REBELARSE CONTRA LAS LEYES INJUSTAS
Ada Colau ha declarado que no cumplirá las leyes que
considere injustas. Como es lógico, la caverna mediática está escandalizada
y dispara su artillería pesada. Desde un
punto de vista filosófico, Santo Tomás, considerado como el teólogo en el que
se han basado las doctrinas sobre la obligatoriedad de las leyes, en La Suma Teológica manifiesta: “Cuando
una ley manda realizar un mal grave, nunca es lícito observar esa ley” El quid
es definir cuáles son esas leyes injustas y sobre todo, las consecuencias que se deriven para quien las incumple. En ese aspecto no parece que
Colau tenga ninguna duda al asumir los riesgos de su insumisión y, a pesar de ello, mantiene sus convicciones. En
las constituciones modernas de estados con profundas convicciones democráticas,
existe la cláusula de “objeción de
conciencia” que opera cuando alguien considera que obedecer estas leyes
consideradas injustas atenta gravemente contra su conciencia. Ejemplos los
tenemos por doquier. Pero, al margen de filosofías y teorías, la decisión
valiente de la candidata a alcaldesa de Barcelona debería hacer reflexionar a
los legisladores y jueces que con profusión promulgan leyes que protegen los
intereses del Príncipe, sean o no justas. Les es indiferente, aducen el “estado
de derecho”, lo que presupone que comete delito quien no las acata.. Por lo
visto, salvar a los bancos de la
quiebra, malgastar dinero en armas y soldados, desahuciar, todas esas leyes que amparan esas tragedias y
no se remedian no son injustas.. Jueces progres en tertulias y entrevistas expresan opiniones
críticas, pero sus sentencias mantienen el tono tradicional. Argumentan que su
misión no es cambiar las leyes, son sólo sus intérpretes. Deberían hacer
interpretaciones imaginativas de la ley favoreciendo a la ciudadanía. Claro que tiene
riesgo porque pueden herir “susceptibilidades”. Una cosa es ser juez
“estrella”, pero otra la justicia
popular sin compromisos. Intentos de impartirla con imparcialidad, como Elpidio, Castro y pocos más, terminan ellos de víctimas. Los jueces miran con un ojo a los que mandan y con otro a
los revolcones del TEDH. Para lograr realmente
un cambio en la justicia deberían de cargarse de valor, arriesgar denunciando
presiones e insinuaciones, aunque tengan que renunciar a ascender en el
escalafón.
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