UN APELLIDO VASCO.
Mis pensamientos hace
varios años
Estoy eufórico, he logrado lo que me parecía imposible en la vida. Mi apellido es vasco y
concretamente proviene de Gipuzkoa. No cabe ninguna duda, tengo en mi poder un
documento oficial que acredita fehacientemente que mi estirpe es euskaldun y
que adjunto como prueba de mi origen.
Siempre me he sentido orgulloso de ser vasco y lo he
proclamado con oportunidad y sin ella, me he preocupado de tener todas las
características que así lo acrediten: he estudiado durante años y años Euskara,
para, al final, poder decir que sé expresarme en nuestro idioma, aunque la verdad,
me cuesta mucho y pronto me paso al castellano cuando converso con euskaldunes. Poseo todas las
costumbres y características de los vascos: llevo boina en invierno, soy
montañero desde hace muchos años y tengo hechos todos los montes del Catálogo
de Euskal Herria. He jugado a pelota, llegando a ser una figura, aunque en aficionados. Era imprescindible que me
casara con una que tuviera apellidos vascos. Así fue, lógicamente, aunque el
resto de sus rasgos personales fueron un desastre que me llevó pronto a la
separación por carecer de cualquier virtud característica de la mujer euskaldun,
aunque tuviera todos sus apellidos vascos. Soy socio de un Txoko donde suelo ir
a cenar con la cuadrilla de vez en cuando, aunque “only for men” Poseo una extensa
cultura sobre la historia, geografía y literatura de mi tierra, siendo socio partícipe
de una editorial que publica sólo temas vascos, en Euskara y castellano, para
apoyar la cultura y popularizarme como un mecenas de las artes y las letras .Admiro
los artistas vascos de todas las artes y épocas: en pintura conozco bien, tanto
a los desconocidos como los más selectos
y de renombre universal, asistiendo a menudo a exposiciones en museos, tanto de
Bilbao como del resto de Euskal Herria. Incluso me desplazo a otras ciudades del
Estado cuando se celebra alguna exposición relacionada con algún artista con contenido vasco. En literatura vasca no puedo
negar que soy un erudito, pues estoy suscrito a infinidad de revistas y colecciones
vinculadas a temas nuestros. Como es lógico, me gusta la ópera y soy socio de
la OLBE (Es el nombre de la ABAO en Euskara) y también soy socio entusiasta de
las orquestas vascas de primera fila. Me
enorgullezco de ser seguidor del Athletic en primer lugar, pero mis simpatías
van también a la Real, al Osasuna y
desde hace poco al Eibar. En todo caso debo manifestar que el futbol me aburre,
pues tiene muy poco de deporte y demasiado de espectáculo y me siento
decepcionado de la mayoría de jugadores vascos, pues, aunque siempre manifiestan
ser patriotas y eso les imprime un plus de entrega a los colores que entusiasma
a los aficionados, la realidad es que todos están en disposición de marcharse a
ligas extranjeras donde les pagan más si tienen la oportunidad, lo que supone
para mi una cruel decepción al comprobar que son tan peseteros como los
españoles y americanos. Evidentemente defenderé siempre que los jugadores del
Athletic deben ser siempre nacidos en Euskal Herria. Si esta norma se aboliera,
sería el primero en darme de baja y de no volver a San Mamés más. .Por supuesto
que veo las regatas de traineras, que son la expresión genuina de nuestra
idiosincrasia. Suelo ir a los campos de regatas
en directo y gozar del ambiente euskaldun que reina entre la muchedumbre,
aunque reconozco que no se logra ver nada y que por la ETB es mucho más interesante la información que dan los
comentaristas es muy ilustrativa. Pero asisto como un acto social para proclamar mi adhesión
a una manifestación autóctona nuestra. Mi pasión se extiende hasta límites
difíciles de explicar sin dar la sensación de fanatismo: a pesar de ser
economista y haber tenido experiencias importantes profesionales y que he
jugado en bolsa porque me parecía un medio selecto de participar en ambientes de sociedad, siempre he pensado que para ser
vasco de pedigree había que entender y hablar con naturalidad de finanzas,
jugar en bolsa y llevar en la mano el Boletín de Bolsa. Pero es que además, mis valores
predilectos eran los del Banco Bilbao, el Vizcaya, Iberdrola y otras más,
aunque en realidad, hubo una época en la que todos los valores que se cotizaban
en las bolsas españolas eran de empresas y entidades financieras vascas, pues
siempre hemos ido por delante de la economía de España y les hemos enseñado a
crear, administrar y ganar dinero en sus empresas. No quiero ocultar que
comprendo que dichas empresas vascas son tan trapaceras como las del resto del
Estado y las del mundo, pero quiero que cuando se hable de ellas, sea un
homenaje a nuestra Aberria.
