EL DE SOCIEDADES: UN IMPUESTO PERVERSO.
El objetivo de este
impuesto tiene dos vertientes, la recaudadora y la redistribuidora de rentas para
la potenciación de la actividad mercantil. Como impuesto directo, es más justo,
aunque se le ha considerado de favorecer los intereses de los empresarios en
contra de los trabajadores, por eso se han eliminado las desgravaciones y
bonificaciones por creación de empleo, por fomento de las inversiones y por I+D+I, porque la demagogia
ha asociado a los apoyos a la empresa con favorecer a sus propietarios. Estas
son las creadoras de empleo que logran a base de fomentar la actividad
comercial y obtener beneficios. Una
manera de potenciar la empresa es
mantenerla tecnológicamente en posición competitiva, tanto capacitando la
profesionalidad de su plantilla, como invirtiendo en maquinaria o apoyando el acceso a otros mercados más rentables. Por tanto la
política fiscal que permite a las empresas ser más competitivas pasa por crear
empleos más competitivos y mejor retribuidos e inversión en tecnología, lo que
redunda en la creación de riqueza para la comunidad, fortaleciendo la capacidad
financiera y el progreso tecnológico. Como se comprenderá, la reinversión de
beneficios potencia la autofinanciación, que sería lo contrario a repartirlos
entre los socios, que en ese caso deberían ser gravados como rentas de capital al debilitar su capacidad de autofinanciación..
Por eso las desgravaciones fiscales en este impuesto de Sociedades en una
concepción moderna y progresista debería fomentarse incluso hasta que la cuota llegue
a ser cero si se cumplen los requisitos legales. Pues, aunque es cierto que
supone reducir los ingresos fiscales de la Hacienda, es que una política
impositiva inteligente debe contemplar
las ventajas indirectas que se derivarían de crear más empleo mejor retribuido
y de mayor calidad, además del efecto que produce en la economía que se
invierta en nueva tecnología avanzada o en internacionalizar sus mercados.
Incluso deberían reducirse los costos sociales sobre las empresas, pues ello
supone dificultar precios competitivos.
La Seguridad Social no tienen por qué cubrir sus costes con cuatas, si no se
recauda suficiente, que sea financiada vía impuestos, como lo son defensa u
otros gastos improductivos. Tantos expertos en derecho fiscal y no han sido aun
capaces de tener la audacia como para entender que el impuesto de Sociedades es
un instrumento cuyos efectos sobre la economía productiva son decisivos.
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