AMENAZAR CON LAS PENSIONES
Los políticos que están en el gobierno sucumben a la tentación de amenazar a
los jubilados con bajarles las pensiones e incluso que se las van a anular porque no hay fondos
en el sistema. Al ser un colectivo tan
numeroso, de personas conservadoras que
van perdiendo con la edad la capacidad crítica
y sienten temor por si no pudieran
cobrarlas, los gobernantes les tienen en
el punto de mira como fuerza de choque cuando se quieren imponer medidas
restrictivas en los servicios sociales para atajar la crisis. Esta manera de amedrentar es miserable e
indigna de un gobierno que se considere democrático y de derecho.
Porque los políticos deberían saber que las pensiones han
sido devengadas en el momento de la jubilación y tienen que ser abonadas mes a
mes. La diferencia con los funcionarios
y empleados en activo radica en que sus sueldos se devengan el último día de cada mes, lo que significa
que los sueldos venideros no están devengados y por tanto no tienen derecho a
su cobro, a diferencia de los jubilados, que tienen su jubilación devengada
hasta su muerte. Pero es que, además, esas amenazas carecen de sentido porque
si no hubiera fondos en la caja de la Seguridad Social, deberían sustraerse de
otras obligaciones con la misma prioridad que otros servicios sociales y desde
luego con mayor que la adquisición de armamento, barcos de guerra, aviones de
combate o entregar a la iglesia lo que haya sido acordado, aunque la población
considera que es indebido en un estado que se confiesa laico. Es fácil caer en la tentación de agredir a un
colectivo tan numeroso y tan poco combativo como son los mayores que van perdiendo sus facultades.
Además, los poderes públicos se sirven
de esos temores para desmovilizar a la sociedad en su conjunto porque, además,
esos mayores tienen capacidad para influir en sus descendientes y son los que
les frenan sus exigencias de manera que
los gobiernos tienen las manos libres para efectuar sus manipulaciones
presupuestarias y dar destinos secretos a fondos que, de ser conocidos,
producirían malestar e inseguridad, como
salvar bancos, comprar armamento u
ocultar operaciones que tengan que ver con la corrupción o el delito fiscal.
Por ello, en relación con el juego macabro respecto a las amenazas a los pensionistas,
bromas, las justas, que no son regaladas las que ahora reciben los mayores,
pues las han ido acumulando a lo largo de su vida laboral. Quizá a los que no
les correspondería en justicia recibir las suyas sería a políticos y funcionarios que ahora especulan
con la dignidad de este colectivo de mayores cargado de dignidad. Que el
sistema económico vigente ya tiene perfectamente calculados los
costes-beneficio que estos colectivos generan para la prosperidad y dinamismo
de la sociedad y el resultado le beneficia.
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