Ideológicamente soy vasco en todos los aspectos que sirven
para definir una identidad, pero con un marcado tono internacionalista,
considerándome socialista bastante radical porque valoro la justicia social y porque
el Estado debe asegurar los derechos básicos a la ciudadanía, sobre todo a la
más indefensa y vulnerable, por lo que también defiendo una fiscalidad
progresiva y que se sancione con rigor, pero con arreglo a las leyes, a los que
defraudan o son corruptos. En este sentido no defiendo en absoluto a nadie, por
muy vasco que sea. Para mí no se es auténtico vasco si no se cumple con sus
deberes comunitarios y humanitarios o se aprovecha de los demás por su
inteligencia o por medio de subterfugios y engaños. Es la manera más evidente
de mostrar que soy un vasco genuino: la honestidad, cumplir la palabra dada y
sentirme solidario de los necesitados.
Debo manifestar sin rubor que tengo una inteligencia bastante
limitada: no tengo inconveniente en declararlo porque es lo que me dio la
naturaleza y no puedo fingir pues es inútil y no sirve de nada, además, como
luego expresaré, esta limitación me ha aportado momentos de gloria. Si, me
costó mucho terminar una carrera universitaria, que a base de suspensos,
aprobados raspados y de copiar en los
exámenes, hacer chuletas y de estudiar como un loco desde el primer día de
curso hasta el último, logré el título superior, lo que me pareció
extraordinario, pues nunca pensé que tendría capacidad para algo tan difícil y
tan lejos de mis capacidades. Es cierto que me costó mucho también porque no sabía
estudiar con orden y porque mi eterna curiosidad por ampliar mi cultura me llevaba
a derivar hacia temas colaterales en las asignaturas interesantes, de manera
que en cualquier tema baladí, me enfrascaba en otros ajenos al tema principal
que me ocupaban el tiempo de dedicación a la asignatura, pero me permitió
ampliar mis conocimientos sobre los temas hasta unos niveles que casi me hacía
aparecer como un erudito en los que
profundizaba.
Además, mi afán de
ampliar más y más mis conocimientos y la convicción de que tener una formación
amplia y polivalente eran la base para el éxito de un profesional que va a
tener responsabilidades en una empresa. Por ello mi pasión fue viajar desde
joven, pero con la intención de conocer nuevos horizontes, quería trabajar para
ganarme la vida durante los veranos valiéndome de mis propias fuerzas y
aprender el idioma del país que visitaba. Así fue que logré hablar con bastante
fluidez los idiomas más útiles. Por eso, a los que critican a los vascos de pueblerinos y de
tener orejeras que nos limitan el campo de visión, les pongo ante la evidencia
de que como vasco puedo presentar un curriculum profesional y cultural mucho
más completo que los que se permiten el lujo de criticarnos a los vascos con
argumentos que ponen de manifiesto la falta de profundidad en sus razonamientos
y algunas otras “virtudes” que por pudor prefiero no poner sobre el papel.
