lunes, 2 de septiembre de 2024

LA DAMA DE ELCHE

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LA DAMA DE ELCHE
Hace unos días he estado en Elizondo con la intención de disfrutar de aquella tierra que me trae ruerdos inolvidables. Suelo ir a pasar las fiestas allí. Cuando vuelvo otra vez aquí me entra una sensación de tristieza y nostalgia que no sé si es masoquismo, pues vuelvo todos los años.
El recuerdo me viene porque hace muchos años estuve en Erratsu tres meses en un caserío para aprender euskara. Exactamente estaba en el barrio de Gorostapolo y el caserío está junto a la catarata de Xorroxin. Un paisaje de ensueño. Todas las mañanas iba a clase de euskara en el euskaltegi de Elizondo en el que me encontraba con un buen grupo de alumnos y alumnas procedentes de todos los puntos de Euskal Herria. Era duro el sistema, pero el ambiente  inmejorable. Solíamos encontrarnos en Elizondo  los fines de semana  para merendar, tomar unos vinos, jugar al frontón y si había baile, pues a ligar si se podía. En el pueblo la gente nos trataba con todo cariño, pues además de la alegría que llevábamos, gastábamos en las tiendas y restaurantes y érmos la alegría de un pueblo que estaba lleno de gente mayor, increíblemente amable. Además, oirles hablar con su acento y  cierto tono de canción era como escuchar el canto de un jilguero. Yo procuraba provocar conversaciones con la gente que iba paseando o me encontraba en una tienda o en el baile: me apreciaban y yo les apreciaba.
Un día fui a la farmacia a comprar creo que hojas de afeitar. Salió una chavala de unos 20 años que me saludó en euskara con una sonrisa que me cautivó. Su tono de voz era aun mas parecido   al de un jilguero que el de  la mayoría de la gente. Le pregunté su nombre y sonriendo me dijo que no me lo quería decir.
El fin de semana siguiente había una verbena en la plaza y el ambiente era fabuloso: bailes vascos que la gente del pueblo danzaba con armonía y seriedad. Aquello era como estar en una sesión de ballet, pero con el pueblo en danza. Entre los que bailaban estaba la dependienta de la farmacia, que me miró y se sonrió a pesar de que todos baliaban muy serios y centrados.  Claro, los del euskaltegi no sabíamos aquel tipo de baile que era típico  del Baztan.
Al terminar el baile se me acercó la dependienta y me dice:
-Me llamo Ainhoa.
Y se marchó con su grupo de amigos y amigas. Yo estaba con mis compañeros y compañeras del euskategi. De nuevo vino Ainhoa para decirme sonriente:
-Qué!, os animáis a juntaros con nuestro grupo?
Nos pareció bien, así que formam un grupo de alrededor de veinte o venticinco chicos y chicas. Empezó el baile, pero ahora era agarrado. Le pedí a Ainhoa que bailara conmigo. Salimos a la pista y a pesar de mis dificultades para hablar euskara, ella no dejaba de hablarme en ese idioma  a pesar de que yo me tenía que auxiliar continuamente con el español.  Le di un nombre falso que se me. ocurrió sobre la marcha: Frank  Que era de Bibao y que estaba en el euskaltegi  de Elizondo, pero que vivía en Gorostapolo. Que venía todas las mañanas a clase y que me volvía hacia las 12 a Erratsu.
 Nos hicimos una foto todos juntos y otras por  grupos por su lado,
Nos despedimos porque yo quería estar en casa antes de las 10 de la noche, pues mi familia, que era realmente como la mia  quería que cenara con ellos al menos los domingos. Tanto me querían. Yo también les quería  y prueba de ello es que todos los años voy en fiestas a su casa.
Como todos los días iba a Elizondo, procuraba tener algo que comprar en la farmacia para ver a Ainhoa, que me recibía con aquella sonrisa luminosa que me gustaba tanto. Un día le pregunto:
-Qué vas  a hacer ese fin de semana?-
Me responde:
-Y a ti qué te importa- me dice sonriendo.
-No, nada, sólo quería invitarte a un café si te hubiera apetecido. Pero ya veo que eres muy navarra.
Una tarde de un domingo me la encontré con su grupo de sus amigas y amigos y les dijo que se quedaba con un amigo de Bilbao. Aludía a mi.
Estuvimos charlando  paseando y le invité a un chocolate con pasteles e incluso le acompañé hasta su casa que estaba encima de la farmacia, pues era la hija del farmacéutico. Me dijo que estaba estudiando farmacia en Zaragoza. Al despedirme le quise dar un beso, pero ella se retiró  ofendida. La verdad es que cuando estaba enfadada estaba más atractiva aun.
Me sentó mal el desprecio y me marché sin siquiera despedirme de ella.
Al terminar el cursillo el ayuntamiento de Elizondo nos hizo una despedida en la sala de reuniones y como yo participé en un campeonato de pala era más conocido. Por eso el alcalde me llamó por el micro para recoger un recuerdo. Me negué porque me lo iba a dar  Ainoa. Ella insistió, pero me marché.

