HIJOS LISTOS Y TONTOS
En una televisión lejana, en un programa en el que pululaban
“marujas”, en una tremenda algarabía en
la que todas hablaban a la vez y se quitaban la palabra, resultando un zumbido
molesto, se planteaba la preferencia por los hijos inteligentes, aunque vagos, o por los torpes,
pero trabajadores. Todas se decantaban por el valor de la constancia y
rechazaban la astucia por ser un valor efímero. Dirigía el “diálogo” una
psicóloga que se sonreía mientras la jauría se despedazaba discutiendo. Logró
poner algo de orden y explicó su tesis, que venía a decir que las mujeres
sienten admiración secreta por los hijos agudos y capaces de pasar curso sin estudiar,
copiando o haciendo la rosca al profesor, aunque no lo quieran expresar en
público por estética. Que no en vano la literatura más brillante española trata
de temas en los que el protagonista es el tipo astuto que se vale de argucias
para medrar y lograr un lugar relevante
en la sociedad. Recordaba que El Quijote es la
sátira maravillosa de un orate que hace gala de su hidalguía que es la
manera tradicional en España de vivir sin trabajar. El Lazarillo de Tormes, que
es la obra que engrandece las letras españolas, en esencia exalta al vago con simpatía, que, además, aparece ante los ciudadanos
que logra el acceso a puestos relevantes como alcalde o ministro, se enriquece
sin dar un palo al agua y además favorece a los que le piden mercedes, lo cual
le populariza. En cambio el torpe que lo reconoce y que suple sus carencias con
esfuerzo, es relegado a funciones sin relevancia alguna porque en realidad se
limita a cumplir con su deber silenciosamente, lo que le hace aparecer ante sus
conciudadanos como carente de valores o inquietudes. Que no se puede comparar
con el genial que no ha hecho nunca nada, pero que ha llegado a alcalde y
que busca promocionarse en un partido ganador. No merece la pena describir el
guirigay de las “comadres” que a duras penas aguantaban las ganas de agarrar a
la experta por el cuello y estrangularla..
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