Como es lógico, mi supermercado habitual para avituallarme
de artículos de consumo cotidiano es EROSKi. Dado que no quiero engañarme, debo
manifestar que sus precios son bastante caros y la calidad tan mala como los
demás de la competencia. Pero como es una cooperativa, tiene su sede en
Arrasate y las dependientas deben saber Euskara, pues soy capaz de poner
en mi escala de valores aspectos
sentimentales por encima de los materiales y de oportunidad. Además, cuando se
emitieron títulos preferentes compré de dicho Supermercado y también de FAGOR,
pues ser cliente de EROSKI es una razón más para sentirme comprometido con el
progreso de mi patria. No obstante, además, como soy cliente, por haber invertido en de dicho bonos, me hacen un
descuento del 5 % en todas las compras
que realizo. Pero las noticias económicas de ambas entidades son muy negativas,
pues FAGOR se ha declarado en quiebra y por tanto, mis participaciones valen
cero. Las de EROSKI han perdido el 90 % de su valor, por lo que por lo bajinis
me suelo despachar contra los gestores que han llevado a la ruina ambas
empresas y mis participaciones se han quedado sin apenas valor. Pero me cabe la
disculpa de que Madrid siempre ha sido hostil con el movimiento cooperativo
vasco y se ha dicho que no les ayudó a salir del apuro, cuando a otras empresas
españolas con menos posibilidades de supervivir se les ha ayudado.
Precisamente la historia de haber descubierto que tengo un
apellido vasco se origina al ir a hacer la compra a EROSKI.
Mi deuda moral con
EROSKI.
La historia es esta:
Recientemente, al entrar con el carro para hacer la compra
en el hall donde se difunde la publicidad y ofertas espaciales, una chica joven que estaba delante de un
ordenador, frente a la puerta de entrada tratando de atraer la atención del
público, se me acercó para ofrecerme algo, aunque soy muy cuidadoso en no
aparecer formando parte de las masa y no suelo hacer caso a los reclamos
publicitarios que habitualmente son engañosos. Pero como era en EROSKI y la chica era euskaldun,
pues acepté que me diera las explicaciones sobre su oferta. Me pregunta cual es
mi apellido. Ante esa cuestión que juzgué indiscreta le respondí negativamente
pues era un asunto privado. Ella se las ingenió para acercarse a una señora a
la que le preguntó su apellido. Se lo dijo, pues era la típica “Maruja” que
pulula por todos los centros comerciales. Lo puso en GOOGLE y apareció el
apellido con un repujado muy barroco escrito en una especie de pergamino en el que
se mencionaba la historia y detalles del apellido: su origen y un escudo
policromado que era el que pertenecía a la “comadre”, ante la admiración de
ésta. La chica le dijo que era gratis, aunque si quería que le hiciera una
fotocopia en un papel de calidad, debía de abonar 7 €. Me pereció divertido y
le dije el mío para que me enseñara la historia de mis antecesores.. Le pone en
GOOGLE y sale la imagen del pergamino artístico, con un detalle literario con
expresión jurídica algo empalagosa e inexpresiva, y con un escudo de armas. Me lo enseña y le
dije que lo sacara en fotocopia, para lo que le entregué los 7 €. preceptivos. Me
sentí ridículo por haber aceptado ser la víctima de la clásica sacacuartos a
los ingenuos que tenemos mucho de narcisos. Pero es que debajo de mi apellido,
ORCAJADA, ponía resaltando: Gipuzkoa. O sea que habían dado en la diana. Además
de vasco, gipuzkoarra. Salí del Super y me puse a leer el pergamino con fruición: lo que decía era sublime: no voy a detallar
aquí todo el contenido, pero lo principal era que soy originario de Gipuzkoa. Que nuestros antepasados están
catalogados desde el año 1300, que proveníamos de una familia noble, que
habíamos luchado con fiereza a favor de los reyes vascos. Que vivimos en una
casa señorial y que posteriormente la saga se extendió por toda la geografía
española como caballeros de armas luchando para diferentes señores y reyes, tal
cono era habitual entre los nobles vascos. Curiosamente no dice en qué pueblo o
ciudad estaba nuestra fortaleza de nobles. Quizá éramos ya en aquellos tiempos
tan cosmopolitas, que teníamos varios castillos en diversos lugares no sólo de
Euskal Herria, sino también en Castilla, Aragón y otros reinos en los que
éramos considerados como señores aristócratas.
Como al inicio afirmo, me siento verdaderamente honrado al
haber logrado encontrar fundamentos sólidos que acreditan mi origen vasco.
