REFLEXIONES SOBRE LA SOLIDARIDAD.
Nos hemos acostumbrado a las promesas del Estado
–Providencia que prometía proveer todas
nuestras necesidades a cambio de que no pensáramos y dejáramos en sus manos la
gestión de los asuntos públicos. A muchos les resultó un buen acuerdo, pues,
aunque nos reducían a seres inertes, a cambio vivíamos felices en el limbo y los políticos tenían libertad
para actuar a su antojo. John F. Kennedy
proclamó. “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes
hacer tú por tu país” Es decir: todos los derechos, pero compromisos, pocos. Los
culpables: siempre los otros.. Lamentamos
la situación de grandes colectivos que por causa de la crisis están sufriendo
situaciones de extrema necesidad. Pero nos limitamos a quejarnos y a criticar a
las instituciones. Si nuestra solidaridad fuera sincera deberíamos aceptar
sacrificios en beneficio de los que necesitan ayuda porque no son capaces de
subsistir por sus medios. Los que tienen rentas o salarios superiores deberían aceptar
pagar impuestos directos más elevados. Los jubilados con pensiones máximas,
renunciar a los diversos beneficios,
tales como desplazamientos bonificados, reconocer
que es justo el pago de una proporción mayor de las medicinas u otros
beneficios, a cambio de que se destinen a solucionar las tragedias de los jubilados
que las que perciben son humillantes.
Claro que sin carácter de limosna o como contribución voluntaria, que les deja
a la buena o mala voluntad del privilegiado.. Se debería modificar el sistema
fiscal que supusiera una política eficaz de trasvase de rentas de los que
poseen, a favor de los que carecen de medios. Pero no sería ello suficiente
para promover una mayor justicia social: se exigiría promover una
concienciación popular para movilizar a los colectivos y asociaciones para impedir
desahucios de familias que no tienen
otra alternativa que la miseria. Se
deberían inamizar los partidos políticos para que denuncien valientemente la
corrupción y se logre cambiar las leyes de forma que la población tenga la
capacidad para revocar el mandato de sus representantes. Limitar por ley los sueldos, indemnizaciones o reparto
de beneficios de empresas que sean manifiestamente escandalosos. Se garantizarían
por ley una renta mínima a los niños para
cubrir sus necesidades primarias. Todo ello amparado por jueces capaces de hacer una interpretación
progresista de las leyes y no se amilanen si tienen que procesar a poderosos,
especuladores o evasores fiscales. En realidad la sociedad posee recursos económicos suficientes, y con
la legislación vigente se evitaría la
insultante desigualdad entre los poderosos y los que nada tienen. Lo que se
echa de menos es una interpretación de las leyes que no siempre sea beneficiosa
para los que privilegiados.
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