EL ALMA BUCOLICA Y PASTORIL DE LOS JUECES.
Recientemente se ha publicado una entrevista a un juez con relevancia
en su mundo. Merece la pena analizarse porque su expresión y contenido está trufado de humanismo, mostrando que la función de los
jueces es algo sublime, por eso consigue cautivar al lector de buena voluntad.
Pero los que frecuentan el espacio judicial y conocen la realidad interna se
sorprenderán ante el contraste entre las
ideas celestiales que expone y la rigidez y carencia de sensibilidad de las sentencias judiciales en general. Se
diría al conocerlas que los que las redactan son seres de otro planeta, puesto que se
limitan a valorar los hechos según la
literalidad de las leyes, sin apelar a consideraciones que contengan
sentimientos que les añadan un tono humanitario
dado que los enjuiciados no dejan de ser personas con sentimientos. Afirman que
para asegurar la imparcialidad deben arrinconar todo vestigio afectivo y aplicar la ley que ellos no han promulgado.
Y añaden el latiguillo: “Dura lex sed lex”, como argumento que sirve para
justificar todo. Afirman que les queda un espacio muy limitado para interpretaciones
porque los códigos son rigurosos y previenen todo. Esa es la disculpa que les
permite redactar sentencias como si fueran de serie. En realidad lo fácil
para ellos es aplicar la literalidad de la ley, pues la interpretación reflexiva
es compleja, pesada, ineficaz y puede desagradar
al Príncipe. Por otra parte un principio
del derecho obliga a los jueces a
enjuiciar teniendo en cuenta el contexto social. Ello no deja de ser un brindis
al sol, pues analizar el contexto para unos jueces inflexibles supone
limitarles su visión de poder absoluto que poseen. Sí tienen en cuenta el
contexto, pero depende de los casos y quiénes son los encausados, pues en casos de personajes notorios, se muestran exquisitos a la hora de las
diligencias, incluso excediéndose en las
garantías procesales, lo cual les sirve para retrasar los juicios y las sentencias, lo que no es de aplicación cuando
se trata del ciudadano del común..Al comparar las declaraciones filosóficas
angelicales de los jueces que desean propagar una justicia sublime, con el rigor e
inflexibilidad de las sentencias que emiten, uno llega a temer el riesgo de
esquizofrenia a la que les puede llevar a la mayoría de ellos si quieren seguir
sirviendo a dos amos: a la justicia popular, o bien a la que les procura
popularidad, prestigio y, quien sabe si paz de conciencia. Que para ser juez lo
imprescindible no es sólo saber de memoria
muchas leyes, que juez deberían examinarse los fundamentos de sus conciencias para poder valorar si son
capaces de enjuiciar a un semejante, aunque no sea banquero, militar o haya
sido denunciado por corrupto. Decía Unamuno:”Antes la justicia que la paz”
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