EL SUPREMO DA CLASES DE DERECHO A LOS TRIBUNALES ALEMANES.
Era de esperar: el Supremo no puede recibir el desplante de un simple tribunal
de un Land, por eso su airada reacción ante su negativa a extraditar a
Puigdemont le ha costado una reprimenda de nuestro máximo Tribunal, pues le acusa de “falta de rigor” en su incendiaria respuesta.
Eso se llama contumacia. El Supremo
acusa abiertamente, nada de semántica
jurídica: que sus decisiones son
arbitrarias y de mal documentados. Con el retruécano de que si se diera el
caso, pero en sentido contrario, sería seguro pedirían a los jueces españoles reciprocidad. Es decir: acusan a
los jueces alemanes de no regirse
por los principios de derecho, sino por criterios subjetivos, de simpatía
personal o por afán de provocar un conflicto con jueces españoles.
Esta es la demostración palmaria de que los tribunales españoles se ponen las leyes por montera y como los de otros países
no aceptan sus criterios porque los
consideran contrarios a las leyes y los
principios del derecho, arremeten contra ellos como pollo sin cabeza, con furia indisimulada y valiéndose de
mecanismos no reglados en las relaciones
judiciales internacionales. Deberían hacérselo mirar, pues los rapapolvos y
revocaciones a sentencias de tribunales relacionadas con el procés catalán ya
han sido rechazadas por tribunales belgas, suizos y ahora por alemanes. Lo ridículo son
sus ansias de revancha contra decisiones de jueces y tribunales de países
democráticos porque son independientes
de cualquier órgano de sus gobiernos.. Parecería una ironía, pero la realidad
es que el ministro de Justicia español no cesa de fustigar en público a los jueces belgas, suizos y alemanes y les califica
de ignorantes. Además, el soberbio juez
Llerena se permite ignorar la petición de liberar a los presos del proces que
le hacen desde la ONU. En el caso de Suiza parece que se trata de un pulso de
Llerena que se vale del chantaje para
forzar a las autoridades suizas a extraditar a una diputada catalana poniendo a
un fugitivo helvético como anzuelo. Además
se demuestra que los códigos penales de
los estados democráticos europeos son más racionales y humanos que el español
que peca de represivo y busca la condena a ultranza, pues nuetros jueces deben pensar que si un acusado
no es condenado, constituye un fracaso personal del juez. La jueza Concha
Espigel es la mujer de un coronel de la guardia civil; es la que juzga a los chavales de Altsasu. Y
a nadie le sorprende. Cosas veredes.
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