EL GASTOMETRO
La genialidad graciosa que se le ha ocurrido al Gobierno italiano
para controlar la economía sumergida tiene una lectura crítica que pone al
descubierto las entrañas del sistema fiscal neoliberal. El planteamiento simple
se basa en unos potentes programas informáticos que someterán a los
contribuyentes tomados aleatoriamente, a los que se analiza los ingresos y los
gastos controlados por esos sistemas. Si entre los mismos se detecta una
diferencia superior al 20%, serán
inspeccionados por los técnicos y sus resultados serán objeto del expediente
correspondiente. Parece que es un proyecto sin ninguna posibilidad de éxito
porque ello requeriría una infraestructura imposible de sostener para unos incrementos
de ingresos muy exiguos, si se tiene en
cuenta el promedio de rentas de los
contribuyentes. Es una genialidad que el sistema de vez en cuando lanza para el
consumo de la población para que se sienta controlada como es su deber. Pero al
hilo de esta fantasía, la realidad es que la solución para la eficaz gestión de
las finanzas públicas sería muy fácil: consistiría en reducir a la mitad los
inspectores fiscales, puesto que revisar infinidad de contribuyentes a los que
se les descubrieran errores o defraudaciones produciría ingresos adicionales muy limitados
y sí crearía una sensación de terror fiscal sin objetivos recaudatorios.
La mitad de los inspectores que no se despidieran deberían dedicarse a revisar
a presuntos defraudadores ya conocidos por sus historiales. Además, a revisar a
fondo las declaraciones de las grades corporaciones, las de los contribuyentes
con rentas superiores a un determinado nivel que se determinaría por ley en el
Parlamento. Con una infraestructura mucho más liviana se conseguirían ingresos
sustancialmente superiores, tributarían más los que más tienen, cumpliéndose
con la misión distributiva de los impuestos y se cumpliría la siempre aplazada
reestructuración del gigantismo y la ineficiencia proverbial de las
administraciones públicas. Aunque,
claro, quién le pone el cascabel al gato? Es que “cuando el gato no está, los
ratones bailan”
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