EL 23 F.
INTELECTUALES EN LA
SALA DE BANDERAS
Javier Orcajada del Castillo
EL 23 F.
INTELECTUALES EN LA SALA DE BANDERAS.
Buenas costumbres
militares.
Como de costumbre los cuatro antiguos compañeros militares se juntaron a las 11 de la mañana
para tomar el cafelito y una buena copa de cazalla para recuperar el resuello.
Las conversaciones mientras la pausa, trataban de temas de actualidad: los ascensos
de los compañeros que venían publicados en el Boletín Oficial de Defensa, las
críticas a los partidos por no poner coto a la corrupción, los crímenes del
loco de turno que mata a su ex mujer por haberse echado un novio después de separase, y de paso lograr popularidad saliendo en la
prensa. Información sobre el famoseo, exaltación
del patriotismo que produce la pasión por “La Roja”, carreras de ciclistas que
se dopan, admiración a favor de la
Patria que provoca Fernando Alonso en la Fórmula 1 . Y. finalmente, las
consabidas medidas radicales que se les ocurrían a cada uno para solucionar el “problema de España” que, a su juicio, está abocando a su desmembración a causa de los nacionalismos
radicales, de los excesos de la democracia y la libertad que está deviniendo en libertinaje.
Uno de los
contertulios presentes era el Comandante
de Artillería Arteche, del Alto Estado
Mayor, joven apuesto de unos 35 años, delgado, elegante, deportista distinguido
en todas las disciplinas, simpático, educado, culto y muy popular entre sus compañeros y querido por la tropa. Había realizado cursos
especializados de las diferentes disciplinas en las más acreditadas academias
militares de Francia, Alemania y USA,
dominando sus correspondientes idiomas. Era lo que se podría llamar un erudito
en el arte de la guerra, conociendo a fondo toda la literatura de los principales
teóricos de la guerra, tanto de la
antigüedad como de las modernas. Dominaba los textos más acreditados sobre la guerra: ·”Vom Krieg”, de Clausewitz, “El arte
de la guerra” de Sun Tzu, los más expertos alemanes colaboradores de Hitler y
los principales generales africanistas españoles a los que admiraba. Su nombre
completo acreditaba pertenecer a una de las estirpes más honorables y antiguas
de la milicia hispana. Se llamaba Diego Alfonso de la Santísima Trinidad Arróyabe de Arteche y Sanchez-Medinaceli,
Marqués de Medinaceli, Grande de España y Barón de Marquina. Era hijo del
General de División, Ex Jefe del Estado Mayor con el Generalísimo,
Excelentísimo Sr. Don Bautista Arróyabe de Arteche y de la Llama del Romero. Su esposa, Excelentísima
Sra. doña Maria Eugenia-Esperanza, Aranzazu Somonte de la Línea -Fitz-Greaves y
Lopez de la Dehesa, Hija del General Don Alfonso-Carlos Somonte de la Línea y
Hohentzoller-Dos Sicilias, Conde del Buen Progreso, Duque de La Serenidad de La
Mancha y otros muchos títulos nobiliarios.. Otro de los contertulios era el Teniente Coronel de
Infantería Don Roberto Fernández-López, que alcanzó el grado actual a base de
trienios, rellenar estadillos en
Mayoría, hacer milagros con la asignación diaria para alimentar a la tropa y negociar
con los proveedores de productos diversos de consumo las comisiones que le permitieron amasar una discreta
fortuna. Siempre solícito a ir
voluntario a toda misión en el extranjero que le supusiera cobrar pluses y
dietas de todas clases. Estaba soltero, tras de haberse separado de más de
cinco lagartas. Hijo de un sargento
chusquero que hizo lo imposible para dar la satisfacción a su padre de llegar a
oficial. Su apellido se formó de la unión en uno único del de su padre con el
de su madre, como era habitual entre los
militares para mostrar su origen
aristocrático como todo el que se preciara entre la gente de armas. Otro de la
tertulia habitual era el Capitán de Artillería, Don Manuel Fernández Galán,
maestro nacional, sin el menor atisbo de espíritu militar, quien no logrando
encontrar un trabajo por más que lo
buscara, terminó reenganchándose en el
ejército al acabar su servicio militar, como pudiera haber entrado en un banco
o de profesor en cualquier escuela. El último del cuarteto era el Teniente .de
la Legión, el Caballero Legionario Don Leonardo Gómez-Pérez, cuyo padre fue el Cabo
Caballero Legionario, Don Tiburcio Gómez Abdellah, nacido en el Maruecos
Español, en Tetuán. Su madre era árabe,
que tuvo que aprender español para casarse con el legionario.
El cafelito solía durar
hasta las 12,30 h., media hora antes de subir a Mayoría para ir recogiendo las
cosas, cerrando la caja, después de mantener
una breve tertulia con los demás compañeros del Servicio. Por la tarde volvían
al intenso trabajo que exigía una alta cualificación profesional y vocacional,
no sin antes tomar café con una copa de Coñac
y una buena Faria, todo ello suministrado a precios de economato. Después
de la consumición se echaba una partida bien a la brisca o al tute. Al día
siguiente la partida se alternaba con el dominó. Todos ellos eran auténticos
maestros de los juegos de mesa, pues ello constituye la pasión de todo buen
militar que se precie. Durante la partida se hablaba con la habitual fluidez y erudición del personal de la milicia de
todos los temas de actualidad, pero lo apasionante era cuando el diálogo era
sobre la situación política de la patria: entre ellos se quitaban la palabra a
gritos, echaban venablos y blasfemias,
se contaban chistes de putas con políticos y una vez desfogados, de nuevo se
volvía a la partida. Otro tema de conversación se refería a la habitual preocupación de cómo volver a hacerse con el
poder los militares, la tropa que sería necesaria para desarrollar con éxito
las acciones militares programadas. Calcular
el equipo y armamento necesario, de dónde proveerse y las diferentes tácticas a
emplear para la consecución de determinados objetivos estratégicos: el palacio
de las Cortes, La Moncloa, La Zarzuela, las emisoras de radio y televisión y
aquellos puntos clave militares que se consideraban imprescindibles si se esperaba
lograr el éxito. En fin, todo eran ideas y supuestos sin base alguna, sólo se
trataba de la clásica dialéctica de los
juegos de guerra que eran habituales en las academias militares y en las clases
teóricas y cursos para los ascensos de grado. Otro grupo de compañeros que
formaban una partida en otra mesa próxima charlaban animadamente con las restantes,
organizando una gran algarabía que hacía
difícil entenderse entre sí. Era lo que daba salsa en aquel ambiente de compañerismo, espíritu
militar, olor a tabaco, a poca higiene y las escasas ganas de trabajar. A última hora
bajaban otros compañeros para tomar una copa y para disponerse a salir para
casa, tomar unas consumiciones después de la jornada agotadora cuyo horario
cumplían escrupulosamente, especialmente el de salida.
Es conveniente aclarar que los sargentos y soldados de las
oficinas, de las compañías y servicios auxiliares venían de vez en cuando a dar
la novedad a sus jefes, que participaban en la partida, de manera que todo estuviera perfectamente
controlado en caso de alguna inesperada inspección del Oficial Jefe de Día. El Comandante Arteche era escrupuloso
con la bebida, pues sólo tomaba zumo de naranja y fumaba unos puritos
brasileños que le traían sus compañeros de la fuerza aérea de contrabando cuando
salían de maniobras al extranjero. La exaltación del compañerismo entre ellos
era el signo distintivo de la clase militar en todos los grados, aunque a sus
espaldas se criticaran sin misericordia: era el toque diferenciador que da
prestigio a los que se dedican al
noble arte de las armas.
Los días que tocaba
guardia, vigilancia o servicio de cuartel a alguno del grupo de la
partida, éste se descomponía y se
suspendía, dedicándose los demás a las funciones burocráticas que constituyen la razón de ser de los
militares. Una vez a la semana salían a realizar instrucción o maniobras a los
campos de ejercicios próximos, lo que constituía un tremendo desbarajuste, pues
suponía no hacer nada, pero sin parar de moverse, dar vueltas, gritos y
juramentos, cometiendo errores y contradicciones que constituían el motivo de
diversión de la pobre soldadesca que tenía dificultades para entender el
castellano, puesto que eran andinos o extranjeros de las más diversas
procedencias que habían venido aquí como soldados de fortuna, aunque alardeaban
de pasión por “defender a la patria”.
Desconocían la jerga de aquellos militares profesionales rudos y sin principios
morales, que sentían el patriotismo como si fuera una enfermedad febril que
anulaba sus capacidades mentales y provocaba la exaltación de los valores
militares más genuinos..
Festividades y
conmemoraciones castrenses.
Cuando se celebraban acontecimientos de carácter
eminentemente castrense se producía el delirio por la pasión que suscitaba en
aquellos patriotas los uniformes de
gala, los sables, .los espadines, los fajines y bandas con la chatarrería que
tanto valoran; las medallas y condecoraciones y todo lo que constituía el
elemento provocador para alardear del
grado que ostenta cada uno. Parecería que el hecho de ser militar presupusiera
necesariamente un sentimiento de envidia,
servilismo y sumisión a los jefes y superiores. Los discursos eran escuchados
con fingido y respetuoso silencio, pero realmente
con disimulada indiferencia por ser idénticos a los de años anteriores, haciendo el ponente gala de su
incultura, superficialidad y falta de originalidad. Terminado el acto castrense
se formaban corrillos y se iniciaba la
fase de diálogo conspirativo, precedida por la consabida crítica contra el poder civil al que consideraban que era el origen de los
males de la patria, aunque todos buscaban mantener buenas relaciones con los
políticos en el poder .por si acaso había que buscar protección. Quién no tenía
un conocido que a su vez fuera amigo de algún diputado, concejal, funcionario
de hacienda para que le diera un trato preferencial a la hora de la declaración
de la renta o un responsable de la Guardia Civil de Tráfico para que le quite
las multas y le devuelvan los puntos de sanción? .
