LOS JUECES LOS ÚLTINOS VALORADOS DEL RANKING DEL CIS.
En la más reciente encuesta del CIS sobre la opinión de la
población, el colectivo peor valorado es el de los jueces y a continuación los
periodistas. Quien lo iba a decir, con lo pagados de sí mismos que se muestran.
Quizá los jueces se sientan injustamente tratados porque piensan que la
población, ingrata, no comprende el dicho oriental que “un pueblo con justicia
es un pueblo feliz”. Claro, y por tanto, que los jueces son la causa de la
infelicidad colectiva cuando ponen antes sus intereses gremiales y los de los
poderosos, sobre los de la población sencilla, en nombre de la cual imparten
justicia, tal como declara la Constitución. La población abriga la única
esperanza de que se les reconozcan sus derechos, por lo que se sienten
decepcionados cuando comprueban que la justicia no es igual para todos. El
espectáculo que ofrecen las actuaciones de los jueces con sus sentencias que
favorecen al Príncipe, han llevado a la colectividad al escepticismo y a la desesperación pues, además de que la
justicia ha dejado de ser gratuita y por ello no puede acudir a ella, no espera sentencias justas de sus jueces,
como lo eran las de los jueces naturales en épocas pretéritas, que fuera el que fuera el sentido de su fallo, la
población se sentía justamente tratada. Ahora la mayoría de los jueces está
bajo las presiones de sus órganos superiores que están compuestos por cuotas de
los partidos políticos según los resultados electorales y tienen que mirar de
reojo si quieren progresar en el escalafón. Así es que la justicia está politizada y es la del Señor que ha creado el sistema
judicial para favorecer sus intereses y de la nobleza y despreciar a los plebeyos.
El pueblo cree que los jueces deben de arriesgar con sus sentencias si quieren ser justos y que
la población se sienta satisfecha de su judicatura para sentirse feliz y
confiado. Los preocupantes resultados de la encuesta del CID deberían hacer
reflexionar a uno de los pilares del Estado democrático y decidirse, bien a
renunciar o a procesar con valentía a
todo el que se sirva de las leyes en su beneficio. Maquiavelo les vigila y el
pueblo algún día se lo demandará.
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