VOTAR A LA “BULGARA”
España, cuna de la novela picaresca, puede dar lecciones sobre las diversas formas de convocar elecciones a la “búlgara”, Consiste en lograr los resultados que se deseen en las urnas. Aquí no se ha practicado habitualmente ese método de manipulación a la ciudadanía, pues no se necesitaba: “todo está atado y bien atado”, el Caudillo dixit. Se practicaba la democracia orgánica para favorecer a los golpistas del 18 de Julio. Eran tan torpes que los votos obtenidos excedía el censo electoral. Fue el precedente de la manipulación de las encuestas que hoy son ejemplo de “rigor electoral”. Votar en el franquismo era una perversión, pero cuando lo exigía la presión internacional se introducían las papeletas necesarias y así salían elegidos los “nuestros”. Se educó a la población contra el “comunismo, separatismo y la masonería”, pero cuando mendigamos entrar en la CEE y se nos vigiló de cerca, los resultados de las elecciones ya no son los deseados. El fraude ahora hay que ocultarlo, se materializa a través de las encuestas, pues predisponen el voto a la medida de los deseos de quienes las encargan y pagan. Así se vuelve a jugar con cartas marcadas, pero con el aval de los medios internacionales que difunden encuestas de forma reiterativa y machacona con técnicas de marketing que terminan creando opinión de rigurosas y fiables. Realmente se manipulan y no son inocuas, pues influyen en la opinión de los electores, según lo deseado. Incluso influyen en la participación y abstención según los intereses de los expertos. Las encuestas arrojan índices muy pobres de aciertos, pues si los resultados “a pie de urna” son creíbles, detrás está “la cocina”, que significa que el diseño del resultado está a priori prefijado y que arrojará resultados muy diferentes a los reales. Pero eso es “pólvora del rey”, pues su objetivo es predisponer al elector hacia el candidato que interesa, aunque al final resulte un esperpentos si se analizan las recientes elecciones. Y aun los políticos critican el creciente desarraigo de la población respecto de la política y la abstención que frecuentemente supera el de votantes. Es el castigo de las masas contra los instrumentos de manipulación del voto pues vamos siendo conscientes de que nos engañan, aunque no hemos adquirido todavía el valor de exigir el control eficaz del sistema electoral.
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