ANITA Y EL PRESIDENTE DE ECUADOR
Los medios de comunicación españolísimos se sulfuraron
porque el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, se tomó la libertad de llamar
Anita a la locutora española, Ana Pastor, que le hizo hace tiempo una entrevista. Qué desvergüenza y falta de
diplomacia tratar a una miembro de la
prensa de la Madre Patria con tanta familiaridad. Es realmente ofensivo. Que
Ecuador sea protagonista de una transformación social, política y económica sin
precedentes en la historia y haya sido Correa el que lo ha liderado con
inteligencia y coraje. Que se enfrentara al FMI y lograra renovar la deuda
externa que era impagable, que se haya convertido en un país moderno, creador y
beneficiario de la riqueza nacional que
ha elevado el nivel de vida de la población. Que en una entrevista del
inquisitivo e incorrecto periodista, Evole, le manifestara estar en plano de igualdad en las negociaciones con los
políticos de EEUU y no actuar acomplejado como era habitual históricamente,
todos estos hechos tan significativos, al parecer no eran dignos de tratarse en
el diálogo, lo importante era que el Presidente de Ecuador había llamado Anita
a una `periodista y le sugería que se disculpara.. Correa quiso quitar
importancia a aquella impertinencia y sonriendo argumentó que con su actitud trató
de ser natural, como en otras zonas del globo expresan sus relaciones las personas de diferente manera que en la rígida y pragmática Europa.. En realidad evidenció
que hasta en el terreno humano se comportaba como una persona cercana y cálida,
poniendo de manifiesto que es presidente
de un país que se ha abierto a los nuevos horizontes del socialismo humanista y
democrático y un ciudadano más de
Ecuador por su sencillez. Que un periodista español se permita dar lecciones de
estilo al Presidente de Ecuador que ha implantado un programa tan eficaz por
humano y por haber beneficiado a la comunidad, es una lección para quien sea
capaz de ordenar su mente sin prejuicios. Lástima que el orgullo español
atrofie las neuronas y mire al dedo cuando alguien apunta a la luna.
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