PERIODISMO DE CALIDAD
Al margen de los principios éticos y deontológicos sobre el
periodismo y su impacto en la sociedad para generar mayor calidad de la
democracia, con los cuales deberíamos estar todos y todas fácilmente de
acuerdo, interesaría más analizar la práctica cotidiana del trabajo
periodístico, pues entre los principios y la práctica existe una notable
diferencia. Parto de la base de que la carrera de periodismo no sólo es inútil
por su contenido y carencias, es que
degrada y genera profesionales sin criterio, con escasa cultura y le añade,
además, un complejo infundado de superioridad
al disponer de una tribuna desde la que se coloca el plumilla en condición de dominio respecto al ciudadano que
quiere expresar su crítica y discrepancias con las opiniones frecuentemente ramplonas,
elementales e incultas de los periodistas, pero que, en su infundado complejo,
no son capaces de entender las opiniones ajenas, pues es sabido que el necio es
el único que no duda ni rectifica. Es grotesco el espectáculo de periodistas
que dirigen tertulias con participantes que, en general, suelen ser expertos en las materias de debate en el que la actitud del director provoca vergüenza
ajena. Interrumpen para expresar su opinión sobre temas que ignora, cortan con insolencia la exposición
de puntos de vista de los contertulios, no siendo capaces de dinamizarles, sino
que permiten que intervengan varios al mismo tiempo atropelladamente, lo que
hace que la tertulia se convierta en un gallinero. En relación a las crónicas, éstas
se centran en informar de lo circunstancial, ignorando lo que es el meollo, de
manera que se atiborra al lector de
anécdotas que nada tienen que ver con la
base de la noticia. Reaccionan de forma chulesca cuando alguien contradice sus
puntos de vista, ironizando con prepotencia al disponer de una tribuna desde la
que dominan al pobre discrepante que carece de capacidad material para poder rebatirle con sus criterios.
Además, estos periodistas del pesebre practican el servilismo con sus directores y no pueden
expresarse con su libertad, pues
arriesgan su empleo si desean informar
sobre temas que pueden estar en contra de la línea editorial del periódico o de
grupo capitalista propietario. También deberá practicar la pasión por la verdad
al criticar al gobierno en exceso, puesto que el director procurará “orientarle” porque se arriesga a
que condenen al periódico a una muerte
lenta y sin traumas, a base de restarle publicidad institucional, ordenando a
que Hacienda ejecute los chanchullos fiscales que le tolerará mientras se
muestre sumisa su línea editorial y elogie convenientemente las medidas económicas,
aunque sea para rescatar a bancos con el dinero público. Si el gobierno se
viera criticado en exceso puede también sugerir instrucciones al banco
prestamista para que no le renueve los préstamos y deba declararse insolvente.
Claro que a esta piara de periodistas serviles se enfrenta
un estilo de periodismo moderno de denuncia sin concesiones, que pone al
sistema en solfa y son los que realmente dinamizan la opinión pública, ejercen
realmente la libertad de expresión y son los que potencian la democracia real, lo que tien un coste, pues se cierran
periódicos y medios de difusión críticos o sean procesados periodistas por
denunciar las aguas fétidas que circulan por las alcantarillas con el
beneplácito de los políticos que piensan que el país es un prado suyo..
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