SEÑAS IDENTITARIAS DIFENCIADORAS.
Todos los grupos sociales poseen singularidades que
particularizan la personalidad básica y la distingue de los demás. El de USA tiene una visión esperpéntica del
patriotismo. Francia es y será revolucionaria, aunque dominada por la extrema
derecha. Diplomática y muy orgullosa sin causa. Inglaterra es práctica y se ha
aplicado a invadir otros pueblos y vivir la metrópoli a cuenta de sus colonias.
Alemania necesita una guerra periódicamente y perderla para reconstruirla y así,
acumular riqueza los poderosos, crear empleo y equilibrar la población. Rusia siempre ha necesitado un zar, un
Secretario General del Partido Comunista o alguien que les mantenga en
semiesclavitud. En Italia se ama el
arte, las flores, el buen vivir, la fe,
el Vaticano y la ópera. Y España? No tiene signo identitario?. ¡Sí!,
Claro. España es el país del honor y de la caballería, aunque con un caballo renqueante. Aquí tenemos el macho ibérico que
ejerce el dominio absoluto sobre la mujer a la que considera de su propiedad.
Ella se muestra sumisa por miedo, por ignorancia o porque no piensa: no le han
enseñado ni lo necesita. Ya pensará el hombre por ella. El español tiene un
principio indeleble: el honor. Para conservarlo
es capaz de morir o matar, pues si se pierde el honor, en España se
considera que no somos nada. Aunque tengamos toda la riqueza, pues sabemos que con
el honor se puede tocar la gloria. El macho lo ejerce especialmente con la
mujer. Ella sabe cual es su rol de segundona, que cumple fielmente con el
débito conyugal y que su misión es perpetuar la especie, ser sumisa y el
descanso del guerrero. Que el matrimonio es el remedio contra la
concupiscencia, por tanto no es para producirle placer. Este está sólo reservado
al macho. A veces la mujer piensa y descubre su triste papel, no resignándose a
practicar sólo las virtudes de la paciencia y el perdón. Por ello puede que decida abandonar a su protector. Es entonces
cuando surge el honor. El macho no comprende la actitud rebelde de la mujer y por eso tiene que proteger su
honor. Con el detalle de un alquimista organiza una estrategia que finalizará
degollándola con un cuchillo carnicero, por impía. Después, se siente satisfecho
por haber repuesto su honor y repetirse que “la maté porque era mía”. Con toda
la dignidad que produce preservar el honor, va a su rincón preferido, saca la
soga con el nudo corredizo y se cuelga del árbol que desde siempre tenía
seleccionado por si tuviera defender su honor. Sonriendo, se ahorca cantando
“The hanging tree”.
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