viernes, 20 de abril de 2018

¡ ES LA ECONOMIA, IMBECIL !


¡ES LA ECONOMÍA, IMBÉCIL!
El colegio de Economistas de Bizkaia  ha pasado una encuesta a sus afiliados para investigar su opinión sobre la conveniencia de impartir una asignatura de economía obligatoria en las fases de primera enseñanza e intermedias. Realmente es una buena iniciativa, pero sorprende que aun no se forme a los niños y  jóvenes en una materia tan básica, aunque se les empapuce con religión como si fueran teólogos  o  gramática como para entrar en la RAE. No es extraño ver a ingenieros,  notarios o inminentes técnicos saliendo satisfechos de un banco con una manta o una aspiradora debajo del brazo que  la han regalado por suscribir  preferentes, seguros subprime o basura financiera porque  dan una rentabilidad superior al  de mercado, pero con gusano y se convierten en pasto  reclamando en juzgados porque haber perdido la inversión.. Estos  cualificados técnicos  pueden ser directores de grandes empresas, a quienes  los asuntos financieros los consideran un mal menor y se los encomiendan al contable. Así es que empresas con expectativas favorables de la noche a la mañana suspenden pagos porque les falla la maldita  tesorería. Parece increíble que en una sociedad moderna tan evolucionada no se inicie a  niños y niñas desde el primer momento en el  conocimiento de  la  economía y se   limite a la paga semanal, al precio de los aparatos informáticos o el de los coches. Pero es que el problema trasciende al ámbito de los universitarios, pues la mayor parte son incapaces de realizar una gestión de cierta complejidad con seguridad  y que no quede a la espera de la  aleatoriedad, argumentando que “los temas económicos  prefieren evitarlos”. Ello  significa no planteárselos y por tanto, con  la certeza del fracaso. Así es que la ciudadanía tiene terror a los bancos, pues aunque dominen otros  conocimientos, si huyen de la economía porque no se les preparó en el periodo de formación, y  se convierten en presa fácil de gestores mediocres de bancos,   que se aprovechan de la candidez tradicional del cliente ignorante que se confía en cuerpo y alma al  director de la sucursal que, quizá,  se conocen  desde niños. Así, el fracaso está garantizado y las crisis económicas nos afectarán con mayor virulencia y frecuencia. Este desinterés por el conocimiento de la ciencia económica, sin embargo,  es sutilmente potenciada por el sistema financiero y los políticos que les rescatarán con fondos público cuando inexorablemente aparezca la crisis.


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