Al terminar el acto castrense seguía el tradicional vino
español que tenía lugar después: era cuando se soltaban los controles y el alcohol
fluía en abundancia. Constituye entre los militares una muestra de capacidad y arrojo según el alcohol que se
puede trasegar a sus gargantas y la frecuencia en afirmar que ponen los cojones sobre la mesa a la hora de decir lo que harían
o dirían a sus jefes, pero sólo cuando no están presentes. Cuando lo están, se
comportan con el respeto y servilismo característico de los valientes. De ahí el silogismo tan socorrido entre ellos
de “el valor se le supone ” Era entonces cuando se producían las muestras más
evidentes del patriotismo más exaltado y casposo: parecería que se derribaran
los límites y surgían las expresiones
más extremas y agresivas contra todos: los civiles por débiles, contra los jefes por
no tener coraje para sacar a la tropa y los tanques a la calle, detener a los
sospechosos de activistas de izquierdas, a los homosexuales, a los débiles e
indecisos y a los militares tibios que no quieren meterse en líos, pero que
están siempre en actitud de avanzar con entusiasmo si tiene éxito el
levantamiento de los más exaltados, pero siempre calculando el riesgo personal
y los posibles beneficios esperados. Los pocos jefes presentes en el acto que
se mantienen todavía sobrios, sonríen las ocurrencias de los que ya no tienen
demasiado control de lo que dicen. Poco a poco el acto se va convirtiendo en
una cueva de conspiradores, aunque muchos borrachos y otros con el miedo de los
prudentes que es lo que lleva al éxito las asonadas de los militares cuya misión
parece ser conspirar, jugar a guerras sin ningún riesgo y en caso de que éste
sea excesivo, se escabullen a sus cuarteles de retaguardia para organizar la
estrategia que les asegure de peligros de ser descubiertos por cualquier chivatazo
de cualquier compañero, sin arriesgar la vida ni que los servicios secretos
descubran sus oscuros manejos. Estos valientes están siempre a la expectativa, mientras la soldadesca en caso de conflicto se
rompe los cuernos contra la tropa enemiga, que tiene las mismas características
intelectuales y morales que los de su bando, aunque consideran que no son enemigos entre sí, que realmente sólo lo son
sus jefes que les envían a realizar misiones de riesgo y ellos los
profesionales, tranquilos y alternando
con La Madelon...
Conspirar: el deber
de todo militar patriota.
En uno de esos actos castrenses, concretamente en el Día de
la Patrona de Infantería en el que estaba el grupo que analizaba la estrategia
militar mientras en los equipos se mantenían “profundas” tesis dialécticas”,
vinieron diversos jefes de la Plana
Mayor a saludar al comandante Arteche porque estaba considerado como uno de los
valores actuales y con mayor proyección de Defensa. Se cuadró como un poste,
cuando les vio, respondió mecánicamente
a las preguntas que le hicieron y aceptó la invitación que le hicieron para
tener una charla discreta en un salón aparte .Entre bromas y chascarrillos, uno
de los jefes presentes insinuó que estaban diseñando unas maniobras virtuales
en las que se establecían unos objetivos estratégicos que consistían en las
clásicas acciones de toma de objetivos vitales, como el Palacio del Congreso,
La Zarzuela, el Ministerio de Defensa, Aeropuertos, estaciones ferroviarias y
la parafernalia que lleva consigo haber sido el eterno ejercicio teórico de las
academias militares desde hacía más de cincuenta años. O sea que sorpresa,
ninguna. Después le informaron que el diseño de esas maniobras estaban ya muy avanzado
y que el objetivo último era la toma del poder en ese momento en manos de irresponsables
civiles, poner al mando a un presidente, militar por supuesto, reprimir con la
máxima violencia los elementos subversivos de separatistas y de izquierdas en
un plazo máximo de 24 horas, para evitar las represalias de Europa y les
impusieran las sanciones que asfixiarían la economía y aislarían al país sin
permitirle cualquier posible reacción defensiva. Ponían a la consideración del
Comandante Arteche el plan y los objetivos, le pedían que analizara las posibilidades
de éxito, diseñara un plan global de acción y estimara las necesidades de
personal y materiales y formara la Task
Force para realizar la operación, con un
calendario verosímil.
Arteche escuchó con atención, hizo preguntas muy precisas
que apenas supieron responder los generales y almirantes presentes y finalmente
pidió atención porque quería dar su opinión sobre el proyecto subversivo de
aquel grupo de golpistas patriotas que disfrutaban jugando a batallas con
soldaditos, sólo que en aquel caso los soldaditos eran de carne y hueso los que
morían, no los generales y almirantes, y que el asunto era de una gravedad
extrema.
Dice con serenidad y tratando de ser lo más didáctico
posible:
-Excelentísimos señores generales y almirantes: permítanme
expresarme con sinceridad y hasta con rudeza como es la norma de nuestra profesión.
En nuestro país existe una Constitución que votaron todos los españoles y es la
ley fundamental. En ella se establecen las misiones de las FFAA y la línea jerárquica
de mando, cuyo máximo responsable es Su Majestad el Rey. Por tanto, cualquier
alteración del orden constitucional se consideraría sedición y serían juzgados
de alta traición si fracasaran, con la probabilidad de ser condenados a muerte
los instigadores y colaboradores. Debo señalar que no sería difícil hacerse con
el poder porque el actual civil es inoperante y está desnortado y, salvo
algunos escasos patriotas de izquierda que se plantarían, lucharían y darían la
vida por la independencia de la patria, de la justicia y por implantar un
socialismo ético, la mayoría de los políticos estarían a la espera de los
acontecimientos y si la asonada tuviera éxito, les faltará tiempo para
adherirse al Movimiento. Pero aquí lo que tiene importancia no es lo interno,
quienes deciden están en Alemania, Francia, Inglaterra, en Bruselas y USA. Aunque
España ahora ya no es un país cualquiera: es una potencia media, pero con una extensión
y localización estratégica y lo que suceda aquí no va a ser indiferente en
Europa y en Occidente. Más aun les quiero manifestar: esta reunión que estamos celebrando aquí, en un par de horas será
conocida por el servicio de espionaje sabrá
mejor que nosotros nuestras conclusiones, quienes se adhieren y quienes no. O
sea que, por si no lo saben, estamos siendo controlados y no tenemos ni la más
remota probabilidad de éxito. Por eso, si me permiten, les sugiero que vuelvan
a sus cubículos, sigan jugando a soldaditos de plomo y vivan felices, sin trabajar
ni problemas como los que tienen los que deben ganarse el pan con el sudor de
su frente. Nosotros tenemos el maná en forma de presupuesto que nos llueve del
cielo abundante y magnánimamente. Pero no tienten la suerte y mejor que no muestren
su vena patriótica porque es muy peligroso y los principios militares que
aprendieron en las academias ya son historia y a los civiles les sirve para divertirse.
Yo también ardo en deseos de continuar con la tradición impecable de los
ejércitos españoles que siempre se han distinguido por nuestra capacidad de
sedición cuando hemos percibido que los civiles en su irresponsabilidad están
arriesgando la unidad, la grandeza y la libertad de la patria. Pero este
espíritu bélico tan acreditado a lo largo de nuestra gloriosa historia ya no es
valorado en Europa como cuando éramos un” imperio en el que “nunca se ponía el
sol”. Aunque, para ser sinceros, mejor nos hubiera ido si se hubiera puesto el
sol en él. El gigantismo es sólo para los imperios con solera, España actuó
como una potencia sobrevenida, a consecuencia del oro que venía a raudales de
América, pero que estuvo tan mal gestionado por los Austrias primero y a
continuación entraron en escena los Borbones, quienes se preocupaban sólo de cazar,
de saraos con las cortesanas, tener
hijos bastardos y dejarse manejar por validos y militares golpistas de
profesión.
Nuestros ejércitos siempre se han distinguido por su arrojo
y valentía, pero hay que reconocer que cuando hemos querido gobernar, hemos fracasado estrepitosamente
porque romperse la crisma con el enemigo y echar cojones en la batalla es más
fácil que administrar los escasos recursos, negociar y convencer a la población
y todo ello contando con el factor de la libertad que los civiles exigen..
Nosotros tenemos la fuerza y despreciamos la inteligencia porque es peligrosa y
cuando necesitamos negociar y convencer, fracasamos, por eso los civiles nos
temen y se mofan cuando nos ponemos a sustituirlos en la actividad mercantil,
política y humana.
Uno de los generales que escuchaban con atención interviene
para responder al Comandante Arteche:
-Comandante, discrepo totalmente de sus apreciaciones
respecto a la misión de los militares en la gobernanza del país. Aprecio en Vd.
un toque derrotista que quiere disimular apelando a la profesionalidad que se
recibe en las academias actualmente. No hay duda de que el ejército es y ha
sido siempre la espina dorsal de la nación. El glorioso Alzamiento Nacional es
una muestra de la responsabilidad que supo asumir, muy a su pesar, cuando la
patria estuvo en trance de convertirse en un satélite de la URSS. Que el
Generalísimo supo rectificar y crear una patria nueva con los restos de una
guerra fratricida y que gracias a su gestión se convirtió en la décima potencia
mundial. Así mismo, nuestras FFAA actualmente están perfectamente capacitadas
para cualquier misión que se le encomiende y puede enfrentarse al ejército más
potente del mundo, pues la carencia de medios la sustituimos con el valor
proverbial de nuestros soldados y estamos dispuestos permanentemente a sacrificar
nuestra vida en cumplimiento del juramento que hemos hecho a la bandera; de eso
no tengo ninguna duda, pues nuestra gloriosa historia así lo acredita. A pesar
de que los poderes civiles nos escatiman medios para mantener operativos
nuestras unidades y se gastan en crear
universidades, mantener a una pléyade de médicos y enfermeros para atender a una población cada vez más
exigente y menos sufrida. Y esta filosofía degrada la esencia de nuestra
gloriosa historia. No se acuerdan de los
años de la posguerra, en los que no había apenas médicos ni sanidad, pero que
la gente mantenía un espíritu combativo que ahora se ha perdido y que ha creado
una sociedad enfermiza, indolente, exigente, que sólo conoce sus derechos, pero
no sus obligaciones. Gracias al espíritu castrense que aportan las FFAA somos
un ejemplo para la juventud y la
admiración y la envidia de los que quieren que tengamos una patria mejor, más
fuerte y con un ejército poderoso que nos defienda en cualquier situación
contra el enemigo, bien sea el comunismo, como los terroristas árabes o el
imperialismo del capital que no tiene patria y sí ambiciones materiales y ninguna
pasión por los valores nacionales.. Así les va a ellos y se consumen en la
envidia de ver a los españoles que
sabemos compaginar los valores patrióticos con el esfuerzo y la alegría de
vivir. Somos un pueblo privilegiado que provenimos de los Reyes Católicos, de
los Tercios de Flandes, de Ceriñola y Garellano, de Lepanto y Trafalgar, de la
redención de los indios a los que cristianizamos, a los que dimos cultura y les civilizamos, habiendo
creado una comunidad de pueblos indígenas que se llama La Hispanidad, bajo el
manto de la Madre Patria a la que aman, respetan y en reciprocidad, la Patria
les acoge con generosidad, pues sólo hay que ver que el grueso de nuestras
tropas provienen de países andinos a los que se les ha dado una educación, oficios y perciben unos suculentos sueldos a
cambio de su pasión por servir a la madre patria. De nuestros jefes, oficiales y suboficiales sus virtudes
son obvias, puesto que constituyen la esencia de la patria y una garantía de que está bien defendida porque estamos
comprometidos a dar nuestras vidas si preciso fuera…
Como el general parecía que estaba exaltado por la vena
patriótica y porque había tomado algunos gin tonics de más y su verborrea iba
creciendo en intensidad patriótica, en volumen de voz y como los presentes,
disimuladamente, le estaban tomando a chirigota, el Comandante Arteche se
atrevió a intervenir respetuosamente ante la catarata del discurso diciendo:
-Mi general, no sabe VE lo
bien que suena escuchar a una alta jerarquía militar expresar su
patriotismo con pasión y medida. Si los mandos tuvieran la voluntad de estar
próximos a la tropa, a pesar de lo ocupados que están por sus altas
responsabilidades, creo que sería un apoyo importante para mantener el espíritu
y el patriotismo de los que tenemos el
deber sagrado de defender la patria. Pero ahora, si me lo permite, quisiera
continuar exponiendo mi punto de vista sobre el plan de realizar un Alzamiento
Nacional como aquel glorioso del 18 de
julio del 36.