Pasados unos diez años participé en un concurso de cuentos que  convocó el ayuntamiento de Elche. Siempre había tenido afición por la literatura y me gustaba escribir, aunque me daba vergüenza que la gente lo supiera. Tuve que cumplir un protocolo que consistía en meter el cuento en un sobre con  un pseudónimo. Creo que era “Egunsentia”. En otro sobre los datos personales  míos.
Hace como medio año me llegó una carta del Ayuntamiento de Elche en el que se me comunicaba que había ganado el segundo  premio, que era de 300 € y que se me convocaba para la ceremonia de reparto de premios. Firmaba el comunicado la concejala de Cultura. Se llamaba Ainhoa Zapiain. Junto al documento oficial venía una carta escrita a mano en la que la concejala me decía que era la hija del farmacéutico de Elizondo con la que estuvimos un grupo de alumnos del euskaltegi. Que era  farmacéutica de Elche y que le gustaría que acudiera a  recoger el premio, pues quería disculparse por la falta de delicadeza que tuvo cuando quise darle un beso de despedida. Que lo entendió mal porque pensaba que quería aprovecharme de ella y que comprendía que me marchara sin despedirme. Si me decidía a ir me enseñaría  “La Dama de Elche” Que conicía mis datos personales porque los pidió  en el  euskaltegi de Elizondo .  Y me adjuntaba dos fotos, una era la del grupo que formamos  en el baile en Elizondo. En la otra  aparecíamos bailando ella y yo que nos hizo alguien sin  avisarnos.
No le contesté, pues aunque la había olvidado, tenía  cierto morbo el ver cómo acabaría todo aquella aventurilla. Pero decidí ir de incógnito  porque me parecía una casualidad volver a encontrarme con aquella mujer tan enigmática y que se me había presentado sin esperarlo.
Llegué a Elche el día anterior al reparto de premios. Fui a recorrer la ciudad y me encontré con  un letrero que decía: “Farmacia de  la Licenciada Ainhoa Zapiain”. Pasé por delante y creo que la vi, pero no estaba muy seguro
Al día siguiente fui a la ceremonia en la que había bastante público y me senté en una butaca en la parte trasera del salón.
El alcalde hizo la presentación del acto y a continuación apareció Ainhoa que , como concejala de cultura era la responsable de todo el acto protocolario. No puedo negar que al verla me dio una vuelta el corazón, pues  era más mujer, pero estaba como cuando quise besarla.
Leyó los nombres de los/as que habían tenido derecho a un accesit a los que se les entregaba un diploma. Fueron subiendo al  escenario. Después se empezaron  a leer los nombres de los premiados empezando por el tercer premio. Subió el premiado, el alcalde le hizo entrega de un diploma y de un sobre con el premio.
A continuación dijo mi nombre. Nadie respondía ni subía al escenario. Lo repitió varias veces, incluso llamó por el pseudónimo: “Egunsentia”. Nada, nadie aparecía. Ainhoa se puso nerviosa y finalmente dice con  voz sentida, pero con fuerza:
-Si no sube al escenario a recoger el segundo  premio   Frank o “Egunsentia” se declarará desierto. Y es una lástima, pues  según me han declarado los miembros del jurado era muy interesante y estaba muy bien escrito.
Tuve la tentación de subir al escenario pero preferí dejarle con la incógnita de cual sería  la razón de no querer tener yo ese instante de gloria que tienen todos los que reciben un premio en cualquiera de las modalidades culturales o artísticas. Aunque siempre me he considerado un cabezota y ese carácter me ha hecho sufrir a veces. Pero quise tener ese instante de venganza. Tanto me dolía su rechazo a mi beso lleno de ternura .Siempre  recordaré a Ainhoa y a Elizondo.

                      FIN
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