lunes, 1 de febrero de 2016

CONFESIONES DE ERLANTZ



CONFESIONES DE ERLANTZ
Me ha llamado mi amigo Erlantz  porque quiere  charlar conmigo. Le he notado hundido y le he invitado a comer.  Me ha dejado preocupado porque me ha insinuado que no tiene ganas de vivir. A su mujer le han despedido del despacho en el que trabaja de abogada, con una indemnización de 50.000 €. En su empresa las cosas van mal y le ha pedido el gerente que haga un plan de reestructuración  para despedir el 25% de los trabajadores. Le ha presentado una lista con los nombres y el gerente la ha rectificado pues incluye a Erlantz y al ingeniero jefe de proyectos. Dice el gerente que el ingeniero tiene un coste excesivo y que con los nuevos programas informáticos el trabajo lo puede hacer un becario. Su puesto de Jefe de Administración será desempeñado por un nuevo economista con un sueldo  la cuarta parte del suyo. Ante el disgusto de Erlantz le propone seguir en plantilla pero con una rebaja del  50%; la alternativa es el despido. Tiene una hija estudiando medicina en el Opus en Navarra y la otra en Ayalde y empezará el año que viene ingeniero. Hasta ahora han tenido ingresos de unos cien mil € entre ambos y calcula que se le reducirían a unos treinta mil. Tiene una hipoteca mensual de 1500 € para la compra de un magnífico chalet. Además  un apartamento en la costa. Llevan un alto tren de vida, pues pertenecen a un club de máximo nivel, salen a cenar habitualmente y suelen hacer frecuentemente viajes de placer. Quiere desahogarse porque no sabe qué hacer, pero descarta cualquier plan de reducción de sus gastos porque no se siente capaz de soportar la humillación que ello le produciría entre sus amigos. Cuando le he dicho que la única solución sería llevar las hijas a la universidad pública, vender el chalet para irse a una casa de pisos y el apartamento, me ha respondido que no puede perder su status social,  que no quiere consejos, sólo desahogarse con su mejor amigo. Fue el que mejores notas sacó en la universidad, estuvo trabajando en EEUU y vino a España fichado por una empresa importante. Siempre buscó su propio beneficio y fue poco solidario. Me duele verle sin fuerzas, aunque no me sorprende que no sea capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias que le ha deparado la vida. Ahora comprendo que para triunfar hay que ser listo, pero para ser feliz es necesario saber adaptarse a las circunstancias. Los listos no suelen dejarse aconsejar y lo siento por Erlantz.


1 comentario:

Fede dijo...

Yo también lo siento por Erlanz; no ha tenido la "suerte" de la inmensa mayoría de los mortales de tener que hacer muchos números para llegar a fin de mes.
Un abrazo Javier, y mi más ferviente enhorabuena por la agudeza de tus comentarios de la más rabiosa actualidad.
Pero de paso, no puedo dejar de comentar la impresentable actitud del empresariado que juega con los destinos de las personas.