Nuestro ejército se
ha quedado obsoleto, ya no es el paladín de la valentía, la resolución y la
rebeldía, se ha convertido en un grupo de acomodados que están sólo pendientes
de cuándo les llegará el ascenso, de que les suban el sueldo y de criticar a
los civiles por no ser capaces de entender los criterios excelsos que se
requieren para ser militar profesional. Nuestros propios mandos se han plegado
a los civiles porque éstos premian la fidelidad con ventajas y sinecuras, pero han
abandonado la función honorable de ser los guardianes permanentes de las
esencias patrias. Se ha puesto el mando efectivo bajo la dirección de la OTAN,
la UE y todas las organismos internacionales que valoran exclusivamente las
estrategias globales de áreas mundiales, sacrificando las identidades de los
estados tradicionales en los que los ejércitos eran la espina doral y los
países respetados y temidos por los
demás, estando permanentemente las tropas en posición de combate para defender
la independencia y el prestigio de nuestra nación.. Por eso lo que actualmente
prima entre la oficialidad es la carrera militar: ascensos, sueldos, estudios
civiles complementarios y lograr un puesto de agregado militar en cualquiera de
los países miembros de las organizaciones supranacionales. Son escasos los
militares patriotas que anteponen las exigencias del servicio a sus deseos egoístas,
por eso, como decía patéticamente el
alcalde de Móstoles: “Españoles, la patria está en peligro, …., venid a
salvarla”
Arteche había conseguido coger cuerda y cuando era así, era
imposible pararlo, sólo alguien que fuera capaz de dar una noticia o criterio
novedoso como para llamar la atención a aquellas mentes anquilosadas y sin
inquietudes que no fueran las de pura supervivencia y aprovechar cualquier oportunidad,
era capaz de detenerle. Así que uno de los almirantes pidió la palabra y
con parsimonia y queriendo crear la
sensación con sus palabras y sus gestos, comentó:
-Es bien sabido que esta charla tiene las limitaciones que
con palabras doctas ha detallado el Comandante Arteche, pero existe un factor
adicional inesperado que cambia de pleno el planteamiento. Nuestra toma del
poder estaría considerada como razonable por los mandos y estrategas de las
organizaciones militares internacionales, con la condición de que no haya
excesivas bajas, pues las poblaciones se muestran muy sensibles cuando mueren civiles
en masa. Es una de sus limitaciones: no saben valorar los objetivos supremos de
la patria y presta oídos a la demagogia de los enemigos de las fuerzas armadas,
por tanto, de la nación.. Se trataría de
una operación militar de alcance limitado, sin violencia excesiva, con el
objetivo de neutralizar los grupos subversivos de izquierda en todo el
territorio nacional, con una especial profundidad en las comunidades más
sumidas en el separatismo. De forma que en el plazo de dos o tres días se
controlaran los sujetos más subversivos, deteniéndolos y si es necesario
ejecutándoles para eliminar los cabecillas que son los que instigan a la
población que se deja manejar por esos demagogos asesinos que no tienen
inconveniente en destruir la patria para lograr sus objetivos inconfesables,
con la disculpa de la justicia, la defensa de los trabajadores o la solidaridad
internacional. Son separatismos que ponen en peligro la unidad nacional y es el
momento supremo para que las FFAA cumplan con su sagrada misión de defender la unidad de la patria, sus
valores y la razón crítica para vivir
con dignidad, si no, es mejor morir con honor.
Por eso los poderes civiles por medio de los dirigentes
máximos de los dos partidos mayoritarios están de acuerdo con esta operación
militar en ciernes, con la condición de que después del denominado cambio, no golpe, eso hay que dejarlo muy claro, se
convoquen elecciones plenamente libres, aunque con la exclusión radical de
cualquier agrupación que defienda valores marxistas y separatistas. En
realidad, todos estos posibles incitadores serán encarcelados en este
movimiento, fusilados los que se resistan y así, en cierto modo como hizo el
Generalísimo en los primeros momentos del Movimiento, las fuerzas se emplearán
con la máxima contundencia para aniquilar a los más peligrosos, para disuadir a
los que se escondan y para que la población sepa que cualquier apoyo, aunque
sea moral, incluso para controlar a los tibios, serán inmediatamente ejecutados
sin compasión en juicios sumarísimos. Esta operación de tipo blitz-krieg tiene
que ser instantánea, ejecutarse con la máxima eficacia y durar no más de 48
horas, para anular las reacciones solidarias posibles de la población y no
puedan crearse grupos terroristas revolucionarios que provoquen a las FFAA y
éstas tengan que ocuparse de reacciones
de las vanguardias terroristas. El efecto sorpresa debe ser inmediato y es la
clave del éxito y de que las bajas sean moderadas para evitar las protestas de
los pacifistas y grupos de derechos humanos de todo el mundo. Realmente esa es
la principal misión de los ejércitos: evitar que el efecto se propague por toda la nación, por Europa y por
todo el mundo y anule la eficacia de nuestra operación militar patriótica.
Todos los presentes guardaron un profundo silencio, como
temiendo que los planes se hubieran desarrollado en exceso convirtiendo los juegos de guerra en algo peligroso que podría llevar
al traste al país y estallara una nueva guerra civil. Los militares actuales ya
había experimentado las consecuencias de aquellas “gestas” de los patriotas que
después de Franco eran temidas por su indisciplina y actitud prepotente, pero
al mismo tiempo se convirtieron en el hazmerreír de la sociedad civil que había
seguido evolucionado, culturizándose y buscando la justicia social; no así las
FFAA, que mantenían la mentalidad de un ejército victorioso y no había sabido montarse
en el carro del progreso social, ni cultural, y estratégicamente seguía siendo un mastodonte inútil, lento,
temido por la población normal, aunque sirviendo de argumento para los chistes
cáusticos o para atentar contra los mandos como un ejercicio de liberación ante
la opinión de la población que tenía muy claro que Franco fue un dictador, que
el ejército el que materializó aquella sangría durante la rebelión militar y
que su personal, instalaciones y armamento se había considerado como el
objetivo para justificar toda acción revolucionaria.
Estudio y diseño del
plan estratégico para la operación “Adarra Jo.
Las conversaciones entre la cúpula militar y los políticos
que lideraban los partidos mayoritarios fueron progresando, aunque de una
manera velada y secreta, si bien esas reuniones tan discretas eran conocidas de
inmediato por todos los periodistas y se reflejaban habitualmente en la prensa
extranjera, no en la española que estaba rígidamente controlada. Aquélla
trataba con regocijo y constituía motivo para las viñetas cómicas en la prensa-.
En España como era habitual, nadie tenía interés por los preparativos de la
sedición, porque temía que la Brigada Político-Social detuviera a los que se
mostraran críticos. Era vox populi que había múltiples planes de sedición: unos
eran los capitanes, que querían hacer algo parecido a la “Revolución de los
Claveles” del golpe militar portugués del 27 de abril de 1974. Otro eran los
coroneles que soñaban con la gloriosa estela de los coroneles griegos. Incluso
los sargentos también habían diseñado el suyo que consistía básicamente en
crear un ejército sin mandos ni
estrategia, sólo se trataba de demostrar a la jefatura que también ellos
estaban presentes y que no admitían la cadena de mando tan rigurosa y miedosa.
Así que el país era un hervidero de rumores y el Gobierno estaba ignorante de
ello, preocupado porque los jueces habían roto el acuerdo con los militares y el Congreso
y gente que vivía del presupuesto, y habían empezado a investigar casos flagrantes
de corrupción y difundido algunos como verdaderos sainetes que eran la base de
las noticias de los telediarios y
causaban furor en el extranjero. Tanto, que España había vuelto a ser noticia
de primera página porque los casos de corrupción y evasión fiscal eran la salsa
que servía de válvula de escape ante problemas tan graves como los niveles de
la prima de riesgo, las cifras alarmantes de paro y los planes militares de los
gringos que estaban al acecho de invadir cualquier país que pudiera servirles
para lograr protagonismo y vender armamento a países que servilmente les
compran con los fondos destinados a atender
las necesidades perentorias de desarrollo de la población.
La Plana Mayor de Defensa recibió instrucciones del Estado
Mayor Central para que iniciara los análisis para establecer la estrategia y
lograr los objetivos con éxito. Los
estrategas decidieron, después de profunda reflexión, denominar a la gesta
patriótica el nombre en clave “Operación
Adarra Jo”, para poner un tono enigmático y despistar al enemigo. Que, por lo
demás, se trataba de ocupar sedes de instituciones clave, instalaciones
militares básicas y medios de comunicación y cadenas de difusión de noticias.
Es decir: el Comandante Arteche, que había sido nombrado responsable máximo de
la Plana Mayor no pudo desarrollar sus maravillosas teorías que le habían
enseñado en las diversas academias militares más acreditadas del mundo, pues
los planes de sublevación militar eran conocidos porque eran siempre idénticos
a los múltiples anteriores.
