TRUMP QUIERE COMPRAR
GROENLANDIA.
Lo primero que piensa quien conoce la noticia es expresar perplejidad y cierta sonrisa ante
una más de las “genialidades” que se le
ocurren a este histrión. Quien cae en esa simpleza se equivoca, pues estas
boutades forman parte de una “new age” que se ha popularizado a la hora de
hacer política. Como hace Pedro Sanchez: se va de vacaciones cuando tiene inundación en
su casa porque las tuberías están atrancadas.
Macron, organiza el Festival G7 en Biarritz en agosto que animan miles de amables policías colapsando Europa. A Salvini, se le ocurre prohibir desembarcar barcos de
salvamento cargados de náufragos provocando una tragedia sin que nadie pida
responsabilices ante la indiferencia de la población. A Trump se le ocurre la
genialidad de imponer aranceles a los productos chinos, pero se ofender porque éstos respondan con las mismas medida. Con el
cinismo de que la mayor parte de su deuda pública está en poder de China. O inicia maniobras
militares en el Mar de Japón para provocar a
chinos y a rusos. Sería curioso
analizar la reacción de Mr Fakes si los chinos hicieran maniobras en la
desembocadura del Hudson. Pero todas estas payasadas y provocaciones no son ocurrencias
de esos políticos, pues no se puede obviar que son los líderes del planeta que
han accedido al poder a través de las
urnas. Son los que dan la vis democrática al stablishment mundial oculto desde el que se planean
las estrategias que diseñan los grupos de presión que forman los grandes
bancos, los estados mayores militares,
las grandes petroleras, eléctricas y constructoras, con el apoyo legitimador
de las principales religiones además de otros grupos monopolísticos. Realmente estos líderes cumplen el triste papel de charlatanes que alimentan la prensa que es la envoltura
legitimadora de la democracia que justifica que el 80% de la población mundial
viva en la pobreza, pero que se sienta
satisfecha porque cree que decide quiénes les gobiernan.