Aunque no tengo ninguna intención de investigar la realidad o si es sólo una de
las muchas maneras de crear ilusiones vanas entre “parvenues” que buscan como
sea poner en la historia familiar siquiera un mínimo toque de nobleza y
dignidad,. Aunque sea inventándose toda una genealogía. No es mi caso, pues
tengo la plena certeza de que mi estirpe está suficientemente explorada, aunque
por si acaso, prefiero no darle vueltas, no vaya a salir por ahí que tuvimos
algún antecesor que fuera un ladrón de caminos y estuviera encarcelado por
algún crimen o por vivir a imagen de El Lazarillo de Tormes. Además, tengo la intención de ir cambiando
poco a poco para que no se note, la letra C de Orcajada por la K y así, pues
hacerlo aun más vasco. También tengo en proyecto cambiarme el apellido por su
traducción en Euskara. Esta es: ZANGALATRAU y HANKALATRAU. Reconozco que me da
un poco de vergüenza, pues en mi familia política la pasión por la nobleza
sobrevenida llegaba a situaciones que me hacían sentir ridículo, aunque a ellos
les suponía elevarse al séptimo cielo en la escala social. Por eso, no me
atrevo por ahora, quizá si se produce algún acontecimiento especial, que me
cambie la vida, me decida incluso a traducir el segundo apellido, pues no sería
muy complicado llamarme GASTELUKOA, del Castillo.
Como siempre me ha tirado la heráldica si sirve para dar un
toque de nobleza a mi estirpe, me enorgullezco de que el apellido DEL CASTILLO sea
terreno abonado para darme un baño de historia en la que pueda demostrar la
pureza de mi sangre, tanto por noble, como por vasco. Por eso, hasta que he
tenido esta vivencia maravillosa de descubrir que ORCAJADA es vasco, he dado lustre y esplendor a mi
genealogía uniendo ambos apellidos, así es que siempre firmo en todos los
documentos y colaboraciones literarias ORCAJADA DEL CASTILLO. Es innegable que tiene
gancho y un toque aristocrático y que muchos les cuesta disimular la envidia y
el escozor que producen entre mi entorno estos dos nombres unidos: ORCAJADA,
por ser desconocido y con cierta sonoridad, aunque ahora queda más dignificado
aun con la certeza de ser vasco. Por parte de DEL CASTILLO, el simple hecho de
mencionarlo en voz alta ya posee un toque de nobleza y señorío. Pero, si ello significa que soy del
castillo, o sea, el propietario del castillo, el señor de vidas y haciendas del
castillo. Así es que mi genealogía ahora tiene los dos ingredientes clave como
para ser digno de buscarme y ponerme algún un título nobiliario. Quizá uno de
Conde, de Barón, de.Nagusia…, en fin, sería capaz de llevar con dignidad
cualquiera y estoy convencido que mi categoría social reforzada por un título
nobiliario y con los ingredientes de ser vasco y de una antigüedad anterior al
año 1300, supondría para la heráldica vasca un impulso que nos haría entrar en
los círculos de la nobleza y aristocracia europea tan cerrados y tan deseados.
Aristócrata de Retrete
A veces tengo estados de ánimo bajos y me confieso algo
indigno porque me he creado un mundo artificial, tan típico del “Aristócrata de
Retrete”, que es el perfil del “nuevo rico” que, quizá, alguno de mis
antepasados haya sido peón al venir del
pueblo desde Las Batuecas, sin oficio ni beneficio, pero con ambición y con la indomable decisión de no volver al pueblo
derrotado. Que se mata a trabajar, que no gasta ni en bus para ahorrar y que
haciendo algunos chanchullos, engañando a otros tan humildes como él, consigue acumular
unos pocos euros, que ha descubierto el
buen efecto de cambiarse de vez en cuado de camisa, de ir aseado y afeitado.
Que ha aprendido a expresarse con cierta fluidez y naturalidad, ha dejado de blasfemar y echar gargajos. Ha acertando
a elegir buenos apoyos y ayudas en bancos, ayuntamientos, con concejales; se ha
hecho socio de algún club exclusivo en
el que hay que pagar una cuota de
entrada muy selectiva. Con este bagaje se reconoce como el triunfador en los
negocios y en la sociedad. Pero reconoce que tiene una carencia y que es
imposible cubrirla si no es con mucha astucia y agudeza e incluso, contando con
ella, seguramente fracasará. El objetivo es ser aceptado entre los aristócratas
de Neguri. Mientras, ya ha logrado acumular una fortuna, ha corrompido a
concejales o ser compañero de partida del director del Banco de Bilbao. Ahora está maquinando para dominar las
alcantarillas, los conductos y caminos para romper el cerco que le tienen tendido
los aristócratas de toda la vida. Se ha ilustrado yendo a la ópera, aunque se
duerma, ha hecho donaciones importantes
para promocionar la cultura vasca, se ha afiliado al PNV y ha aprendido a decir
frases oportunas en Euskara, lo que le ha dado un toque euskaldun y jatorra.
