viernes, 15 de mayo de 2015

UN INFARTO EN EL JUZGADO



UN INFARTO EN EL JUZGADO..
Un juez ha muerto de un infarto por exceso de trabajo, según información de prensa.  Sorprende que una muerte laboral sea noticia, quizá se deba a que el fallecido sea  juez.  En el mismo día dos trabajadores murieron al desplomarse  sobre ellos una grúa  siendo  publicado en la página de sucesos.  Así sucede con tanta frecuencia, que ya nos hemos acostumbrado: es la fatalidad, se dice.  Llama la atención  que  venga en la prensa una elegía con el relato de la circunstancia de que haya sido un juez en términos laudatorios, describiendo el suceso heroico  que ha causado la desgracia. Según la reseña, el juez había afirmado anteriormente que su dedicación profesional tan intensa respondía a su compromiso moral con  la ciudadanía a la que se debía.  Es encomiable su voluntad de cumplir con su deber, pero habría que suponer  que muchas muertes anónimas   que acontecen en los tajos de trabajo responden a motivaciones equivalentes a la del juez. Muchas personas no mueren en accidente de trabajo por la sencilla razón de que no lo tienen. Al parecer, cumplir con el deber debe ser considerado como algo excepcional en este país con tan escaso arraigo por el trabajo. Uno se pregunta si la muerte de un juez tiene más trascendencia y merece un reportaje de enaltecimiento en la pantalla, lo que mostraría palpablemente que hasta a la hora de morir los trabajadores existen categorías como para ser o no dignas de resaltar por alguna cualidad diferenciadora. Es una evidencia más  de que la magistratura sigue constituyendo una clase social privilegiada, pues parece que cuando cumplen  con su deber son merecedores de  considerarse poseedores de alguna virtud excepcional. Por otra parte la sociedad no sólo  les exigiría  cumplir con su función como cualquier profesional; además, que sus sentencias respondan a una justicia imparcial y sin privilegios favorables a los poderosos como es la  dolorosa realidad para los que tienen que pasar por sus juzgados y esperar a la ruleta de la suerte. En cambio se podrían relatar muchos comportamientos indignos de jueces que tienen poco de ejemplares y no aparecen en las crónicas sociales. En todo caso es de justicia acompañar en el sentimiento a sus deudos.

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