lunes, 17 de julio de 2017

EL RETRATO



EL RETRATO
-Tío, tengo una sorpresa para ti. Cuando quieras, ven a casa para que te lo enseñe.
Era la llamada de mi sobrina,  una excelente pintora y con la que tengo muchas afinidades intelectuales.
Fui a su casa  intrigado por lo extraña que me pareció su invitación.
Me llevó a su estudio y me enseñó un cuadro pintado por ella. Era un retrato  de mi padre, su abuelo.  Me emocioné, pues fue el alma de la familia: cariñoso, preocupado por la educación de los hijos, ocurrente,  culto,  y con un eterno espíritu juvenil.  Prestigiado  por su honestidad  y  profesionalidad. Todos nos sentíamos orgullosos por tener aquel padre. También los nietos le querían y él a ellos.
Ante el cuadro me quedé sin palabras, pues era  mi padre y lo había pintado  a partir de una fotografía. Estaba realizado con delicadeza, pues le había dado una expresión personal que iba más allá de los rasgos fríos de la fotografía..
Después de contemplarlo un buen rato me salió espontáneamente:
-Le has descubierto el alma. Qué inspirado está, tiene la misma mirada y el gesto de cuando  estaba entre nosotros. Es curioso, se parece a mí una barbaridad, es increíble.
Bueno, es que yo he sido el que más me  parecía a él. Me siento orgulloso.
Me responde  sorprendida:
-Pero si el del cuadro eres tú, no tú padre. Fíjate cuánto os parecéis.
Le respondo incrédulo:
-No puede ser. Somos muy parecidos, pero no hay duda que es él, no yo. Me quieres tomar el pelo.
_Tío, que no, que no, que eres tú, si lo sabré yo que soy la autora. He querido haceros este homenaje…,
Me quedé pensativo, no me lo podía creer,  pero me sentí satisfecho porque era un honor ser el heredero de la imagen  de aquel padre con quien me sentí siempre feliz y que gracias a su paciencia y cariño logré  orientar mi vida. No podía pensar que alguien pudiera ser tan idéntico a su padre. Hasta yo mismo me equivoqué. Creo que incluso me salieron algunas lágrimas que traté de disimular porque siempre pensé que llorar no era de hombres.
Me invitó a comer y charlamos de la historia de la familia, de nuestra manera de pensar y de nuestras respectivas vidas.
Me dice Itzi como para sí:
-Este cuadro tiene además un gran simbolismo, pues en él estáis tú y tu padre, el abuelo. Pero, además, está el espíritu de mi difunto  padre. Un buen pintor, un buen padre y supongo que para ti un buen cuñado,, no?
Le pregunto curioso:
-Y por qué dices que también está tu padre en el cuadro? No lo veo, quizá tengo que descubrirlo yo…?
-No, no, es que el cuadro lo he pintado con los pinceles suyos con los que creó todos sus cuadros.  Me los regaló para estimularme a pintar. Tenerlos entre mis dedos, además de inspirarme, me produce una paz maravillosa y a veces  cuando tengo alguna duda le pregunto la solución a los pinceles. Se  suelen disipar todas y encuentro una solución mejor que no podía imaginar.
Me sentía plenamente feliz en aquel ambiente, junto con su marido y sus hijos.
-Oye, Itzi, habrá que pensar en cosas más prosaicas…Cuánto te tengo que pagar por el cuadro?
Me mira sonriendo:
-Nada, hombre, es un regalo que te hago como muestra de mi cariño por ti y por el abuelo. No sabes la alegría que he tenido al pintarlo. Sólo con esa satisfacción me considero pagada.
Me parecía un detalle de agradecer, aunque siempre he pensado que un trabajo tiene que ser siempre retribuido, si no, no se le da valor y se menosprecia al autor. Quizá sea por deformación profesional.
Le repetí que quería pagárselo, pues me daba tranquilidad.
Mientras tomábamos café en el salón me dice con todo el cariño del mundo, pero con seriedad:
-No puedo entender que no aceptes este regalo que te hago con todo el corazón. Eres de los que se sienten orgullosos cuando dan algo, pero que les parece que recibir es humillante; esa es la mentalidad que se ha difundido en esta sociedad soberbia;  parece que quien recibe,  de alguna manera mendiga. No es un reproche que te hago, ya sabes que eres mi tío preferido y te conozco. Es que me duele no haber aprendido a recibir cosas gratuitas como muestra de afecto  compartiendo lo que tenemos. Recibir es un acto de amor y al rechazarlo hay algo de desprecio. No sé si lo puedes entender. Si te digo la verdad,  me decepcionas, pues te suponía ajeno a los usos sociales de este mundo tan equilibrado, que valora todo en dinero o en prestigio. Nos hemos quedado sin sentimientos porque no producen beneficios.
Págame lo que quieras, no soy capaz de explicarte lo que no  tiene explicación. Me parecía que serías capaz de entender el valor de un regalo: en él siempre hay una parte del corazón.
Me callé, no sabía qué responder; bueno, en realidad sí lo sabía, pero quería reflexionar sobre la lección que se me daba.
Sin decir más, me levanté  sin nada qué hacer o decir, sólo se me ocurrió preguntarle si me podía llevar el cuadro.
Me respondió que sí, pero que pensara cuánto calculaba yo que le debería pagar por él. Decidí dejarlo, no me lo llevaría, no sé si  por vergüenza o para que no me viera las lagrimas.


