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LA SINGULARIDAD DE LOS FUNCIONARIOS EN LA CRISIS
A pesar de que puede
ser doloroso ver que se congela el
sueldo a los funcionarios por cuarto año consecutivo, es más trágico que haya
más de tres millones de desempleado que no reciben ni siquiera el subsidio y que no tengan
expectativa de volver a trabajar nunca más. Sin embargo los funcionarios han perdido capacidad de compra, sí, pero
tienen garantizados sus puestos de trabajo. Ello supone una discriminación, al observarse la
vigorosa defensa de sus derechos como
funcionarios, pero que no muestren
ninguna solidaridad en favor de esos parados. Los funcionarios estaban
acostumbrados a ser intocables y los problemas de los trabajadores privados les
eran ajenos. Ahora que ven afectados sus derechos se defienden apelando a la
solidaridad, cuando hay otros colectivos olvidados porque tienen escaso poder
de convocatoria. Sería injusto generalizar la crítica a todos ellos: el personal
de la sanidad pública es un ejemplo de
entrega, profesionalidad y afecto por los enfermos. Lo mismo habría que decir
de los docentes, que tienen que bregar con la maravillosa, pero dura
responsabilidad de educar a nuestra juventud, haciéndolo con plena
profesionalidad. Pero existen colectivos que no tienen el reconocimiento ni la
comprensión de la población por su actitud despectiva: los ertzianas que se
dedican a aporrear a ciudadanos por el delito de manifestarse por no tener trabajo
y les embargan la vivienda por no poder atender el pago de sus hipotecas..
Disparan sus fusiles con saña a bocajarro y se ocultan detrás de pasamontañas para no ser identificados. El personal de los juzgados que van a los
domicilios que el juez determina embargarles la vivienda y lo hacen impávidos,
como si estuvieran rellenando estadillos. Los jueces insensibilizados, que
imparten sus sentencias sin tener en
cuenta que esos enjuiciados son seres humanos. Que en los juicios tienen
actitud de señores feudales y que mantienen una parafernalia intimidatoria, ante
la cual el reo debe añadir a la tensión de la sentencia que espera, el
desprecio e ignorancia del juez, quien con una actitud distante, cuando no humillante,
le hace sufrir innecesariamente para mantener el espíritu medieval
inquisitorial de los juicios y lo aleatorio de las condenas. Tampoco son estimados los inspectores de hacienda que
someten a temibles sesiones de revisión fiscal a pequeños contribuyentes, pero
que se muestran sumisos y aplican la ley en los términos que favorezcan
al gran defraudador que se ha constituido en el héroe envidiado por los insignificantes
súbditos que carecen de quien humanice la justicia y tienen que pagar el afán
de protagonismo de estos jueces soberbios que creen que la sociedad no les
admira como ellos creen merecer.. Por eso, habrá que ser críticos con esas
manifestaciones reivindicativas de esos funcionarios que, bajo apariencia de servidores de los ciudadanos,
realmente buscan seguir siendo cuerpos privilegiados que no quieren someterse a
las medidas de austeridad general que se imponen a toda la población. Habría
que aplicar a esos funcionarios prepotentes el dicho: “Un tipo listo siempre
tiene razón, aunque se equivoque”.·
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