MEINE
EHRE HEISST TREUE.
"Mi honor se llama fidelidad". Era el lema de las SS, de Heinrch Himmler"
Una vez más acaba de cumplirse con la ceremonia patriótica que todo marine yankee debe ejecutar con la serenidad y el ritual necesarios. Esa mañana se levanta pausadamente, pero consciente de lo que se espera de su formación y capacidad militar. Después de asearse con detalle, procede a seleccionar el equipo para la acción. Saca de su armero personal una ametralladora, calibre 7,72, un ultramoderno KZ 47, dos revólveres Smith & Wesson, un machete cabritero y munición abundante. Viste su traje de gala y finalmente se coloca el signo nacional: la visera con la “Stars and Bars” que besa con fervor. Solemnemente se dirige al lugar estratégico previamente seleccionado en donde se congreguen multitudes, a ser posible niños, por tanto será la escuela del distrito, y el momento, el de la salida de los alumnos a los que les esperan sus progenitores. De esta manera, cuando comience a disparar toda su artillería, logrará abatir el mayor número de niños y adultos. Realizada la hazaña con la precisión característica del soldado americano que está preparado para cualquier eventualidad, mientras algún padre ya ha llamado a los SWAT. Los padres americanos están entrenados para hacer frente a situaciones de violencia porque les enseñan en la escuela el manejo de las armas y cómo repeler acciones inesperadas.. Al tomar posición este cuerpo militar de élite, altamente especializado técnica y psicológicamente, rodean al héroe, el comandante le comunica por el altavoz: “Entréguese, está rodeado”. Efectivamente, más de cien superhombres armados hasta los dientes se posicionan para la operación, mientras, sienten en sus pechos henchidos de patriotismo que se disponen a realizar un servicio a la sociedad. El marine, impertérrito, no responde, pero se oye un disparo final. Como exige el ritual, el soldado se dispara un tiro en la sien esparciéndose los sesos a su alrededor. Los SWAT lamentan el final porque su profesionalidad ha quedado humillada, pues el happy end del espectáculo exige que sean ellos los que le acribillen para vengar las muertes de aquellos inocentes americanos y de sus hijos que han tenido la fatalidad de tocarles a ellos ser protagonistas. En el Senado habrá una interpelación al Gobierno que servirá para reiterar que la manera de evitarse esas masacres hay que estimular a la ciudadanía para portar armas y no dejarse intimidar por los que proponen su prohibición. Es que es un derecho constitucional, argumenta “National Rifle Assotiation”..
"Mi honor se llama fidelidad". Era el lema de las SS, de Heinrch Himmler"
Una vez más acaba de cumplirse con la ceremonia patriótica que todo marine yankee debe ejecutar con la serenidad y el ritual necesarios. Esa mañana se levanta pausadamente, pero consciente de lo que se espera de su formación y capacidad militar. Después de asearse con detalle, procede a seleccionar el equipo para la acción. Saca de su armero personal una ametralladora, calibre 7,72, un ultramoderno KZ 47, dos revólveres Smith & Wesson, un machete cabritero y munición abundante. Viste su traje de gala y finalmente se coloca el signo nacional: la visera con la “Stars and Bars” que besa con fervor. Solemnemente se dirige al lugar estratégico previamente seleccionado en donde se congreguen multitudes, a ser posible niños, por tanto será la escuela del distrito, y el momento, el de la salida de los alumnos a los que les esperan sus progenitores. De esta manera, cuando comience a disparar toda su artillería, logrará abatir el mayor número de niños y adultos. Realizada la hazaña con la precisión característica del soldado americano que está preparado para cualquier eventualidad, mientras algún padre ya ha llamado a los SWAT. Los padres americanos están entrenados para hacer frente a situaciones de violencia porque les enseñan en la escuela el manejo de las armas y cómo repeler acciones inesperadas.. Al tomar posición este cuerpo militar de élite, altamente especializado técnica y psicológicamente, rodean al héroe, el comandante le comunica por el altavoz: “Entréguese, está rodeado”. Efectivamente, más de cien superhombres armados hasta los dientes se posicionan para la operación, mientras, sienten en sus pechos henchidos de patriotismo que se disponen a realizar un servicio a la sociedad. El marine, impertérrito, no responde, pero se oye un disparo final. Como exige el ritual, el soldado se dispara un tiro en la sien esparciéndose los sesos a su alrededor. Los SWAT lamentan el final porque su profesionalidad ha quedado humillada, pues el happy end del espectáculo exige que sean ellos los que le acribillen para vengar las muertes de aquellos inocentes americanos y de sus hijos que han tenido la fatalidad de tocarles a ellos ser protagonistas. En el Senado habrá una interpelación al Gobierno que servirá para reiterar que la manera de evitarse esas masacres hay que estimular a la ciudadanía para portar armas y no dejarse intimidar por los que proponen su prohibición. Es que es un derecho constitucional, argumenta “National Rifle Assotiation”..
No hay comentarios:
Publicar un comentario