados y compararlos con reales. Las diferencias entre
previsión y realidad tiene visos de sainete y más aun los argumentos que las
justifican. Las hay dos tipos: las que tienen proyección política, que son
optimistas por naturaleza, aunque haya que utilizar un lenguaje críptico para
digerir realidades como los seis millones de parados, la persistencia de la
pobreza y otras realidades marginales que no deben de oscurecer el optimismo
que se quiere difundir en la población. El diagnóstico pesimista, en cambio, tiene un objetivo perverso, pues trata de
preparar a la ciudadanía para alguna buena noticia, como subir impuestos,
rebajar pensiones y subsidios o perseguir a inmigrantes por pequeños fraudes en
la percepción de ayudas, pero sin mencionar la mano ancha con los grandes
defraudadores fiscales, políticos corruptos o jueces que sentencian a la carta.
Se dice que algunos políticos españoles consultan a Rappel para que les haga
sus previsiones. Tampoco acertará, pero al menos es divertido y lo que necesita
la población es un toque de optimismo y no crisparla. Decía Montoro que ya se
está viendo la luz al final del túnel. Aunque lo probable es que sea otro tren
que viene de frente.
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