El panorama era verdaderamente inimaginable: en las
instalaciones del Alto Estado Mayor Central de la Defensa: centenares de jefes,
mandos y subalternos estaban reunidos en diversas salas rodeados de un griterío
enloquecedor, pues se discutía sin escucharse entre sí, tomaban café como si
fuera un elixir provocador que, fuera de sus casillas, blasfemaban como
posesos, se movían continuamente para no hacer nada. De vez en cuando un
general entraba en las conversaciones y el silencio era tenso; pedía calma y que
se siguiera con los debates con orden y que informaran a sus jefes de unidad,
saliendo satisfecho al ver que la gente trabajaba, discutía y ponía el máximo
ardor en sus diálogos. Se sentían satisfechos al verse que estaban
desarrollando su misión sagrada de prepararse para la guerra, razón por la que,
según ellos, existían como patriotas. Al
final del día se celebraban reuniones de los diferentes jefes coordinadores
para poner en común los planes, para discutirse en los estamentos superiores y
comprobar que lo que se estaba desarrollando era la base para el éxito más
completo. Con vasos de wishky en la mano y proletarios Farias, bastante
cargados de alcohol y patriotismo, se hablaba de las superficialidades más
elementales, se ponía el énfasis en detalles sin importancia, como si lo crítico
se quisiera evitar para no incurrir en responsabilidades o riesgos que pudieran
exigirse algún día si se cosecharan fracasos o irregularidades.
Al final se terminaron los trabajos de redacción de los
planes en los que los detalles eran minuciosos y sorprendía que mentes tan
planas como las militares pudieran generar una estrategia tan detallada hasta
límites extremos.. Se establecían detalladamente todos los movimientos de
tropas, sus misiones, los medios a su disposición, el personal que las integraban,
incluso se establecía una cronología rigurosa. Se señalaba dónde se tenían que
aprovisionar de armamento, de munición, de combustibles, de alimentación. Se
detallaban las misiones de apoyo de intendencia, sanidad, hospitales, fuerzas
de reserva y su localización. Se exigía a todo el que tuviera algún nivel de
mando, que se responsabilizara de sus hombres, que estuvieran informados de las
operaciones que les concernían, los sistemas de comunicación con sus claves
para no ser interceptados por el enemigo.
Toda esta información estaba detallada en diversos pen drives y se
entregaban las órdenes de acción en copias para cada unidad de acción. El
Comandante Arteche lo presentó a los miembros del Alto Estado Mayor Central de
la Defensa que estaban reunidos en el bunker subterráneo contra ataques
atómicos en un lugar camuflados en los sótanos del Ministerio de Defensa, que,
curiosamente, todos conocían su ubicación y accesos y era extremadamente
vulnerable, pues los conductos de refrigeración estaban a la vista sobre el
césped del jardín y cualquiera que quisiera podría introducir por ellos una
bomba o gasolina ardiendo, para que produjera una hecatombe. Pero así eran
aquellos ilustres: tenían controlado con el máximo detalle lo que era
superfluo, pero ignoraban los fundamentos de su acción que podrían llevarles a
ser aniquilados.. Con la ayuda de un experto informático fue explicando lo que aparecía
en una pantalla que reproducía el contenido de los pen drives. Los miembros del
grupo estaban maravillados de aquella capacidad analítica del militar en el que
se confiaba como una estrella mediática. Al final todos felicitaron al
Comandante y se determinó que se mantuviera todo en secreto hasta que se dieran
las órdenes oportunas para su puesta en activo. En la prensa extranjera, sin
embargo, ya estaban detallados los puntos básicos de la secreta acción militar.
Los jefes y militares de la máxima graduación se revolvían para lograr
descubrir el topo que filtraba toda la información a los periodistas creándose
una división de contraespionaje para evitar que los planes secretos se
convirtieran en noticia de primera plana en la prensa europea, para diversión y
solaz de los lectores que pensaban que se trataba de una serie televisiva de humor
para popularizar a las FFAA españolas. Al final detuvieron a un sargento que
estaba estudiando periodismo en los tiempos libres, al que se encontró
documentación altamente secreta. Se le incomunicó, se le interrogó, pero al
final se comprobó que era un ejercicio de redacción que había redactado para
presentar en la facultad de periodismo. Tuvo mucha difusión todo el acontecimiento,
pues al ser detenido, el Alto Estado Mayor emitió un comunicado en el que se
desarrollaba una historia en términos de conspiración contra la seguridad nacional.
Que se había descubierto la célula que estaba insertada en las diferentes
unidades y que se trataba de un grupo muy capacitado y con una tecnología muy sofisticada.
Pero con el transcurso de los días se fue descubriendo que todo se trataba de
una historia mal urdida y sin pies ni cabeza. Al final quedó todo en el
anonimato y se fue diluyendo poco a poco para que el ridículo no fuera
descubierto por la población. En Europa sí, tuvo una amplia difusión y sirvió
para acreditar una vez más el gran prestigio que atesoraban los ejércitos
españoles.
Movimientos políticos .para establecer un gobierno de
unidad.
En los círculos políticos se estaba trabajando a marchas
forzadas para conformar un plan y crear un gobierno que fuera la síntesis de
las fuerzas políticas operativas existentes, exceptuando los grupos separatistas,
comunistas y de extrema izquierda. Los partidos mayoritarios estaban
perfectamente informados y mostraban su pleno acuerdo a los planes de los militares
porque se les reservaban gran parte de los cargos disponibles, se anulaban
responsabilidades por corrupción o por delitos que tuvieran alguna
responsabilidad ante los jueces y se decretaría una amnistía general. No se
diría nada al rey de los planes porque se quería preservar a la corona y porque
era innecesario que tuviera cualquier información que pudiera ser arriesgada,
pues era conocido que su capacidad intelectual era limitada y porque, su
incontinencia verbal podría poner en riesgo todo el dispositivo por alguna
indiscreción a las que estaba tan habituado y que había que contrarrestar de manera eficaz, pero
que no supusiera para él demérito ni desprestigio.
Así pues, una compañía de guardias civiles tomaría el
palacio de Las Cortes, al mando del sargento Don Antonio Tejero Molina, patriota
reconocido, formado en la lucha contra el terrorismo en el
Norte. Debería irrumpir en el Congreso, controlar a los diputados que se hallaban
en sesión plenaria para la investidura de un nuevo Presidente del Gobierno,
pues el actual había dimitido porque el desbarajuste político entre las fuerzas
era tal, que por una vez estaba la totalidad de los diputados presentes. La acción de los militares debía de
ser contundente y brillante para intimidarles. Pero la realidad fue que aquella
jarca de guardias civiles era un conglomerado desordenado de incompetentes, ignorantes y miedosos.
Su irrupción en el pleno de la sesión
tenía visos de un sainete de los Hermanos Marx: el sargento Tejero con
una pistola en la mano entró dando gritos poco inteligibles, pero soeces y dignos de militares en acción. Sí se
escuchó con claridad la orden terminante: ¡Todo el mundo al suelo!,
repitiéndolo varias veces..Los diputados, después de la sensación extraña de
ver una banda armada de incontrolados, en un acto de valor que les honró, obedeciendo
sumisos, decidiendo protegerse debajo de los escaños. Así, el espectáculo de
ver a los representantes de los españoles muertos de miedo, arrastrándose por
el suelo ante unos guardias civiles desafiantes
a los que cuando se les ponían armas de
fuego en las manos, se creen los salvadores de la patria, se vio estimulado
cuando el citado sargento gritó descontrolado ¡Se sienten, coño!. Así empezó el
sainete, siguiendo con disparos de unas ráfagas al aire de metralleta y gritando, blasfemando y riéndose como si se
tratara de una opereta, aunque sin orden
ni concierto. Los disparos se incrustaron en el techo del salón de sesiones, quedando como testimonio
de la gesta que emulaba a la del General Pavía, en esta ocasión sin caballos Algunos pocos de los diputados mostraron
dignidad y se negaron a tirarse al suelo, a pesar de que el sargento se lo
ordenase y en algún caso trató de hacer una llave de judo para derribar a uno
ya anciano que se negaba a cumplir sus órdenes, pero fracasó en su intento
porque tenía escasa agilidad y su obesidad le daba un cierto tono de formar
parte del ejército mexicano de Pancho Villa. En el suelo como unos valientes
estaban el gran Fraga, el valeroso Felipe González, Alfonso Guerra muerto de
miedo, el todopoderoso Abril Matorell, Pelopincho
Rodriguez Sahagún y todos los ministros
que tanta soberbia mostraban en su actitud habitual. Aquella imagen sí que fue
realmente humillante al difundirse por Europa. Porque tantos planes estudiados con tanto detalle no supieron
prever que aquella sesión del Congreso se estaba televisando en directo, por lo
que todo el vodevil lo estaban siguiendo los espectadores desde sus domicilios y
lugares públicos. Así es que, lo que parecía ser una operación militar ajustada
a los parámetros habituales, se había transformado gracias a las cámaras en una
comedia, eso sí, original y llena de emoción, aunque lamentable para el
prestigio de las FFAA. Y de España, que era realmente lo que había llegado a
ser el motivo del gran regocijo en el exterior..
El capitán Muñecas,
que por lo visto debía ser considerado entre la tropa como un intelectual,
ocupó el atril de los oradores y con una expresión paternalista, típica de
militar y con la pistola en mano para ser convincente, pidió a los diputados que estuvieran
tranquilos, que enseguida se presentaría
la autoridad para dar instrucciones. Militar, por supuesto, apostilló con una sonrisa que pretendía ser irónica y
ocurrente. Pero la autoridad no terminaba de llegar, algo no se estaba
desarrollando según las planes previstos. El sargento Tejero ordenó encerrar a
los líderes de los partidos en un despacho fuera del hemiciclo. Allí, vigilados
por unos guardias civiles despistados, con órdenes de no permitir que hablaran
entre sí los allí encerrados, mantenían
un diálogo con aquellos ilustres políticos miedosos. Unos por temor y los otros
por ignorantes, allí se había formado la esencia de lo que sería más tarde la
“Transición modélica”, que tanto entusiasmo había despertado en Europa y en el
mundo y que había sido tomada como ejemplo para la salida pacífica de otras
dictaduras. O sea que los diputados por los suelos, muertos de pánico, un sargento
que ocupa las Cortes. donde radica la soberanía del pueblo que una jarca de militares incultos y
fanáticos ocupa a tiros, que es televisada en directo sin conocimiento de las
tropas ocupantes, con un rey al que le habían dicho que toda la operación era
un éxito, al final los jefes militares
conspiradores se hicieron un lío característico de militares en acción, confunden las
instrucciones y, en vez de realizar una brillante operación militar, se
convierte en una comedia de enredo en la que los invasores se rindieron sin
obedecer a las órdenes de los mandos invasores y tienen que escapar por las
ventanas del Congreso porque allí no había ni orden ni concierto, sólo un
marino que tenía su unidad naval en el estanque del Retiro se adhirió al
sainete manteniendo una charla con el valiente sargento. Después vino la
lección de compañerismo del comandante Pardo Zancada, que ya estando la
operación fallida, se le ocurrió mostrar su solidaridad con los aguerridos ocupantes,
entrando en el Congreso con su tropa , no se sabe si para hacer reír o para
mostrar que “La patria no se rinde”, aunque se rindió estrepitosamente, dando una lección
de heroísmo militar.
