PATRIOTISMO DEPORTIVO.
Dice Samuel Johanson: “El patriotismo es el refugio de los
canallas”. Una afirmación dura, pero evidente. La Marca España está
exclusivamente soportada por indudables éxitos, pero sólo deportivos, no por
las campañas de imagen que tan costosas resultan y con tan escasos rendimientos
y que se desmoronan como castillos de naipes. “La Roja”, Real Madrid, Barsa,
Fernando Alonso, Nadal…: de esas glorias deportivas se han percatado nuestros
dirigentes políticos, que permiten a poderosos clubs y deportistas de élite incumplir toda la
legislación que regula el oscuro mundo de los espectáculos deportivos. Las
irregularidades fiscales y sociales, las recalificaciones de espacios que han
supuesto importantes plusvalías que han servido para crear un mundo fantástico
de fichajes de estrellas, pero con una
gestión de derroche que han llevado a muchos clubs a la insolvencia, a pesar de lo cual no han sido intervenidos
judicialmente porque son los protagonistas de un sistema que potencia el “panem
et circenses”. Clubs y federaciones dirigidos por personajes ambiciosos, procedentes
del mundo de la especulación y de
negocios dudosos, algunos procesados y
otros encarcelados, ante lo que las
autoridades prefieren miran para otra
parte. Resultó patente la sensación de vergüenza ante la fallida tentativa de
lograr los JJOO para Madrid en el 2020.
España se ha convertido en el paraíso de deportistas que se valen de medios
ilegales para competir, teniendo que soportar el ridículo de ver cómo se les
desposee de los galardones obtenidos. No obstante las autoridades se muestran
cautas: a ver quien es el que mete mano a un sistema que permite llenar campos
y pistas de aficionados que han elevado a la categoría de dogma los colores
deportivos y que sirven para amansar a las masas para que no piensen en
fenómenos como el paro, la corrupción,
en las irregularidades de la justicia, en el riesgo de involución por no afrontar problemas en
Catalunya, País Vasco …. Para ello los medios de difusión se prestan gustosos a
manipular a espectadores y televidentes
con el apoyo de grandes concesiones, condonando deudas a los clubs mediante la
táctica de “borrón y cuenta nueva”·. Con el concurso de locutores y
comentaristas de espectáculos de masas provocadores de un patriotismo ramplón y
casposo que se constituyen en defensores a ultranza de los colores patrios,
exaltando valores racistas opuestos al sano espíritu deportivo tradicional de
la competición que fue el lema del Barón de Coubertin.
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