¡ES LA ECONOMÍA, IMBÉCIL!
El colegio de Economistas de Bizkaia ha pasado una encuesta a sus afiliados para
investigar su opinión sobre la conveniencia de impartir una asignatura de
economía obligatoria en las fases de primera enseñanza e intermedias. Realmente
es una buena iniciativa, pero sorprende que aun no se forme a los niños y jóvenes en una materia tan básica, aunque se
les empapuce con religión como si fueran teólogos o
gramática como para entrar en la RAE. No es extraño ver a ingenieros, notarios o inminentes técnicos saliendo satisfechos
de un banco con una manta o una aspiradora debajo del brazo que la han regalado por suscribir preferentes, seguros subprime o basura
financiera porque dan una rentabilidad superior
al de mercado, pero con gusano y se
convierten en pasto reclamando en
juzgados porque haber perdido la inversión.. Estos cualificados técnicos pueden ser directores de grandes empresas, a
quienes los asuntos financieros los
consideran un mal menor y se los encomiendan al contable. Así es que empresas
con expectativas favorables de la noche a la mañana suspenden pagos porque les falla
la maldita tesorería. Parece increíble que
en una sociedad moderna tan evolucionada no se inicie a niños y niñas desde el primer momento en el conocimiento de la economía y se limite a la paga semanal, al precio de los
aparatos informáticos o el de los coches. Pero es que el problema trasciende al
ámbito de los universitarios, pues la mayor parte son incapaces de realizar una
gestión de cierta complejidad con seguridad y que no quede a la espera de la aleatoriedad, argumentando que “los temas
económicos prefieren evitarlos”. Ello significa no planteárselos y por tanto, con la certeza del fracaso. Así es que la ciudadanía
tiene terror a los bancos, pues aunque dominen otros conocimientos, si huyen de la economía porque
no se les preparó en el periodo de formación, y se convierten en presa fácil de gestores
mediocres de bancos, que se aprovechan de la candidez tradicional
del cliente ignorante que se confía en cuerpo y alma al director de la sucursal que, quizá, se conocen desde niños. Así, el fracaso está garantizado
y las crisis económicas nos afectarán con mayor virulencia y frecuencia. Este
desinterés por el conocimiento de la ciencia económica, sin embargo, es sutilmente potenciada por el sistema
financiero y los políticos que les rescatarán con fondos público cuando
inexorablemente aparezca la crisis.
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