Pero sabe que la vía del Partido no le llevará a conseguir ser aceptado en La
Bilbaina, El Club Marítimo o en el Golf de la Galea y él está decidido a entrar
en la aristocracia a toda costa. Ya le han estudiado la heráldica de su familia,
logrando descubrir en ella a infinidad de aristócratas en la época de esplendor
de Castilla o de Extremadura. Pero, sobre todo, su fiel amigo periodista
resentido y antivasco al que tiene bien
engrasado, le ha contado la historia secreta de los aristócratas de Neguri que
le están impidiendo entrar en el sancta sanctorum del Todo Bilbao Financiero y
va a indagar para jugar la baza del origen.
Le cuenta que los apellidos tan selectos y vascos, como
Zubiría, Ybarra, .Mac Mahon, Arteche, Churruca, y unos pocos más, a los wue si se les rascan cuatro o cinco
generaciones, son los sucesores de humildes pastores y baserritarras que cuidaban
las vacas y los cerdos en sus miserables prados que han ido heredando de
generación en generación, que estaban rodeados de rocas y en la montaña, por
tanto sin valor a penas para cultivar ni para ser vendidos por un precio que
produjera beneficios.
Aquellos dignísimos cabreros que sólo sabían Euskara fueron
los antecesores de los que se han convertido ahora en “aristócratas” de nuestra
élite negurítica que tanto prestigio ha acumulado y que nos dan lustre y nos
coloca a la cabeza del mundo de la nobleza en Europa. Por tanto: de alcurnia,
pedigree o de origen noble que se pierde en los tiempos, nada de nada.
Hacía mediados del siglo XIX la potencia hegemónica mundial
era Inglaterra y sus empresarios se las ingeniaban para aprovisionarse de las
materias primas de las que carecían. Para ello se desplazaban misiones técnicas
apoyadas por la monarquía y políticos, a los lugares más alejados del globo.
Aunque el origen de la siderurgia vasca es de tiempo inmemorial, y las
burdiñola, matxino, ferrones y tecnología del hierro era conocida por los
vascos desde la antigüedad, la realidad es que su explotación tenía carácter
manual y artesano, por lo que era una actividad marginal. Por ello, los
expertos ingleses que analizaron la zona de Meatzaldea se quedaron entusiasmados
de la cantidad y riqueza del mineral de hierro de Bizkaia. Así que se
entrevistaron con los humildes cabreros para proponerles que si les dejaban
abrir las minas en sus terrenos, que de cada tonelada le daban un fix, sin hacer ellos nada en absoluto.- Los
cabreros eran incultos, pero nada tontos, pues aceptaron de inmediato la propuesta,
por lo que abandonaron las cabras y las vacas y se bajaron a la ciudad. Como
las explotaciones gestionadas por los ingleses crecían y crecían, nuestros ilustres “aristócratas” recibían cifras
de dinero siderales, lo que les hizo despertarse y empezar a estudiar el asunto
de la siderurgia para explotarla por sus propios medios y obtener los
beneficios para ellos. Así que mandaron a sus hijos a Inglaterra, aprendieron
inglés y entraron a trabajar en los altos hornos de allí. Pero sobre todo tuvieron la agudeza de crear
Casas de Préstamo, que posteriormente se convirtieron en Bancos y actualmente
se han convertido en multinacionales que se han extendido por todos los países
y son capaces de doblegar a los estados para que les favorezcan y les salven
cuando les descubran sus golferías, porque de lo contrario derribarán al
gobierno que se niegue a participar en los desaguisados que produce su
prepotencia.
Es evidente que el origen de su éxito empresarial se debe a
la casualidad de que los ingleses les descubrieran lo que atesoraban bajo la
superficie de sus prados, pero también supieron ser perspicaces como para
aprender de ellos y aprovechar sus riquezas naturales.
