SEMBRAR VIENTOS, RECOGER TEMPESTADES.
Lamentablemente la judicatura española está de rabiosa actualidad y no por cumplir con su excelsa misión de impartir justicia , sino porque sus sentencias son revocadas por tribunales europeos por su particular forma de interpretar los principios del derecho, aunque cumple con extremo rigor las leyes que conforman la legislación española y es lo que constituye su calvario a la hora de ser interpretadas por los tribunales internacionales. Ahora el turno es del Supremo: un tribunal belga niega a España la extradición de Lluis Puig ,ex consejero de Cultura de la Generalitat, porque acusa al juez del Supremo, Pablo Llarena, de carecer de competencia para ello al no existir aforamiento. Le explica que debía haberlo pedido un tribunal catalán. Sería escarnio hacer un relato de los revolcones que están soportando los diversos tribunales españoles cuyos jueces que los componen necesitarían un curso acelerado sobre rudimentos del derecho y a tramitar la documentación para coordinar los juzgados españoles con los de los diferentes países con los que se relacionan habitualmente. Aunque quizá, sería preferible seleccionar un equipo de jueces que hayan viajado por el extranjero, sepan idiomas y asuman que saber de memoria tantas leyes no es condición imprescindible para ser juez, sino una limitación. Así podrían acceder a los diferentes órganos judiciales y a las facultades de derecho de Europa para que moderen su autoestima, tal como se evidencia en los frecuentes autos en los que los tribunales europeos revocan las sentencias de los españoles más significativos a veces por causas tan prosaicas como ignorar trámites elementales que obligan a sobreseer expedientes desdeñando a magistrados que en España son reverenciados, pero que tienen que pasar por la humillación de ver sus sesudas sentencias invalidadas. Aunque son más sangrantes las que afectan a los principios del derecho. La justicia española, como dijo un político andaluz, “es un cachondeo”
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