“AY DE AQUEL QUE ESCANDALICE A UN NIÑO”
Continúa la cita del evangelio de San Lucas 17.1-6 “…más le valdría que le ataran al cuello una
piedra de molino y le arrojaran el fondo del mar”. Una severa condena, pero que
se corresponde a la gravísima ofensa a la inocencia por abuso de niños y niñas. Y su responsabilidad se multiplica cuando son ministros de la
iglesia católica que les educan en centros o les reúnen en locales de diversión dirigidos
por eclesiásticos. Es el relato de obispos, cardenales, papas en los palacios y curias donde se les somete a abusos o en conventos
de órdenes religiosas donde el celibato
era y es la regla rígida que se impone
bajo pecado grave sin otro argumento teológico más allá de la tradición Es obvio que la pedofilia es una plaga que no ha surgido recientemente,
no podemos ser ingenuos, viene de antiguo.. Actualmente se trata de denuncias de quienes fueron víctima inocentes de los
abusos de ministros pederastas, que al
hacerse adultos, soportando el drama que
ello supone, se han decidido a hacer públicas su tragedia y denuncian a quienes se han aprovechado de su infantil ingenuidad. Porque los eclesiásticos
pederastas han ocultado sus perversiones sexuales tras el silencio oculto, cómplice y cobarde de papas, cardenales, obispos, párrocos y superiores de las órdenes en lugar de optar
por la justicia y hacer públicas las miserias que desde hace
muchos años es práctica habitual degradando
el mensaje de justicia y solidaridad del evangelio de Jesucristo.. El Papa Francisco ha asumido la responsabilidad de levantar las alfombras bajo
las que se han ocultado desde tiempos inmemoriales escándalos que han sumido a la institución en el caos actual y del que es casi imposible recuperarse, salvo
que se vuelva a los orígenes del
evangelio y se proclame que ser creyente supone un riesgo y no una ventaja para medrar como
hasta ahora.
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