martes, 27 de diciembre de 2016

CONFIESO QUE SOY AFICIONADO A LA OPERA




CONFIESO QUE SOY AFICIONADO A LA OPERA
Recientemente he tenido el placer de asistir a la representación de la ópera “Lucrecia Borgia”, de Donizetti. Resaltaba la escasa asistencia de juventud. Un mal síntoma, pues indica el nivel cultural futuro de Euskal Herria. No es de recibo el argumento que los precios son elevados, pues son superiores los de los conciertos de música de cantantes y bandas modernas y están llenos de jóvenes. Es que estos espectáculos se basan en un potente apoyo de marketing, de kilowatios, de gritos y letras dignas de bebés. Pero están fomentados por el sistema, pues de esta manera tan elemental controla las ansias vitales de la juventud y se evita que ocupen sus mentes con temas trascendentes que provocan enfrentamientos con los que mandan y con la policía. De estudiante iba los veranos a Alemania, En cualquier ciudad había sesiones semanales de ópera y conciertos, y a diario en las grandes. Los jóvenes llenaban el “gallinero”, porque la cultura musical estaba fomentada por las instituciones, pues la entrada costaba medio marco. Días después estuve en el txoko con mis amigos y les conté que había estado en la ópera. Debo indicar que todos eran gente culta: abogados, médicos, profesores, etc. En tono distendido bromeaban diciendo que la ópera era un “coñazo”, que los y las cantantes sólo daban berridos: que cuando alguno de los del grupo había ido por compromiso, que se dormían. Yo traté de darles argumentos a favor de esta expresión cultural tan agradable y que es un índice del nivel cultural de un pueblo. No me dejaron terminar: las bromas y chascarrillos contra los aficionados a la ópera subieron de tono, acusándome de snob y de buscar diferenciarme. Opté por callarme. A partir de ahí se empezó a hablar del Athletic, de Rajoy, de la crisis, de literatura y de otros temas que mostraban un buen nivel cultural. Quedé pensativo, pues creía que dar el Nobel de Cultura a Bob Dylan constituía una frivolidad, pues mayores méritos atesoran, digamos, nuestras Ainhoa Arteta, María Bayo o Pavarotti, Plácido Domingo y una galería de prestigiosos intérpretes.. Sin afán de polemizar, el estilo de música que escucha la juventud en España es expresión de su pobre nivel cultural, a lo que habría que añadir que se consideren “maria” las asignaturas de filosofía y otras materias que humanizan.. Además, desaparece la licenciatura de filosofía y letras porque “no tiene salida”. Y se extrañan nuestros "intelectuales de bolsillo" de que PISA .nos coloque en el vagón de los torpes. Mientras escribo estas líneas, escucho el “Réquiem”, de Mozart. Pido disculpas.

1 comentario:

Fede dijo...

Hay cosas Javier, que son para sentirlas; y si no se sienten ...no se pueden explicar.