PONERSE EN EL LUGAR DE RAJOY.
Rajoy se ha equivocado muchas veces, alguna la ha reconocido,
como cuando dijo por error que “todo lo manifestado por Bárcenas es falso ,
menos algunas cosas…”, pero el principal ha sido su decisión de mantenella y no enmendalla,
no querer reconocer que ha mentido y así se ha visto obligado a soportar su
postura ya insostenible. Cuando empezó el escándalo de los trajes de Camps y
otros menores, debió salir ante el público y reconocer los errores y lo que
pudiera haber de engaño a la opinión pública. En realidad la ciudadanía lo que
quiere es que se le gobierne con la verdad, aunque sea dura y duela. El caso de
Clinton con la Lewinski fue paradigmático: mientras el presidente negaba
aquella relación, la prensa le cercó mediáticamente, por eso tomó la sabia
decisión de declararse culpable, utilizando eufemismos para que no fuera excesivamente
descarnado. Y la población lo aceptó, lo olvidó y Clinton volvió a triunfar en
las elecciones siguientes. Pero querer salir Rajoy del apuro, primero con
pequeñas mentiras, luego, cada vez más graves e inverosímiles, buscando
justificación a lo que no la tiene, se parece al error del niño que miente y al que la madre le
ha descubierto, y que ahora se cosechan
las consecuencias, por otra parte lógicas. Ya no es tiempo de acudir al Congreso
a declarar lo que todas las evidencias demuestran que se ha creado una bola
gigantesca de mentiras, engaños y disculpas en las que está involucrado todo su
partido, está paralizando la acción del gobierno y la de todo el país porque
tiene que vivir exclusivamente para defenderse de todos los disparos que le
llegan de todas las direcciones. Quien se imagina al hierático y asustadizo
Rajoy en su intervención ante el Congreso en agosto último, reconociendo que había
cobrado en negro, que lo declarado por
Bárcenas y sus anotaciones contables son ciertas, que mandó destruir las discos
duros de un ordenador bajo control judicial, que Cospedal, a pesar de su verborrea
se metió en un jardín y al final le salió su célebre “indemnización en diferido….” Se ha
creado tal engendro sobre mentiras, que si las reconociera públicamente ahora,
los destrozos tendrían consecuencias incalculables, quizá incluso tener que
declarar ante un juez y ser declarado culpable él y toda la nomenklatura de su
partido.. A pesar de la mayoría absoluta que tiene en el Congreso, ya no le vale
para nada. Es que, Sr. Presidente, mentir es pecado, además de que no es
rentable en absoluto. “Antes se coge…” Esa es la tragedia: ya no es tiempo de
arrepentimientos, ahora está condenado a empujar siempre la piedra como Sísifo, con la certeza de que volverá a rodar
otra vez y deberá empujar de nuevo… Hasta
cuándo, Catilina?
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