Ni qué decir tiene que detrás de aquella operación tan
extraña estaban los servicios secretos, que el Estado Mayor desconocía si se
habían adherido o no a la asonada. En realidad los Servicios Secretos españoles
eran además de secretos, eran ocultos y desconocidos, pues no se conocía quien
era su jefe, ya que en otras operaciones que hicieron espiaron al rey, al
primer ministro e incluso al general que les mandaba. Algún mando intermedio,
además, se dedicó a vender informes a los espiados para que supieran que se les
controlaban. El cenit de la ciencia
infusa de los espías del CESID lo constituyó un episodio que le sucedió al
presidente del organismo conspirativo, Este se había ido de fiesta con alguna
compañía poco recomendable, pero unos periodistas con una cámara de potente objetivo les fotografió en una posición
comprometida. A los pocos días pareció la fotografía en la prensa. La reacción
del Director al que cogieron con los pantalones bajados fue mandar cambiar a
los servicios internos de criptografía el rostro suyo, poniendo otro anónimo. No tuvo suerte el pobre: descubrieron
la trampa, pues pusieron la efigie de un célebre cómico, por lo tuvo que
dimitir. Aunque, claro, le mandaron de embajador a un país lejano para que se
recuperase de la sensación de ridículo que tuvo que soportar.
La noche de la toma
del Parlamento se fueron reuniendo en el
Hotel Palace la plana mayor de los tres ejércitos,
los políticos que no estaban secuestrados en el Congreso y periodistas de todos
los países que enviaban sus crónicas sobre la delirante operación de la toma
del poder del Estado. Porque algunos de los generales desconocían muchos de los
episodios que estaban produciéndose en el Congreso, teniendo que informarse por
los periodistas que estaba allí tratando de informarse. Ironías de los
militares españoles: su servicio de información son los periódicos.
La operación “Adarra
Jo” va decayendo…
El desarrollo de las operaciones, que comprendían la
adhesión de las diferentes Capitanías Generales , supuso una manifestación de
la incapacidad para comprender los planes que se generaban en el Alto Estado
Mayor: habiéndose comprometido todos previamente para seguir en sus distritos
la asonada, unos no se atrevieron por miedo, otros fueron relevados del mando
por sus subordinados, así sucedió que los que se adherían, se desdecían y no
dieron las órdenes necesarias, con lo que realmente la plana mayor no sabía con
qué fuerzas y efectivos se contaba realmente. En Valencia el General Milán del
Bosch, considerado como monárquico fiel y con prestigio entre sus compañeros
por pertenecer a una estirpe militar de varias generaciones, con fama de duro,
pero con escasas luces, mandó sacar los tanques a la calle. De los más de
trescientos que estaban en los parques
de armamento sólo funcionaban treinta, con lo que más que una invasión parecía
un festival de chatarreros en movimiento. Irrumpieron contra los semáforos,
chocaron con los coches aparcados en las calles y de cuando en cuado alguno se
paraba, unas veces por avería y otras por falta de combustible del que no se
aprovisionaron al salir de los depósitos.
Mientras, Milans del Bosch esperaba instrucciones del centro
de logística del Estado Mayor, pero nadie le llamaba, así que nervioso, quiso
comunicar con ellos, pero no le cogía nadie el teléfono. Estaba desesperado
porque sospechaba que le habían dejado a un lado y que los demás generales se
habían arrepentido y no se atrevieron a seguir con los planes.
Intervención y solución
milagrosa del Rey
El desbarajuste era de antología: el militar al que el
capitán Muñecas había anticipado su presencia ante los diputados no llegaba.
Los capitanes generales de las diferentes regiones militares no se definían,
algunos que se comprometieron a sacar la tropa se mostraban
dudosos e inseguros, otros que en principio se parecían leales a la
Constitución se habían amotinado sacando la tropa a la calle, aunque no sabían
cual era su misión. En el Alto Estado Mayor había una calma extraña, parecería
como si los generales hubieran perdido la noción de la realidad. A uno de ellos
se le descubrió que en la cartera llevaba una petaca de wishky y le daba de vez
en cuando un chupito a escondidas. Al final se acercó el comandante Arteche preguntándoles
desconsideradamente qué era lo que hacían allí , echándoles una bronca
fenomenal. Les dijo que estaban fracasando todos los planes y que la única
solución era que el Rey llamara a los Capitanes Generales para que les arengara
y superaran el miedo a las consecuencias. Allí estaba el General Armada, quien
había sido aceptado por los políticos y por los militares como el “Caballo Blanco”, según se había decidido
denominarle en clave para mantener la eficacia de la operación, aunque todo era
como una opereta, pues en la prensa ya era un secreto a voces la noticia de que
el General Armada era el “Caballo Blanco” Los cabecillas de la revuelta
preguntaron a Armada los planes que se estaban preparando, respondiendo que
tenía que ir a hablar con el sargento Tejero, pues parecía que era el único que
no aceptaba el plan diseñado y rechazaba la salida del Congreso con sus huestes
sin honor, pues se desprestigiaría a la
Guardia Civil según manifestó agriamente
a Armada. La prensa más comprometida se preguntaba qué sería lo que entendían
por honor aquellos miedosos ignorantes que se transformaban en temibles cuando
se les ponía una metralleta en la mano.. Cuando Armada se entrevistó con
Tejero, éste le replicó altivo: Mi general, si se me acerca le pego un tiro y después me pego yo otro. Coraje no le faltó: una vez más las FFAA daban
una lección de patriotismo y anteponían la pasión y el amor a España a todos
los embelecos que les ofrecía la hipócrita sociedad civil. Claro que habría que
explicar lo que entendían por pasión y amor unos personajes cuya única
capacitación era la de dar valor a la muerte, a la violencia y cuya principal
característica intelectual era la ostentación de rechazo a todo sesgo que les
humanice y sean capaces de reflexionar por encima del ombligo.
Ahora la operación “Adarra Jo” se había desbocado y lo que
inicialmente fue un “juego de guerra” se estaba convirtiendo en un laberinto
para aquellos militares que eran incapaces de encontrar soluciones imaginativas
fuera de las broncas, blasfemias y órdenes improvisadas, que se rectificaban continuamente y se volvía una y otra vez al
inicio del círculo que no tenía ni fin ni principio.
El Gobierno no sabía cómo actuar para mantener la información a la opinión
pública. Se había decidido que el rey se dirigiera la nación, pero no se
concretaba en qué términos, pues todo ello dependía del resultado que iba
adquiriendo los acontecimientos de la asonada. Por eso el ministro de
Publicidad y Propaganda pensó en que el Monarca grabara tres discursos
diferentes: si se vislumbraba que ganarían los sediciosos, se le daría un
contenido patriótico en el que se defendían los valores eternos de la España
Imperial. Que las democracias siempre han sido negativas para el país porque traen
el libertinaje y los separatismos. Otro discurso se referiría, en caso de que
los levantiscos militares alzados en armas fueran derrotados, a la necesidad de
asegurar el orden constitucional ya que ha sido modélico y permitido el progreso
moral y material de la población española.
El tercero se emitiría en el caso de que triunfara un levantamiento popular en
contra de las aventuras fantásticas de los militares y se proclamara la República
y todo el stablishment tuviera que exiliarse para evitar el juicio universal contra
los poderes públicos causantes, que supusiera una catarsis para la ciudadanía..
Así se decidió y unos periodistas del pesebre se dispusieron
a redactar los diferentes discursos grandilocuentes que más parecían
exhortaciones bondadosas para que la masa se mantuviera controlada, a la que se
añadiría la correspondiente dosis de pánico escénico para que no se sublevara.
Vistieron a Su Majestad con traje de capitán general de los ejércitos, le
hicieron leer varias veces el texto para que no se equivocara y para que se le entendieran sus oscuras
expresiones gangosas, mezcla de Borbón y
de su insuficientemente desarrollo intelectual. Después de infinidad de pruebas
a las que se sometió pacientemente le hicieron las tomas definitivas que se pensaron que eran
suficientemente correctas.
Mientras tanto, en el Congreso los acontecimientos
continuaban con grandes dosis de miedo,mezclado
con teatro de guiñol y expectación: los
diputados amedrentados bajo los bancos, los guardias fumando, jurando, riéndose
y algunos comiendo bocadillos de anchoas regados con botellas de vino para
mantener la moral de victoria, con las metralletas en ristre,se mantenían con conciencia de que estaban protagonizando su
más generoso sacrificio por la patria. Aunque ya se apreciaba una cierta dosis
de cansancio físico y moral. Repentinamente se escuchó un tumulto: en los
bancos de la parte superior se vio a un Manuel Fraga Iribarne poniéndose de pie
haciendo aspavientos cómicos, vociferando comiéndose sus medias palabras. Al
final se le consiguieron entender. Gritaba: ¡Deténganme que también yo soy
diputado y quiero participar del destino de los que han sido llevados a otro
lugar, pues me solidarizo con ellos! . Los guardias le ordenaron silencio y que
volviera a tumbarse como los demás. El hombre quería gozar de la gloria
reservada sólo a los líderes de los partidos a los que se les había encerrado
aparte. Fraga quería también el protagonismo para no quedar marginado en vista
de que estaba entre de los valientes que se arrastraban por el suelo. Todos los
demás diputados le insultaron por oportunista y porque se las dio de valiente
cuando los riesgos se habían rebajado considerablemente.
El final de la aventura quedaría en la nebulosa, pues
parecería que se habían impuesto los constitucionalistas, ya que se emitió el
mensaje real que les daba credibilidad.