Es cierto que esos aristócratas tienen su origen reciente y
que en su día tuvieron que pasar por el proceso penoso de ser aceptados por los
anteriores que les impedían entrar a los clubs y espacios nobles, a pesar de
haber acumulado riqueza como para poder tener el nivel social de los
potentados. Tuvieron que sufrir lo que ellos han obligado a los “parvenues”
mineros y siderúrgicos recién bajados del monte. La lucha era la eterna: el
aristócrata consolidado procura impedir el acceso al Wahlhala a los “Aristócratas
de Retrete” y éstos a su vez, impedirán a los actuales que han hecho dinero
construyendo pisos subvencionados, comprando a concejales y apoyando a todo lo
que huela a euskaldun. La nobleza, a pesar de sus modales y educación adquirida
en las universidades inglesas más acreditadas, son despiadados en preservar sus
privilegios, pero al final tienen que aceptar la evidencia y permiten entrar,
bien a su pesar, a los que tanto desacreditan a la nobleza y a la limpieza de
su sangre.
Pero, le contaba el periodista antivasco a nuestro héroe,
que la aristocracia minera y siderúrgica tuvo que vencer a los aristócratas ya
consolidados preexistentes. El origen de sus fortunas y el de los títulos
nobiliarios que les concedieron los reyes españoles no fueron gratuitos, ni los
lograron sin esfuerzo. Todos ellos tienen su origen en el tráfico de esclavos
en la época en la que España era una potencia mundial. el negocio floreciente
era disponer de una flota que construían en astilleros del Nervión, que
tripulaba un capitán inhumano, con el látigo en la mano, que pagaba salarios de
hambre a sus tripulantes, que trabajaban las 24 horas del día, durante meses y
meses. Navegando al Golfo de Guinea, asaltaban tribus pacíficas enteras, las
llevaban a bordo de los barcos y navegando rumbo a las Antillas, muriendo los
negros débiles y enfermos. Los que llegaban con vida eran vendidos como
esclavos, produciendo unos beneficios fabulosos. Los capitanes negreros,
crueles, que disponían de la vida y de la muerte de los tripulantes y de los
prisioneros que en Cuba vendían como esclavos, ésos eran los que después se
convertían en aristócratas, se refinaban, se codeaban con la Corte en Madrid y
eran los que apoyaban las aventuras militares que eran el origen de los
imperios en los que “nunca se ponía el sol”.Así pues, estos negreros eran los
que impedían entrar en los saraos selectos a los mineros a los que valoraban
como nuevos ricos. Estos a su vez, eran los que ponían impedimentos para
hacerse socios de La Bilbaina o del RCMA a los constructores, especuladores y
los que se han aprovechado de la crisis para acumular riqueza a base de
empobrecer a los menesterosos.
Mis relaciones con Cartagena.
Me he perdido en explicaciones colaterales que se refieren
al origen de la aristocracia vasca y de Neguri que tanto prestigio nos ha dado,
no sólo en España, somos conocidos y valorados en todo el mundo. Pero debo
centrarse en lo esencial de mi relato. Así que, retomo la línea argumental.
Como ya he expresado, con el descubrimiento de que mi apellido
es vasco, me sentí plenamente satisfecho y orgulloso de lo que era: pensé
incluso si se podría sentir más felicidad que la que yo sentía. Porque no he
dicho que siempre me ha gustado escribir, aunque no niego que con escaso éxito:
debe ser porque los lectores en general entienden poco de literatura. Es una
impresión secreta que no quiero divulgar porque puede ser que alguien no esté
de acuerdo conmigo. La cosa es que, como escribo tanto, mando cartas al
director a todos los periódicos y provoco controversias para estar en el ajo,
en una ocasión respondieron a una carta que escribí y que se publicó en un periódico
nacional. No sé cual era el tema, pero me contestó alguien al que no conocía,
que vivía en Cartagena. Afirmaba que éramos parientes, pues uno de sus
lejanos apellidos era también Orcajada.
