MARIO CONDE: DIE
GÖTTEDÄMMERUNG
Fue el mito que triunfó en
los años 90 al que todos querían emular:
era lógico: abogado del estado con el número uno. Vende Antibióticos ganado más
de 50.000 millones de pesetas y se hace
con la presidencia del Banesto. Honoris Causa en varias universidades y, en su fantasía,
pretende arrebatar la presidencia del gobierno a Felipe. Es imparable, Su soberbia
le lleva a operaciones especulativas que hacen quebrar el banco que preside.
Van a por él los políticos y los banqueros tradicionales que ven que un parvenu
les quiere derrocar. Entre los políticos y los banqueros le arrebatan el banco
quebrado precio de saldo y logran encarcelarle.
En su declaración ante una comisión del Congreso es arrogante y se permite hacer gestos y romas
ante los expectantes diputados, suponiéndole su perdición. A su estancia
en prisión le da un tono épico y populista
que le hace ser considerado por la plebe como víctima. Al salir proyecta su venganza contra todos los que le
han derrotado. A partir de este momento evidencia que va de error en error que
serán su perdición. Participa en la cadena de TV Intereconomía, un nido de pseudoperiodistas
de extrema derecha que le hacen la ola. Pero dicha cadena está tan
desprestigiada, que su paso por ella constituye un gran fracaso. Crea un
partido político en Galicia presentándose en los mítines expresándose con
acento gallego, logrando menos de 15.000 votos. Deja una deuda fiscal de 10
millones, declarándose insolvente, pues pone todos sus activos a nombre de
testaferros, pero mantiene un nivel de vida insultante. Pero comete un nuevo
error, pues para recuperar los fondos
depositados en el extranjero lo hace transfiriendo cantidades insignificantes
para no ser detectadas. No es consciente
de que sus pasos son vigilados y todos los movimientos de fondos son
descubiertos por los servicios fiscales. Fondos que provienen de la apropiación
de 15 millones de € “evaporados”
procedentes del Banesto no localizados. Todo da a entender que quien se creía superdotado, sólo
era una figura no tan aguda, pues
cometió errores tan elementales y se creyó tan superior a los demás, que está pagándolos, y ahora, de nuevo en la cárcel, tendrá tiempo y aprenderá la
lección de que ambicionar el éxito desmedido tiene efectos negativos porque
ciega la razón, convirtiendo en su
propia destrucción la venganza que acumulaba.
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