Aunque hubo un episodio confuso al que se denominó “El pacto del capó” y
que se ocultó celosamente a los medios de difusión, pero fuentes generalmente
bien informadas descubrieron que aquel documento contenía las condiciones para
el levantamiento del sitio al Congreso por parte de Tejero y sus huestes, que
más que otra cosa era una rendición incondicional del Congreso dados los
compromisos que adquiría con su firma el Gobierno. Como era lógico, a la salida
de los diputados del encierro se le dio una publicidad rayana en la euforia,
como si se tratara de la liberación honrosa de los heroicos padres de la
nación. La actitud de Tejero al entregarse y ordenar a la tropa la retirada,
estaba plena de detalles grotescos y todo parecía la lamentable interpretación
de una opereta en la que la música desafinaba, los extras hacían de
protagonistas y los héroes estaban muertos de miedo a la espera de ver qué
actuación les correspondía según el desarrollo del libreto. Pero los
gobernantes quisieron sacar provecho de aquel humillante escenario, así que
convocaron a la prensa que estaba expectante para conocer detalles que pudieran
dar mayor realismo a los acontecimientos.
Mientras, en la prensa mundial se relataban detalles entre
curiosos y verbeneros de aquella operación “Adarra Jo”, que sin duda llegaría
ser llevada a las pantallas por su “realismo” y por el impacto que
estaba contribuyendo a elevar el cachet de la Marca España.
Juicio a los
“amotinados” en Campamento.
Los acontecimientos que siguieron eran oscuros y confusos,
como si se tratara de echar un sutil
velo sobre aquel suceso que estaba siendo noticia entre político y grotesco en
la prensa de todo el mundo y que el Gobierno quería contrarrestar con una
campaña de contra información que a duras penas lograba tener resultados
efectivos. La realidad era que al Gobierno le espantaba tener que encarar aquel
episodio y quería lograrlo con las menores heridas posibles, pues la imagen de
la “patria” estaba por los suelos, a pesar de que el ministerio de Publicidad y
Propaganda lo intentaba de todas las formas posibles, pero sin éxito ya que los
militares seguían empecinados en resucitar a la España Eterna y Predilecta de
Dios, a pesar del fracaso reciente de su
aventura en el Congreso. Seguían aferrados a la idea de que los civiles eran
incapaces de hacer lo que debían y que ellos estaban llamados a lograr las
glorias que se le están negando y que tanto dolos causa en sus apasionados
corazones. Pero la prensa extranjera desbordaba cualquier tentativa de control
de la información a pesar de que la tradicionalmente controlada por el ministerio
de Propaganda se comportaba con la docilidad que exigieron a los beneficiados
al repartirse los periódicos y emisoras
del Movimiento. La información clandestina fluía por todos los resquicios y no
era posible controlar por más tiempo aquel secreto a voces. Había que pasar por
someter a los levantiscos a un proceso judicial para parar la imagen de Estado
bananero que se nos atribuía y que tanto sulfuraba a los que gobernaban con la
autorización tácita de los militares. No en vano las Cortes Constituyentes
tuvieron que aceptar el Capítulo VIII en el que se designaba a las FFAA como
garantes de la integridad de la nación como patria indivisible de los
españoles. El Gobierno tenía una cruel papeleta, pues debía atender a dos
frentes muy complicados, pero sin otra salida que apelar a la mano de Santa
Teresa para aque hiciera el milagro como era normal cuando el Caudillo tenía
algún problema que no sabía cómo dar salida. Por eso el nuevo Ministro de
Defensa, como a partir de la vigencia de la Constitución se llamaba a los
ejércitos, convocó al Estado Mayor de la Defensa para plantearle el espinoso caso
del juicio contra los asaltantes al Congreso. Curiosamente gran parte de los
miembros de este Estado Mayor eran capitanes generales en las diferentes
regiones, que tomaron parte de la asonada, otros que no llegaron a
materializarlo, estuvieron dudosos y sólo alguno poco relevante se mostró firme
en la petición de responsabilidades por aquellos hechos. Ante aquella denuncia,
todos los presentes agachaban la cabeza, fingiendo que reflexionaban unos,
otros que escribían en sus blocks y los
más superficiales miraban fijamente al que osaba pedir responsabilidades. El
ministro, un desconocido civil que
durante el franquismo fue director general del SENPA y luego de la CAT, estaba
nervioso, pues aquella reunión parecía una ceremonia a la que no se le veía
salida que no fuera una bronca entre aquellos extraños demócratas que se había
arrepentido de su tentativa cuando comprobaron que habían fracasado. A uno de
ellos se le ocurrió que se convocara al comandante Arteche, que tanto prestigio
tenía acreditado, aunque, curiosamente, fue el “cerebro de la intentona”. Nadie
lo cuestionó, así que el ministro vio el cielo abierto y propuso volver a
convocarles con Arteche.
La presencia de Arteche fue providencial, pues se le dio
carta blanca para que presentara un plan y que el resultado del juicio fuera el
que mejor conviniera para la Institución militar. Además, se había decidido
ascenderle a teniente coronel, no se sabía la razón: quizá para que tratara de
que sus conclusiones y planes fueran lo más digeribles posibles. Estaba claro
que el nuevo teniente coronel sabía mucha táctica, estrategia y latín, pues
siempre jugaba a ganar y a no perder.
El tribunal sería militar y se les aplicará el Código de
Justicia Militar, por lo que estaría
compuesto por militares de alta graduación y los abogados corresponderían al
cuerpo jurídico militar. Se decidió que las sesiones fueran públicas para dar
entrada a todos los corresponsales extranjeros que poblaban Madrid. El juicio tenía lugar en una sala del Regimiento
de Campamento, correspondiente a la División Acorazada Brunete, cuyo general
estaba entre los sediciosos y que tendría que comparecer ante el tribunal. El
desarrollo de las sesiones era un compendio de equivocaciones, rectificaciones,
gritos, interrupciones de los miembros del tribunal a los abogados a los que
discutían sus argumentos con los suyos propios que hacían las delicias de los
periodistas que llenaban la sala. Después de cada sesión se celebraba una rueda
de prensa a cargo de un portavoz. Cuando los corresponsales le hacían preguntas
lógicas, él contestaba lacónicamente
“Sin comentario”. Si veía que era extranjero la respuesta era: “not comment”,
como queriendo dar un tono de políglota. Por eso, cuando un corresponsal le
preguntó en inglés alguna cuestión, el portavoz le respondió: “Hable en
cristiano, que en España somos todos muy religiosos”. Al llegar el turno de comparecencia ante el
tribunal a los generales acusados, algunos ,mantenían una actitud arrogante y paternalista,
otros subían al estrado temblorosos, mirando a los del tribunal y respondiendo
con voz entrecortada y con un hilillo.. Algún
otro, en cambio, se mostró altivo, respondiendo con lacónicos “ Si, No,” hasta
que un abogado pidió al presidente del tribunal que llamara la atención al que
se mostraba tan irrespetuoso con los letrados, a lo que el presidente respondió
que pedía a todos que se comportaran como caballeros, que no hubiera tensiones
y que no se perdiera las formas. El militar que estaba siendo interrogado se
levantó, dijo alguna palabra inoportuna y sin pedir permiso a nadie se marchó,
a pesar de las protestas del abogado. A él si que le echo una bronca el
presidente, puesto que le acusaba de haber faltado al respeto a un dignísimo general
de los gloriosos ejércitos españoles, apercibiéndole que si no mantenía una
actitud digna, que podría derivar testimonio contra él. Mientras se producían
aquellos episodios parecidos a un sainete de Arniches, en la prensa mundial se
`publicaban crónicas en primera plana en las que se relataban hechos y detalles
reales que parecería que se tratara de sustituir las páginas de humor por las
crónicas del juicio más pintoresco y grotesco que pudiera haberse producido en
el mundo civilizado.
La declaración del sargento Tejero tuvo que suspenderse en
la mitad, pues de seguir, había el riesgo de que el juicio se convirtiera en
algo irreal. Tejero ordenaba a los abogados que esperasen, que no le
interrumpieran, que no sabían derecho, que no se arrepentía de nada y que si
hubiera que volver a la acción, actuaría de la misma manera. En algún momento
amenazó al abogado con pegarle un tiro. Blasfemaba como un loco, pero después
respondía que a él sólo le mandaba Dios y que creía que Dios le había enviado
para salvar a España de la democracia. Que por muchos años de cárcel que le
impusieran, que él siempre estaría dispuesto a la acción porque ser militar es
como un sacerdocio y los civiles no son capaces de entender lo sublime que
tiene el servicio de las armas. El fiscal le preguntó quien había dado las
órdenes de efectuar disparos en el Congreso: respondió con gallardía que él,.pero
que habían sido balas de fogueo. Entonces- le vuelve a preguntar el fiscal- qué
clase de munición de fogueo era aquella, si había hecho varios agujeros en el
techo. Responde de nuevo con agudeza: Ah!, esos no los hicimos nosotros, serían
probablemente cuando la toma del Congreso por el General Pavía. En un momento
sacó un Farias para fumarlo, pero el presidente le rogó que no fumara, pues el
humo podría molestar a la audiencia.
Las sesiones eran casi diarias y ya duraban más de seis
meses, con lo que la popularidad de España creció en el mundo como nunca
pudiera haberse sospechado. Así lo comentaba el portavoz con sus alegoría
patrióticas y en un inglés que de por sí merecía la pena escucharlo a los
corresponsales, pues cada vez que decía algo, lo traducía a su vez por si no se
le hubiera entendido. Por ello ese año se batió el record de visitas de
extranjeros a España, pues se había despertado en el mundo gran pasión para
poder conocer de cerca los protagonistas
de aquella historia que los corresponsales difundían con la mejor voluntad de
informar, pero con la intención canalla de reírse de este mundo de militares que
parecían de los siglos XVIII y XIX, en
el que el progreso exigía flexibilidad, agudeza y eficacia como principal
característica. Aquí se tenía la sensación de que se volvía a la época de las
Cortes de Cádiz, de Isabel II, Alfonso XII y todo el ambiente zarzuelero de los
amores clandestinos de reyes que orinaban sentados, reinas que se veían en
secreto con sus amantes, validos de corte que intrigaban.
El tribunal
reflexiona para sentenciar.
Terminadas las sesiones del juicio oral, los miembros del
tribunal fueron llevados a una sala especial para que los jueces
analizaran las pruebas, discutieran sus puntos de vista y así poder emitir un
veredicto. Les proveyeron de abundantes bebidas, barajas para poder jugar partidas a fin de evitar el exceso de tensión.
