sábado, 23 de diciembre de 2017

EL ZUMBIDO DEL ABEJORRO




  EL ZUNBIDO DEL ABEJORRO
Recientemente he tenido que soportar un extenuante control de alcoholemia de la ertzaintza un domingo a las 13.00 h. a la salida de Bilbao. Para esa hora los borrachos ya estarían en sus domicilios y serían inútiles los controles. Había no menos de cinco furgonetas con su personal,  que podrían sumar entre  treinta y  cuarenta agentes ociosos,  quienes  charlaban y fumaban distendidamente, mientras  la inspección la  ejecutaba  uno único que con toda parsimonia e incluso  desgana daba paso a los desesperados conductores de la cola. Sus conversaciones eran como el zumbido del abejorro: risas flojas, bromas y gritos como si fueran  niños en el recreo.  Allí todo era rutina y  carencia total de organización. Una vez más el espectáculo muestra  que  el índice de policías por habitante de la CAPV es desproporcionado y  que genera una sensación de agobio  en la ciudadanía, por lo que habría que adecuarlo en función del contexto de paz que disfrutamos. En lugar de insistir en  pedir  convocar nuevas promociones, sería lógico que se fuera reduciendo su número a medida que se  jubilen  para adecuar el índice a parámetros de países con más libertades, tal como nuestras autoridades alardean. Porque, además, la guardia civil y los nacionales nos reciben encantados  en sus correspondientes controles en los que  son protagonistas sus agentes con el ceño fruncido,  apuntado con sus ametralladoras  y revisando con máximo celo  todos los coche  ocupados por gente  cuya aparente  sospecha es ser joven y con más rigor  aun si tiene barba. Como el control  era de una lentitud desesperante, los que lo soportábamos nos entreteníamos  fijándonos en el aspecto externo de los agentes  que tomaban el sol y cuya misión asignada  parecía ser hacer bulto e incordiar a los conductores, pues todos ellos daban la sensación de carecer de aspiraciones personales más allá de conservar sus cómodos y bien retribuidos puestos, pedir mejoras laborales  sin límite y jubilarse pronto  argumentando las especiales características de la profesión. Las furgonetas desordenadas que estaban molestando a los peatones daban la sensación de querer emular al ejército de Pancho Villa.  Curiosamente al llegar al control me dirigí al agente en euskara, pero me respondió en un perfecto español que siguiera:  no tuve ni que parar. Actuarían como los Mossos D¨Esquadra el 1 de octubre si llegara el caso

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