No le hice caso, pues debería ser el clásico que, como no tiene nada en qué
pensar, pues se dedica a buscar afinidades y parentescos. Pero al cabo de poco
tiempo me llega por Internet un mensaje que firmaba con el mismo pseudónimo
con el que me respondió aquel “pariente
lejano”. Era extenso y escrito con una gran elegancia: se veía que era culto y
que no debía ser un mindundi. Me contaba la posibilidad de que fuéramos
parientes, pues, aunque en Murcia hay muchos Horcajada, todos son con hache, sin
embargo, el suyo y el mío son sin hache. Hacía un breve curriculum vitae: era
canónigo de la Catedral de Murcia, estaba jubilado y le interesaba investigar
la genealogía, especialmente la que se refiriera a su estirpe. Al final me
proponía tener una entrevista, pues valoraba mucho mi estilo literario y
pensaba que un intercambio de puntos de vista con alguien con le mismo
apellido, aunque localizado tan lejano, tendría un interés especial.
A mi me pareció interesante y pensé en proponerle tener una
cita, bien en Cartagena o en Bilbao. Pero lo pensé mejor: fiel a mi lema de no
arreglar lo que funciona, creía que introducirme en temas del apellido, después
de saber que era vasco, aunque íntimamente no estuviera seguro de ello,
prefería no moverlo, por si este experto me desvelara lo que no quería. Por eso
no le contesté, dejé que pasara el tiempo y seguí con mis cartas, mis cuentos y
mi sensación de felicidad que sólo me turbaba cuando pensaba en mi “pariente”
de Cartagena.
Pasado un tiempo, recibí una llamada de alguien desconocido.
Era Aurelio Fernández Flórez, el canónigo de Murcia, que me llamaba para
saludarme y para decirme que tenía intenciones de estar en Bilbao próximamente
y que me proponía tener una entrevista para conocernos y porque tenía hecho un
estudio de nuestro apellido de no sé cuántas generaciones de antigüedad y que
seguramente nos enriquecerían mutuamente, según me dijo. Preferí rechazarlo y
le propuse que me enviara sus investigaciones por Internet y que ya le
contestaría. Aunque debo manifestar que tenía sospechas de que mi apellido debía de tener su
origen por Levante o por aquella zona y nada de vasco. Al recibir su extenso
mensaje comprobé que, efectivamente, los primeros antecedentes provenían de
árabes o moros que invadieron la península Ibérica en el 711. Se extienden por
todo el Sur, Levante y Extremadura y Portugal. Parecíamos muy prolíficos, pues
las ramas eran múltiples y nadie que tuviera ningún rasgo nobiliario o que
sobresaliera por alguna ciencia, arte o haber hecho alguna hazaña guerrera.
Había soldadesca, marinos, algún que otro bandido que fue ahorcado. Varios
fueron frailes o monjas y varias ramas emigraron a América en la época del
descubrimiento, que seguramente murieron allí o formaron familias al casarse
con nativos, negros o cantineras que acompañaban a los guerreros en sus gestas.
No puedo negar que me llevé un disgusto, pues todo el
castillo de naipes que había formado con la fantasía del origen vasco de mi
estirpe se había derrumbado y que no tenía ni un solo apellido vasco como me
había creado la fantasía con el pergamino que me costó 7 euros en EROSKI
demostrando que era vasco y nada menos que de Gipuzkoa. A causa de aquel
fracaso, mis amigos, ante los que hacía ostentación de ser poco menos que del
Goierri, se burlaban de mi y por eso decidí ir a vivir a un pueblo de Santander
que me da vergüenza citar su nombre porque me empezaron a llamar “El Castreño”
Ahora he empezado a defender la filosofía de que no tiene
ninguna importancia el origen de los apellidos, que lo que tiene valor es la
voluntad de ser vasco y que hay muchos que tienen los ocho apellidos vascos,
pero que no lo son realmente. Que lo importante es la que se lleva en el
corazón y no lo que dice el DNI. Así, con esta milonga que me cuento, estoy
satisfecho: en realidad es que el que no es feliz es porque no quiere. Yo,
cuando me interesa soy español, en otras me declaro vasco, a veces me siento
catalán porque han tenido el coraje de decir que no quieren ser españoles.
También suelo decir que me siento
europeo o incluso cántabro, aunque éste último sólo en la intimidad y cuando
bebo un poco de más.
Y COLORIN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
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