Las conversaciones se referían siempre a .temas profundos: el partido de futbol
del fin de semana, las tías guarras que cada uno conocía. Después se ilustraban
leyendo el Marca, La Razón y otra prensa de corte progresista.
Todos estaban de acuerdo que la sentencia tendría que ser
dura para que el populacho se serenase y no se produjeran motines ni continuara con el folclore de los
corresponsales extranjeros, pues se había creado en todo el mundo una sensación
de que España era un país de juerga, borracheras y que los militares daban un
tono festivo con sus “virtudes” y patriotismo. Se decidió que se condenara a
los que se les había identificado por la televisión, pues era inevitable. A los
generales y personajes significativos no sólo no se les exoneraría de cualquier
responsabilidad, sino que se ensalzaría su patriotismo y generosidad a la hora
de la defensa de la Patria.. Aunque tenía prohibida la salida de la sala en la
que se reunían, por las noches se escapaban a tomar copas y alternar con
guarrillas a las que contaban todos los secretos de las deliberaciones, las
cuales de inmediato ponían en conocimiento de los periodistas que estaban
esperando con expectación la sentencia.
Así era que en los periódicos aparecían diariamente crónicas relatando con
pelos y señales todo lo que se cocía en el tribunal que estudiaba el caso. Al
leer las crónicas los del tribunal se desesperaban al ver que alguien hacía de
topo entre ellos para filtrar información que servía al día siguiente a la
prensa para alimentar el morbo. Cada cual sospechaba de todos, pues era claro
que los medios estaban untando generosamente a los chivatos. En realidad todos
echaban de menos que alguien les propusiera facilitar lo que se cocía en el
seno del tribunal, aunque se mantenían irritados porque entre aquellos dignos
militares se estuviera contraviniendo todas las virtudes que adornan la clase
militar. Cada uno de los miembros del tribunal estaba a favor de algún acusado
que era amigo o pariente. Unos les colocaban de agregados militares en las
diferentes embajadas, a otros que se les expulsaría del ejército se les buscaba
algún consejo de administración en bancos, grandes empresas o servicios en organismos civiles. Al sargento
Tejero se le pondrían cinco mil años de cárcel y se le acusaba de todos los
delitos posibles e imposibles. A los guardias civiles no se les podría
castigar, pues el “pacto del capó” así lo acordó. Cada miembro del tribunal
percibía unas dietas diarias de 80.000 Ptas. y se alimentaban con cargo a
cuenta del ejército. Algunos días venían a visitarles sus esposas y familiares.
En esos momentos se comportaban como si se tratara de nobles caballeros, pues
el ambiente se transformaba en escenas palaciegas en las que se vestían con sus
uniformes de gala, con sables, medallas y toda la parafernalia al uso en las
grandes acontecimientos..Al marcharse sus familiares se soltaban el pelo y los
ríos de cerveza, whisky, vinos de marca inundaban los salones. Aprovechaban
para que entraran sus queridas y concubinas y a partir de ese momento se
producían los episodios en los que nada era extraño: parecía una bacanal en la
que los generales se comportaban como mozalbetes sin sentido común ni del
ridículo.
Estaba claro que las
sentencias a los que se consideraron culpables, deberían ser ejemplarizantes,
pero el presidente del tribunal temía la reacción de la Junta de Jefes de Estado
Mayor, pues era de esperar que estuvieran en contra de sentencias tan graves
que desprestigiarían el honor sagrado de los ejércitos de España. Se barajaban
distintas hipótesis para digerir el marrón que se les venía encima. Al final se
decidió convocar al Teniente coronel Arteche para que fuera el vehículo de
comunicación con la cúpula militar. Se le pidió que se presentara en el cuartel
de Campamento, se le explicó el problema y Arteche, con un cierto grado de
ironía les dijo que no deberían sentirse tan preocupados, que él sería quien
arreglara el entuerto.
No se conocieron las negociaciones con los jefes, pero se
llegó al acuerdo de que se escenificaría la lectura de la sentencia ante el
público, a fin de acallar la sensación de que todo el proceso era una comedia
mal interpretada. Se convino que en breve tiempo todos quedarían indultados y
volverían a sus unidades, manteniéndoles la antigüedad y todos los derechos y premios que tuvieran. El día de la
publicación de la sentencia había una gran tensión porque en los cuarteles ya
se conocía la sentencia y se palpaban. tensiones que podrían terminar en una
revuelta, pues esa es la tradición de nuestros acreditados ejércitos. Arteche
visitó uno a uno los cuarteles y explicó con pelos y señales los términos
acordados con el AEMC. Algunos oficiales jóvenes tuvieron que ser llamados al
orden por si su idealismo se desbordaba
a causa de su poca capacidad de reflexión y por el peligro de entregar
armas a colectivos sin criterio. Finalmente se apaciguaron, aunque el efecto de
la sentencia entre la ciudadanía resultó muy efectivo, pues la prensa del
pesebre, manejada hábilmente por Arteche y su grupo de conspiradores que se
habían pasado a la democracia al verse descubiertos y que fracasara toda la
operación, mostraba una gran satisfacción y resaltaban la dureza de las
condenas y la necesidad de una catarsis de la población que estaba tan
enfrentada a los ejércitos en vista de la rica historia de levantamientos,
insubordinaciones y golpes de estado. La prensa transmitía una sensación de que
todas las veleidades de las FFAA eran ya una venturosa historia. Los jefes
superiores condenados fueron recluidos en un castillo que fue adecentado con
todos los lujos y comodidades, donde podían recibir a sus familias cuando lo creyeran
conveniente. Al cabo de tres meses empezaron a salir en libertad vigilada por
los más extraños argumentos: enfermedades que se inventaban, fiestas patronales
de los diferentes ejércitos y un sin fin de disculpas que ninguna se tenía en
pie. Al cabo de dos años todos estaban en libertad porque el gobierno les
indultó en secreto sin publicar los
decretos.
El tiempo fue transcurriendo y las tensiones fueron
rebajándose, la prensa extranjera consideró que los militares españoles les
había dado suficiente argumentos para divertirse y ya no les merecía la pena
seguir haciéndoles rabiar como a niños. Así pues, se continuó con la corrupción
institucional, con el gigantismo de una administración ineficaz y cara, con
jueces que redactaban sus sentencias al teléfono con instrucciones de algún
político que tuviera intereses “humanitarios”. Los militares indultados se
expandieron por todas lsa embajadas y consulados españoles en el extranjero. A
otros se les nombró consejeros de eléctricas, bancos o líneas aéreas o
marítimas. La población estaba mucho más
sensibilizada y se sentía más patriótica, `pues crecía la pasión por “La Roja”,
por Fernando Alonso, El Real Madrid y las aventuras de Julián Muñoz y La
Pantoja, Belén Esteban era considerada la “Reina del Pueblo” y los programas de
televisión de mayor share eran los de alto contenido intelectual y profundo
relacionados con las bodas, embarazos o separaciones de famosos/as, los viajes
de vacaciones eran la principal preocupación del pueblo español, tan acreditado
intelectualmente. Los bancos daban créditos a todo el mundo, aunque no pudieran
pagarse, pues se trataba de fomentar la construcción desregularizada y falta de
todos los controles de calidad que tantos beneficios producía a los
especuladores y que potenciaban la compra de segundas viviendas en la costa
como elemento de competición social a la que tanta afición hay en nuestra
patria y se cernía una sombra parecida a una burbuja siempre a punto de
explotar. O sea que se estaba creando una sociedad del bienestar que servía
para atontar a la población para que se sintieran felices dentro del rebaño,
aunque tuvieran que ser vigilados por fieros mastines. La población sentía
devoción por aquellos mastines que les apaleaban cuando recibían instrucciones
de los jefes políticos, a los que en un escalón inferior les seguían militares expertos en guerra antisubversiva y
en su celo profesional se empleaban con contundencia, con sacrificio y
generosidad para “garantizarles su libertad” a pesar de perder la suya.
España se convierte
en ”potencia”.
Transcurrían los años y la democracia se iba consolidando
merced a la decidida política cultural y educativa de los distintos gobiernos.
Así fue que en Europa se nos otorgara la vitola de demócratas entrando como socios de pleno derecho en la
EWG. Todo era felicidad y buenos augurios, pues Europa nos debía subvencionar
anualmente con el equivalente al 1% del PIB para lograr aproximar nuestra renta
per cápita a la media europea, lo que suponía que nuestro crecimiento, que era
de por sí alto debido a la locura producida por la construcción, se le debía añadir lo que se recibía de la
eternamente pérfida Europa, con lo que los crecimientos anuales del PIB del 3 ó
4 % eran habituales. La población podía elegir empleos e incluso la emigración,
que tanta xenofobia provocaba entre los que tantas veces tuvieron que emigrar
porque en su patria no podía vivir, era
bien recibida, pues se ocupaba de realizar los trabajos que los “patriotas” rechazaban
como degradantes. Tanta felicidad y abundancia convirtió a la población
española en masa que era convenientemente manejada por políticos agudos y
capaces. Las FFAA se fueron civilizando y comprendieron que ,l exceso de
patriotismo no da réditos, así que desaparecida la generación militar heredera
del franquismo más casposo, aparecieron los “expertos”, éstos eran los que
habían aprendido inglés, pero continuaban siendo el paradigma del patriotismo.
Por ello, y porque los gobiernos sucesivos les subieron los sueldos como
antídoto a su pasión levantisca, y porque el rechazo al servicio militar
obligatorio había llegado a poner en duda la existencia de la nación española,
el permanente flujo de militares profesionales que salían de las academias y la
falta de tropas para mandarlas, creó una situación rayana en una opereta, pues
afirmaban que “la patria estaba indefensa y que estaba en riesgo de
desaparición”. Así fue que se aceptó la decisión que siempre rechazaron los militares
auténticos, pues en palabras de Gutierrez Mellado “Si se decide eliminar el
servicio militar obligatorio, dimitiré inmediatamente”. Aunque la mili fue
abolida y sustituida por un ejército profesional compuesto por andinos
emigrantes y por soldadesca con
historiales oscuros y pasión por las hazañas bélicas, aquel ministro tan
riguroso no dimitió, pues una cosa eran
los principios inamovibles por los que se estaban dispuesto a dar la vida si
preciso fuera, y otra las cosas de comer.
