domingo, 25 de agosto de 2013

EL GASTOMETRO

EL GASTOMETRO
La genialidad graciosa que se le ha ocurrido al Gobierno italiano para controlar la economía sumergida tiene una lectura crítica que pone al descubierto las entrañas del sistema fiscal neoliberal. El planteamiento simple se basa en unos potentes programas informáticos que someterán a los contribuyentes tomados aleatoriamente, a los que se analiza los ingresos y los gastos controlados por esos sistemas. Si entre los mismos se detecta una diferencia superior al 20%,  serán inspeccionados por los técnicos y sus resultados serán objeto del expediente correspondiente. Parece que es un proyecto sin ninguna posibilidad de éxito porque ello requeriría una infraestructura imposible de sostener para unos incrementos de ingresos muy exiguos,  si se tiene en cuenta  el promedio de rentas de los contribuyentes. Es una genialidad que el sistema de vez en cuando lanza para el consumo de la población para que se sienta controlada como es su deber. Pero al hilo de esta fantasía, la realidad es que la solución para la eficaz gestión de las finanzas públicas sería muy fácil: consistiría en reducir a la mitad los inspectores fiscales, puesto que revisar infinidad de contribuyentes a los que se les descubrieran errores o defraudaciones produciría ingresos  adicionales muy  limitados  y sí crearía una sensación de terror fiscal sin objetivos recaudatorios. La mitad de los inspectores que no se despidieran deberían dedicarse a revisar a presuntos defraudadores ya conocidos por sus historiales. Además, a revisar a fondo las declaraciones de las grades corporaciones, las de los contribuyentes con rentas superiores a un determinado nivel que se determinaría por ley en el Parlamento. Con una infraestructura mucho más liviana se conseguirían ingresos sustancialmente superiores, tributarían más los que más tienen, cumpliéndose con la misión distributiva de los impuestos y se cumpliría la siempre aplazada reestructuración del gigantismo y la ineficiencia proverbial de las administraciones públicas.  Aunque, claro, quién le pone el cascabel al gato? Es que “cuando el gato no está, los ratones bailan”

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