miércoles, 5 de febrero de 2020

LOS PACIFISTAS PROVOCAN LAS GUERRAS


LOS PACIFISTAS PROVOCAN LAS GUERRAS.
Con ocasión de la crisis entre Iran y EEUU, Mike Pompeo arremetía contra los que opuestos a  las guerras, porque –aducía- con su actitud de cesión y su afán de no provocar enfrentamientos son los provocadores de los conflictos.  No es el único que reflexiona en estos términos. En general  todos estos iluminados célebres por sus hazañas han culpado a los pacifistas de que su actitud tolerante termine por provocar situaciones más complejas que las que desean evitar. Les  acusan de ir en contra de la naturaleza  de las relaciones entre personas y pueblos. En realidad la guerra  tradicionalmente se considera un arte que profesan   personajes ociosos que desarrollan sus instintos de superioridad  sobre los que consideran que la guerra es una de las plagas de la antigüedad. Ni qué decir tiene que los pacifistas  tienen perdida la lucha en la  que se enfrentan con los que justifican la guerra. No hay muchos motivos para sentirse esperanzados a juzgar por lo que  eufemísticamente   llaman los estados modernos “Defensa”. Hay escasos argumentos para responder a los que están por la guerra porque tienen la fuerza bruta  que carecen los pacifistas,  les desprecian porque incluso trivializan  su  opinión en contra de la violencia, pues se les acusa de ser los que alimentan las tensiones. Son los que motivan a los militares que constituyen una clase  social que consume renta inútilmente que detraen de la sociedad civil para popularizar las “virtudes típicas militares" y que los gobiernos potencian como  fuentes del progreso, aunque a costa de dolor y  muerte, aunque se convierte en el factor multiplicador  de la actividad industrial y mercantil. En su cinismo hasta  publican literatura en pro de la paz. La única esperanza para  los pacifistas radica en  convencer a los militares de que en las guerras pierden todos, incluso los que las ganan. Pero  los que hacen de la violencia un medio de vida es un colectivo sin arraigo, aunque no son capaces de comprender que, como el alacrán de la fábula, por  su instinto guerrero  necesita matar aunque sea a quien les  ayude a vivir.



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