LA JUSTICIA Y LA LEY SON ANTINOMICAS
En el telediario dan la noticia de que un juez ha paralizado
tres meses el desahucio de un anciano en Donosti. Sorprende que algo tan
habitual como echar a la calle a una persona llegue a ser noticiable. Lo que sí
sale de inmediato en las ondas es cuando
la policía aporrea a personas solidarias que se oponen pacíficamente ante tal
crueldad si se trata de una mujer sin recursos, en paro y con tres hijos
pequeños. En ese caso el morbo no es la injusticia, sino disfrutar del
espectáculo gratuito de unos amables
policías como armarios que sacan
arrastras a la madre a la que los hijos se le agarran desesperados, sin saber
qué hacer, pues si se defiende, será detenida acusada de ·”resistencia a la
autoridad”, le quiten los hijos y los confinen en un
centro “adecuado”. Quizá el ingenuo espectador piense que por una vez el juez
muestra su perfil humano y ponga sus sentimientos delante de la ley que debe ocultar en aras al cumplimiento de su deber de administrar
justicia. Como si la justicia no fuera la condición para ser humanos. Pero, no
conviene confundir deseos con realidad,
pues la noticia resalta que el anciano a desahuciar es titulado superior y
explica con todo lujo de detalles y una
buena retórica su infortunio. Por otra parte está la población solidaria que
sale en defensa de una mujer desamparada que, según los “demócratas” se permite
no pagar la hipoteca, ya que, con descaro la desahuciada afirma que es
prioritario alimentar a sus hijos y no tiene con qué. Habría que ver la intrahistoria
de las gestiones realizadas por quien
tenga capacidad para influir sobre el banco que apela a los tribunales que
aplica una ley cruel. Sería esperanzador que en los casos ordenando el desahucio se hiciera un panegírico sobre el
juez para que explicara cómo llega a la conclusión de aplicar la ley antes que
sus impulsos de conciencia. Es su cruel dilema: o se aplica la ley en su
integridad por encima de su conciencia o dimite como juez. En realidad, como
todos son “prudentes”, sabrían qué decidir, pues son jueces, no héroes, por eso
prefieren no mezclar el oficio con la conciencia: siempre se impone lo
práctico. Algunos jueces ya van poniendo sus barbas a remojar porque el aliento
de los tribunales internacionales lo sienten en el cogote.
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