DEBEN TENER BENEFICIOS LAS EMPRESAS?
A los ultraortodoxos de izquierda les parece inmoral que las
empresas obtengan beneficios económicos. Opinan que las ganancias son signo del
capitalismo y que los resultados
deberían expresarse en puestos de trabajo creados o
elevando los salarios de los trabajadores. No pueden entender que el objetivo principal de las empresas es
obtener beneficios económicos y que ello no es indigno. Que la continuidad de
la empresa sólo es posible si crea riqueza, pues una empresa sin beneficios está condenada
a su desaparición, con lo que ello conlleva de pérdida de puestos de trabajo y
el coste social que ello implica para la colectividad. Obtener beneficios es condicio sine qua non, Pero el debate es el
destino que se dé a esos beneficios: si irán al accionista o si debería
participar en su reparto los trabajadores que son los que generan el producto y
la plusvalía. Por otra parte es muy cuestionable que la propiedad de la empresa
se atribuya a sus accionistas, porque son los que aportan su capital y quedan a
resulta de su gestión para recibir la plusvalía en forma de dividendos, que
producen los trabajadores. Se ha tomado como un axioma que la propiedad está
vinculada a las aportaciones económicas y se tacha de marcianos a los que
opinan que algo aportan también los trabajadores para que la empresa superviva,
pues de ello depende la continuidad de la empresa... Pero los extremistas que
condenan la obtención de beneficios como una apropiación de las plusvalías que
generan los trabajadores, oyen campanas y no saben dónde. Tampoco es defendible
que condenen la eficacia organizativa para que los beneficios sean máximos.
Condenan esa práctica por ser una explotación al obrero. Es evidente que la gestión
empresarial debe hacerse con eficacia, que el beneficio tiene que maximizarse
porque mientras estemos en el sistema capitalista, hay que competir con otros
oferentes que desean vender sus productos en un mercado selectivo, que expulsa
a quien no es competitivo por ineficacia. Si una empresa no tratara de
maximizarlos y los rebajara con objetivos pretendidamente sociales, estaría
incumpliendo con su misión, puesto que
pondría en peligro sus objetivos, su continuidad y su aportación a la
colectividad. Si quiere dar un destino social a sus beneficios puede retribuir
a sus trabajadores con justicia, pagar escrupulosamente los impuestos que
graven los beneficios, aunque aprovechando las ventajas fiscales que la
legislación prevé al respecto. Finalmente
conviene rechazar por acientífico la afirmación que la gestión privada de las
empresas es más eficaz que la pública. Baste con analizar la tenebrosa historia
de la banca que ha creado la crisis actual, que ha tenido que ser rescatada con
fondos públicos de sus impericias, corrupciones y delitos asociados. Fondos
precisamente de la colectividad a la que el sistema capitalista le acusa de
ineficaz.
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