CONFESIONES DE ERLANTZ
Me ha llamado mi amigo Erlantz porque quiere charlar conmigo. Le he notado hundido y le he invitado
a comer. Me ha dejado preocupado porque
me ha insinuado que no tiene ganas de vivir. A su mujer le han despedido del
despacho en el que trabaja de abogada, con una indemnización de 50.000 €. En su
empresa las cosas van mal y le ha pedido el gerente que haga un plan de reestructuración para despedir el 25% de los trabajadores. Le
ha presentado una lista con los nombres y el gerente la ha rectificado pues
incluye a Erlantz y al ingeniero jefe de proyectos. Dice el gerente que el
ingeniero tiene un coste excesivo y que con los nuevos programas informáticos el
trabajo lo puede hacer un becario. Su puesto de Jefe de Administración será desempeñado
por un nuevo economista con un sueldo la
cuarta parte del suyo. Ante el disgusto de Erlantz le propone seguir en
plantilla pero con una rebaja del 50%;
la alternativa es el despido. Tiene una hija estudiando medicina en el Opus en Navarra
y la otra en Ayalde y empezará el año que viene ingeniero. Hasta ahora han
tenido ingresos de unos cien mil € entre ambos y calcula que se le reducirían a
unos treinta mil. Tiene una hipoteca mensual de 1500 € para la compra de un
magnífico chalet. Además un apartamento
en la costa. Llevan un alto tren de vida, pues pertenecen a un club de máximo
nivel, salen a cenar habitualmente y suelen hacer frecuentemente viajes de placer.
Quiere desahogarse porque no sabe qué hacer, pero descarta cualquier plan de reducción
de sus gastos porque no se siente capaz de soportar la humillación que ello le
produciría entre sus amigos. Cuando le he dicho que la única solución sería
llevar las hijas a la universidad pública, vender el chalet para irse a una
casa de pisos y el apartamento, me ha respondido que no puede perder su status
social, que no quiere consejos, sólo
desahogarse con su mejor amigo. Fue el que mejores notas sacó en la
universidad, estuvo trabajando en EEUU y vino a España fichado por una empresa
importante. Siempre buscó su propio beneficio y fue poco solidario. Me duele
verle sin fuerzas, aunque no me sorprende que no sea capaz de adaptarse a las
nuevas circunstancias que le ha deparado la vida. Ahora comprendo que para
triunfar hay que ser listo, pero para ser feliz es necesario saber adaptarse a
las circunstancias. Los listos no suelen dejarse aconsejar y lo siento por
Erlantz.
1 comentario:
Yo también lo siento por Erlanz; no ha tenido la "suerte" de la inmensa mayoría de los mortales de tener que hacer muchos números para llegar a fin de mes.
Un abrazo Javier, y mi más ferviente enhorabuena por la agudeza de tus comentarios de la más rabiosa actualidad.
Pero de paso, no puedo dejar de comentar la impresentable actitud del empresariado que juega con los destinos de las personas.
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