UN DIOS NECESARIO
Viendo las imágenes de los emigrantes sirios que huyen de Turquía en frágiles embarcaciones con
familias enteras con niños, condenados muy probablemente a morir ahogados o de frío y considerando la criminal actuación
de las autoridades europeas que prometen la entrada a 160.000, pero realmente sólo admiten 335, se pierde la fe en la condición humana.
Duele experimentar esa indiferencia ante tales crímenes, a lo que
añadir nuevas medidas que se están
implantando para cerrarles las fronteras. Crueldad que nos debería avergonzar por pertenecer al mismo género
humano de esos políticos y expertos que carecen de entrañas. Ante esta
sensación dolorosa por no poder hacer nada y con la responsabilidad moral que
todos tenemos ante esta sensación de inhumanidad, habrá que reflexionar porque
esas vidas no deben perderse en el
anonimato y que los gobernantes han de responder ante tales horrores que son causantes. Por eso hay, tiene que haber, un ser superior que en algún
momento exija justicia y reconozca la dignidad a esos seres indefensos que
sucumben en las frías aguas del mar o arriban a Grecia para continuar su éxodo a ninguna parte. Nos impactan las
imágenes alarmados y maldecimos a los gobernantes, pero sin dar un solo paso
efectivo para exigir una solución o al menos mostrar nuestra protesta porque
las autoridades les ignoren, convirtiéndoles en un episodio molesto que se
quiere ocultar para no provocar sobresaltos a la población de los países
europeos que simula solidaridad lo que realmente es humillante limosna para
soslayar la responsabilidad moral acallando
la conciencia con lágrimas de cocodrilo para no solucionar nada. Estas
tragedias no pueden quedar impunes, alguien tiene que exigir cuentas a esos
políticos inmorales y hacer justicia a estos hermanos indefensos que los
gobiernos invisibivilizan para
tranquilizar nuestras conciencias. Han cerrado las fronteras a niños y madres
que van muriendo desesperados en las gélidas aguas de mar o en las alambradas
de la civilizada Europa que manda sus ejércitos
para defendernos de las hordas orientales que nos invaden y nos quitan la “paz y tranquilidad”. Si no hay un dios que
juzgue a estos políticos indignos y dignifique
estos seres indefensos, debería haberlo, de lo contrario, nada
tiene sentido.
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