6 comentarios:

IRIS dijo...

Totalmente de acuerdo con tu sobrina, un regalo se hace porque apetece, porque sale del corazón, porque se quiere a la persona que se le regala, cuando se hace un regalo no se pretende recibir nada a cambio...tan sólo una mirada afectiva de quien recibe el regalo.
Soy de la opinión que nunca se debe poner valor a un regalo....los regalos son todos ( bueno, hay excepciones) que son hechos con mucho amor...y ya no digamos si es un cuadro en el que hasta tú mismo, Javier, crees que es tu aita.
Enhorabuena a tu sobrina ITZI que con los pinceles de su padre ha sabido plasmar el alma pater en su hijo, TÚ.

egaz dijo...

Gracias, Iris, por tus comentarios sobre este escrito que es el cuento que opresenté a un concurso en euskara y que he traducido para que lo lean los que no lo saben. Quiero decir que es una ficción, pues un cuento es algo que el autor inventa, no tiene que responder a la realidad; sería una historia y yo quería homenajear a mi padre, a mi sobrina y acusarme de poco sensible al valorar sólo cuando se da y despreciando a los que reciben por ser considerados normanlmente como gorrones. Aunque es cierto la existencia del cuadro, pero no fue un donativo, me obró como así debe ser Pero quería introducir esa idea de que ser generoso da cierto cachet, pero recibir nos parece humillante. No sé si estarás de acuerdo con esa reflexión. Supongo que sí. Como siempre, es un placer recibir tus puntos de vista tan agudos y amistosos.

IRIS dijo...

Por tus aportaciones en el Blog, entre otras cosas, me extrañaba que fueras insensible y tan material con el regalo de tu sobrina y menos mal, jejeje!!!...pero chico, el cuento lo has bordado y es tan real y habitual en este mundo materialista en lo que todo se compra y se vende....no se da valor al regalo porque si...porque apetece hacerlo sin mas motivo que el afecto.
Totalmente no estoy de acuerdo con el "ser generoso da cachet pero recibir nos parece humillante"...al menos mi idea de dar y recibir regalos ( mas me gusta regalar)es un acto de afecto, amistad y cariño...sin mas y sin menos.
Saludos.

Unknown dijo...

Lo primero, muy bonito cuento. Grande el homenaje póstumo a tu padre así como el reconocimiento a tu sobrina.
Y muy buenos los comentarios de Iris, donde recalca que nos cuesta más aceptar un regalo que ser dadivosos por contra.
Tratáis ambos, tanto en el cuento como en los comentarios, sobre insensibilidades, corazonadas etc. Y me ha parecido ver un trasfondo en todo ello: que si fuéramos menos burritos cínicos para con nuestros familiares cercanos (y congéneres), más humildes y humanos, cuánto mejor nos iría.

Un saludo

Unknown dijo...

y donde digo "burritos cínicos" pueden entrar toda clase de apodos: mulitos jocosos, buruhaundis (cabezas-grandes), ganorabakos, etc.

egaz dijo...

Unknown:
Gracias por tus comentarios llenos se agudeza y simpatía. Poco que añadir a tus observaciones por mi parte. No te parece acertado la que hace referencia a la actitud que tenemos al dar, pues parece de superioridad y para humillar al que recibe., Sin embargo,nos cuesta recibir porque pensamos que se nos hace un favor o se nos quiere colocar en un escalón inferior. Si el que da algo está regalando sobre todo afecto , da algo suyo, al margen del valor que tenga. Aunque sea una avellana: el que me regala algo está pensando en mí, me demuestra afecto,sin embargo, si se da algo sin sensibilidad está actuando con actitud de dominio. Eskerrik asko, Ro.