LA MARCHA DE UN ICONO: ALFONSO GUERRA
Alfonso Guerra deja la política y se va a su merecido
descanso. Nunca se sabrá lo que ha
supuesto su extenso historial en la política y en las Cortes Españolas. Para
muchos era hora de que tan ilustre oportunista
abandone su rincón desde el que ha materializado sus insidias. Este
“intelectual” al que apasionaba Mahler y leía
habitualmente a Nietzsche y que se creó un hueco como vicepresidente del
gobierno de Felipe González era un obseso del protagonismo que tanta gracia y
popularidad logró a base de bromitas y “ocurrencias” que esparcía en los mítines
contra sus competidores. Fue el paladín de la honestidad que quiso dar un tono
progre a su forma de estar en la política, que viajaba en avión de las fuerzas
aéreas para asistir a las corridas de toros. El que apoyó a su “ hermanísimo
Juan” para hacer negocios con los EREs, con alumnos aventajados: Chaves, Griñán….
Es el genio que “cepilló” convenientemente el estatuto de Catalunya
aprobado en referéndum. Que se ha apalancado
al escaño en el Congreso, lo que le permite vivir espléndidamente. Que ha
sabido adaptarse a la “regeneración” del PSOE que está diseñando Pedro Sánchez para lograr recomponer el bipartidismo a base
de una república con el rey Felipe VI de
presidente. Don Alfonso es el maestro del insulto, del descaro, del
protagonismo y experto en escurrir el bulto en estas circunstancias en las que
se vaticinan malos augurios, tanto en las expectativas electorales próximas,
como en las posibles responsabilidades que se deriven de su gestión como
Vicepresidente, si gana Podemos y cumple
lo que promete respecto a la regeneración que propone y de investigar hasta el
último indicio de corrupción. Ha sabido desparecer por el foro, lo que sería
aconsejable para Felipe, que en su narcisismo se empeña en revolver el estiércol
sin tener en cuenta el riesgo que le salpiquen las responsabilidades, como cuando justificó la “ocurrencia” que “también
se sirve al Estado desde las alcantarillas”. Todos estos ilustres siguen la máxima
del cínico: “Tú vótame y te diré lo que te conviene”
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