DE PROFESION: POLITICO
A la entrada de una conferencia se formó una breve cola para
acreditarse en el control de acceso. Una persona de la organización pregunta al interesado: Profesión?.
“Político”, responde ufano mirando hacia los que hacían cola detrás de él. Uno de
ellos dice en voz baja: “O sea, ninguna”. El político le oyó, poniéndose a
discutir, con el correspondiente regocijo de los restantes, jóvenes en su
mayoría, que esperaban su turno. Lo que siguió carece de interés para el relato.
Pero parecía que quedaba en el ambiente
la sorpresa de que haya gente que declare como profesión ser político, pues, además del descrédito que
han acumulado con la corrupción, promesas incumplidas y su actitud mendicante
cuando piden el voto en las elecciones y soberbia cuando lo han logrado,
sorprende que alguien se califique de político y le dé carácter de profesión,
como si fuera cantante, artista de cine, futbolista o simple conseguidor. Están
tan desacreditados y son tan incapaces
de entender los reproches de la ciudadanía, que se sienten felices aunque se hayan
convertido en el muñeco con el que se
hacen bromas y salir en viñetas de
comics como fuente de inspiración de los caricaturistas que les toman como histriones para divertir a los lectores.
Ciertamente no todos son tan
superficiales, pero la fama se la han ganado todos porque la política se ha
convertido en el medio de vida de muchos
mediocres que han descubierto un camino fácil para medrar, afiliándose a los
partidos transformados en agencias de colocación para sus afiliados y trampolín
para saciar su pasión por la popularidad y la fama. No se entiende que la dedicación al
servicio de la comunidad se haya convertido en profesión, pues el paso por la
política debería considerarse como un paréntesis en la vida profesional de los
ciudadanos con vocación social. y, por tanto, quien pretende gorronear toda su
vida en puestos políticos es lógico que se busque lo que le resulte lo más rentable y dure hasta la
eternidad, tanto en términos económicos, como para crearse un mundo de relaciones para que su paso
por la política le sea rentable, sin que su “pasión por el servicio público”
tan manoseado como slogan le importe en exceso. La regeneración de la política
debería empezar por ellos.
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