miércoles, 3 de febrero de 2016

UN DIOS NECESARIO



UN DIOS NECESARIO
Viendo las imágenes  de los emigrantes sirios que huyen  de Turquía en frágiles embarcaciones con familias enteras con niños,  condenados  muy probablemente a morir  ahogados o de frío y considerando la criminal actuación de las autoridades europeas que prometen  la entrada  a 160.000, pero realmente sólo admiten  335, se pierde la fe en la condición humana. Duele experimentar  esa  indiferencia ante tales crímenes, a lo que añadir  nuevas medidas que se están implantando para cerrarles las fronteras. Crueldad que nos debería  avergonzar por pertenecer al mismo género humano de esos políticos y expertos que carecen de entrañas. Ante esta sensación dolorosa por no poder hacer nada y con la responsabilidad moral que todos tenemos ante esta sensación de inhumanidad, habrá que reflexionar porque esas vidas  no deben perderse en el anonimato y que los gobernantes han de responder  ante tales horrores  que son causantes. Por eso hay,  tiene que haber, un ser superior que en algún momento exija justicia y reconozca la dignidad a esos seres indefensos que sucumben en las frías aguas del mar o arriban a Grecia para continuar  su éxodo a ninguna parte. Nos impactan las imágenes alarmados y maldecimos a los gobernantes, pero sin dar un solo paso efectivo para exigir una solución o al menos mostrar nuestra protesta porque las autoridades les  ignoren,  convirtiéndoles en un episodio molesto que se quiere ocultar para no provocar sobresaltos a la población de los países europeos que simula solidaridad lo que realmente es humillante limosna para soslayar la responsabilidad moral  acallando la conciencia con lágrimas de cocodrilo para no solucionar nada. Estas tragedias no pueden quedar impunes, alguien tiene que exigir cuentas a esos políticos inmorales y hacer justicia a estos hermanos indefensos que los gobiernos  invisibivilizan para tranquilizar nuestras conciencias. Han cerrado las fronteras a niños y madres que van muriendo desesperados en las gélidas aguas de mar o en las alambradas de la  civilizada Europa que manda sus ejércitos para defendernos de las hordas orientales que nos invaden y nos quitan  la “paz y tranquilidad”. Si no hay un dios que juzgue a estos políticos indignos  y dignifique estos seres indefensos, debería haberlo, de lo contrario,  nada  tiene sentido.


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