LA SOBERBIA DE ESPERANZA AGUIRRE
Constituye un fenómeno que los sociólogos deberían estudiar
por si se trata de un globo de colores que pronto se deshinchará y será
olvidada por los que ahora la jalean. Su estilo populista con características
personales que atraen a un público superficial que pasó del franquismo a la
UCD, después al socialismo de Felipe y
finalmente a la chulería de Aznar. Ahora se ve a sí misma como alternativa de la derecha ante
el previsible fracaso del PP y de Rajoy. Sería para sonrojarse el grotesco y populachero episodio del enfrentamiento con
la policía a causa de una infracción de tráfico del que quiso aprovecharse para darse un baño de
popularidad al actuar con su desparpajo y prepotencia
habitual ante los agentes que, temerosos, se limitaban a cumplir con su deber. Toda la
secuencia al escapar y acometer contra
una moto de los guardias, de negarse a entregar la documentación que le
exigieron y la persecución a la prófuga hasta su domicilio, ha sido digna de
una peli de humor, con sus declaraciones a la prensa mezcla de desprecio,
tratando de ridiculizar a los agentes. Aunque la borrachera de popularidad que el episodio le está aportando, al final
le va a resultar perjudicial la hazaña, pues sus “amigos” del partido van a aprovechar
para desacreditarla, prueba de ello es
que la Botella ya se ha posicionado a favor de los polis, algo extraño cuando los políticos se las apañan para defenderse
entre sí y sus privilegios. Esperanza
Aguirre Gil de Biedma, Condesa de Bornos y Grande de España, sesentona, con su
gracejo y estilo de “reina del pueblo”, queriendo competir con Belén Esteban, se va a encontrar que, queriendo ser el frasco
de las esencias de la derecha culta, que
se ha mostrado aparentemente dura con la corrupción, aprovechando que es una
excelente manipuladora de masas buscando
ser original como sea, tiene ya escaso recorrido, pues quizá una ola de
sensatez de la ciudadanía harta de estos políticos iguales a sí mismos y sin
futuro, se va a llevar la riada a todos,
incluida esta prepotente que hasta ahora ha actuado desde la impunidad, pues
confiaba que le iba a dar réditos el enfrentarse a la autoridad como siempre se
ha creído que podía hacer desde su talante aristocrático mezclado con
expresiones barriobajeras que tanto
cautivan a las masas. Estos aristócratas metidos a políticos no pueden ser ya
más los que lideren la política, pues desconocen lo que es tener que acomodarse
a supervivir en el paro, ser
desahuciados de sus viviendas ni poder ser atendidos de sus enfermedades en un
hospital. Como cuando afirmó sonriente ante los periodistas que con los ocho
mil € de sueldo que tenía de alcaldesa, no podía llegar apenas a mediados de
mes. Y le dijo con ese gracejo y desenvoltura que le caracteriza.
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