UN DIALOGO TEMIDO.
Conozco un “eskale” con el que suelo pararme a charlar. Me cuenta parte de su vida y sus inquietudes. Reconozco que me cuesta porque se me plantean cuestiones personales sobre la justicia de mi estatus social comparado con el suyo sin tener otro argumento justificativo que él es emigrante. Persona culta y educada, pues habla un buen español y escucha con atención . Viene de un país del este, no sé cual. Es músico y debió pertenecer a una orquesta sinfónica, pero emigró a Barcelona y después recaló aquí. Parece que recibe alguna ayuda del GV que le permite supervivir y se considera satisfecho. Realmente cuando hablo con él me queda una sensación amarga, pues se siente discriminado por la gente de aquí a la que considera racista, aunque a veces se encuentra con alguien que se para a hablar con él, lo agradece, pero lo considera paternalismo, pues le queda muy claro que él es el mendigo y nosotros los que damos limosna y se siente humillado, aunque me confiesa que ha perdido mucho de la dignidad que le llevó a emigrar. Cuando hablamos de asuntos humanos me dice que prefiere no profundizar, pues se rebela y se pasa varios días inquieto. A veces le planteo por qué no trata de reaccionar y salir de la indiferencia en la que se ha precipitado si tiene inquietudes y podría encontrar alguna oportunidad en alguna orquesta o en un trabajo retribuido que le saque de la calle. También a mi me afecta , pues quisiera ayudarle a solucionar su problema que no está en mis manos, sino que debería ser un asunto que compete a los organismos públicos y que a la ciudadanía nos afecta sólo sentimentalmente, pues pienso que para eso pagamos los impuestos, para acoger a emigrantes como fuimos acogidos los vascos cuando nuestros bisabuelos tuvieron que emigran a Argentina, Uruguay o Cuba. Tiene razón esta persona noble que nuestra actitud es paternalista, pero es que no tenemos otra solución. De hecho a veces evito encontrarme con él porque me produce cierta inquietud moral. Se me revuelven las tripas pensando que aquí existe organizado un sistema de caridad que parece que nos justifica la mala conciencia íntima que produce la injusticia de pertenecer a una sociedad de clases sociales tan poco permeables.
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