Mientras el efecto positivo de la ayuda de la EWG favorecía
a la población, nadie tenía problemas o al menos, no los expresaban con
virulencia. Los duelos con pan son menos, según expresión de los cínicos. Pero
la pericia de los políticos, tanto socialistas como de la derecha no logró que
aprendieran que las variables macroeconómicas funcionaban mal, en realidad
nunca les preocuparon porque afirmaban que eran teorías de economistas que
querían hacerse populares ante la población. Un economista americano escribió
un artículo en The New York Times que hacía alusión a algo que traducido significaría
“burbuja inmobiliaria” y venía a querer decir que podría producirse le explosión
de la misma y llegar a ser la hecatombe.
Lo primero que hicieron los expertos españoles fue denigrar aquella tontería
que se le había ocurrido a un necio, que, curiosamente era Premio Nobel de
Economía. Pero como la gente había aprendido algo inglés, leyeron el artículo,
lo divulgaron por toda España y, aunque el gobierno quiso desacreditarlo, la
realidad era tozuda: la idea base era: tanto piso y tanta obra pública hecha sin
criterio nos llevaría al caos. Salieron los “expertos económicos del pesebre”
para argumentar contra aquel profeta americano resentido que envidia la
prosperidad de los españoles, puesto que ya habíamos superado como potencia a Italia y estábamos
en trance de rebasar a la misma Francia…” Pero aquellas afirmaciones del curioso
personaje parecía que iban calando entre los especialista y la inquietud se
propagó a la banca española y por simpatía al resto de Europa y plazas
económicas mundiales. Hubo un hecho crítico que fue la declaración de quiebra
del banco Lehman Brothers que impactó con fuerza, de forma que de la noche a la
mañana los bancos rechazaban conceder cualquier préstamo, pues aducían que no
tenían dinero y que en el mercado internacional España ya no era considerada
fiable. Por esa causa se produjeron quiebras masivas, el paro creció a un ritmo
imparable, las hipotecas no podían ser pagadas y los desahucios eran como el
espectáculo que animaban las fuerzas represivas golpeando a los manifestantes
que se oponían a ser desalojados de “sus” viviendas. En realidad eran de los
bancos prestamistas, pero los que las habitaban se hacían la falsa ilusión de
que les pertenecían.
El gobierno de izquierdas que en esos momentos estaba en el
poder, mientras recortaba por todas partes los servicios sociales, con otra
mano entregaba a los bancos causantes de aquella explosión ingentes cantidades
de dinero que, como carecía de él, debía salir al mercado internacional a
pedirlo en unas condiciones extremadamente onerosas, aunque luego era entregado
a los bancos a un tipo de interés que
prácticamente era un regalo .El desempleo crecía sin límites, así que las masas
se mostraban en situación prerrevolucionaria, a lo que se añadía la generosa
presión de la oposición de derechas para enmierdar, lo que se convirtió en una
situación insostenible. Así hubo que convocar elecciones que ganó por mayoría
absoluta la derecha, pues había basado su programa electoral en asegurar que solucionaría
la crisis, eliminaría el desempleo,
reduciría los impuestos potenciando la sanidad pública gratuita,
elevaría el nivel de la calidad de la educación y que lucharía contra la corrupción que había sido
fomentada y provocada por el anterior gobierno socialista.
Triunfo de la
derecha.
Tan pronto como la derecha empezó a establecer normas para
gobernar, promulgar leyes, extendió entre la población que los problemas
existentes eran heredados de la izquierda. Aunque desde el principio de su
mandato empezó elevando todos los
impuestos, menos los que gravaban a los ricos, redujo el número de maestros,
médicos, enfermeras y bajando los sueldos a quienes dependieran del gobierno,
lo que provocó multitudinarias manifestaciones llegando el paro hasta más de 26 %. Pero lo más sorprendente resultó
que los socialistas empezaron a protestar tanto en el Congreso como en
manifestaciones callejera, aunque eran con las mismas reivindicaciones con las
que le hacían a ellos la oposición conservadora. Claro, con el desprestigio que
había adquirido la derecha con tantos recortes, si se le añadía la broma de los
socialistas de exigir lo que ellos no se atrevieron a implantar, la población
se lo hubiera tomado a chacota si no fuera porque las cosas no estaban para
risas. Un hecho relevante sirvió para catalogar la seriedad y rigor, tanto de
las derechas como las así llamada izquierda. Sucedió que España tuvo que pedir
el rescate financiero ante la insolvencia del sistema, para lo que pidió cien
mil millones de € para sanear la banca, liquidar las cajas de ahorro que fueron
el detonante de la crisis y de la corrupción en España, además de algún otro
agujero más. Pero Frau Merkel exigió a las autoridades españolas que se incluyeran
en la Constitución la obligación prioritaria de atender los pagos de las deudas
de la banca extranjera. Así fue: ambos partidos decidieron modificar la Constitución en esos términos humillantes, pero sin pasar
por todo el trámite legal exigido para modificarla. Hay que indicar que entre
otros requisitos para una modificación de al Constitución es necesario convocar
un referéndum para ser aprobado por la población. El asunto se solucionó
presentando la propuesta en el Congreso, se aprobó por mayoría absoluta con la
connivencia de socialistas y la derecha.
Mientras, el pueblo ignorante y preocupado por sus problemas particulares no
expresó queja alguna, lo que demuestra que la política educativa de todos los
gobiernos estaba orientada a adormecer a la población, a que se inhiba de los
asuntos públicos y no se meta en los que no entiende, que para eso ya estaban
los políticos que se encargarían de que
los problemas se solucionen.
Mientras se convocaba una huelga general y la tensión en la
calle se palpaba, el rey parecía que se había esfumado. Apareció, pero en fotos
cazando elefantes en Namibia, acompañado por una bella hembra alemana. Quiso
arreglar el desliz dando explicaciones sin pies ni cabeza. Es que la aparición fue
casual, pues durante la cacería se argumentó que se había producido una lesión
importante, por eso hubo que mandar un avión espacial para traerlo a España,
llevarle a una clínica y operarle. Tristemente la operación fue un fracaso y
hubo que repetirla. Mientras, la ira popular no tenía límite, pues se acusaba a
la primera autoridad de no estar presente en los momentos más sensibles dilapidando
el dinero que el gobierno decía no tener. Al final tuvo que pasar por la
humillación de salir ante las cámaras de televisión para pedir perdón, prometiendo que no volvería a repetirse. O
sea, que tanta majestad se veía obligada a comparecer ante sus súbditos
pidiéndoles perdón por una fechoría que reconocía haber cometido. La monarquía
ya estaba muy desacreditada por reiterados episodios de malversación de fondos,
líos de faldas y con la sensación de la población de que era nula la utilidad
de una institución que resultaba tan gravosa para el país., pero con éste quedaba evidenciado que su posición era insostenible.
Curiosamente los partidos de la izquierda, que tanto colaboraba para provocar
la tensión, cuando se comprobó que la monarquía estaba en posición inestable,
se unieron con la derecha y decidieron apoyarla porque la alternativa quizá
sería que los militares volvieran con la amenaza de una posible toma del poder,
como era en ellos costumbre inveterada.
Todo hacía pensar que las masas estaban en una situación
incontrolable, por eso la guardia civil, la policía nacional y la ertzantza
tuvieron que hacer gala de su alta cualificación psicológica para dominar
aquella masa de las que se desconfiaba. Estos servidores del orden se ponían a
dialogar con los manifestantes con su habitual moderación: tanquetas arrojando
agua a presión, escuadras de agentes ocultos tras unos disfraces para amedrentar
y para no ser víctimas de las iras de las masas. Aparte se veían agentes de paisano
que, sin disimulo marcaban a los uniformados los objetivos a machacar. Con
escopetas lanzando bolas de goma contra los manifestantes, y cuando se llegaba
a situaciones de cuerpo a cuerpo, se veía que estaban entrenados para golpear
con contundencia en partes delicadas del cuerpo, pues las fotografías que mostraban los mandos
policiales trataban de demostrar que golpeaban sin riesgo. Lamentablemente tomas clandestinas
de sus ataques evidenciaban que las normas eran sólo para tranquilizar a los
que ya estaban tranquilos, pero no a los que sufrían las consecuencias de aquellos
combativos defensores del orden.
A la vista de que la situación era incontrolable a pesar de
que las policías se empleaban a fondo, como el ejército se mantenía indeciso
después de la gloriosa hazaña del 23 F, y pensando que la monarquía tenía pocas
posibilidades de supervivir, optaron por refugiarse en los cuartos de banderas
para jugar a las cartas, beber alcohol
por litros, preocuparse de “La Roja” y actualizar su información sobre el
puterío patrio. Todo hacía presagiar que los miembros de la casa real huirían
inmediatamente al extranjero.
Proclamación de la
República. .
Efectivamente, todos los miembros de la casa real huyeron precipitadamente
en dirección a otras monarquías consolidadas que habían logrado compatibilizar
un parlamentarismo eficaz, con una monarquía sin funciones más allá de las
puramente folclóricas y sentimentales que tanto cautiva a las masas incultas y
a oportunistas que ganan pescando en todos los pozos, aunque sean negros. Las
masas salieron a la calle mostrando su satisfacción, aunque esas mismas fueron
franquistas cuando Franco reinaba; eran centristas cuando Suárez hizo La
Transición, se convirtieron en felipistas con los socialistas y votaron con
mayoría absoluta a Aznar. O sea que,
para fiarse de las masas. Lo más llamativo fueron los testimonios
públicos de personalidades que se declaraban republicanas de toda la vida: Pepe
Bono, obispos de los más conservadores, ex ministros que se distinguieron por
la defensa numantina de la monarquía. Generales y altos funcionarios que asistían
a las pascuas militares con devoción. Periodistas franquistas declarados se
confesaron en la intimidad que siempre fueron republicanos, incluso directores
de periódicos y periodistas de lo más granado entre los defensores del rey.
Llamaba la atención que se declarara republicano Urdangarin y se rumoreó que
también su mujer Cristina. En realidad todo el país se mostró eufórico con la venida
de la República porque se hacían la idea de que se solucionarían los problemas
con sólo proclamar el régimen que habían luchado por conseguir algunos pocos
románticos que permanecieron más tiempo
en la cárcel que libres, lo que se convertía en pasto a la prensa controlada para darle un tinte entre dejà vu
y zarzuelero. Porque las masas actuaban
según las instrucciones que les transmitían los medios de comunicación,
aunque cada uno en particular se sentía orgulloso de considerarse el único no
manipulado, los cuales son realmente los verdaderos manipulados por tener fe en
fantasías sin base real..
Se postularon muchos nombres ilustres para presidente
provisional de la República: Aznar era el que más sonaba, pues reiteradamente
manifestó su satisfacción por el cambio de una monarquía corrupta a una
República democrática. Cómo no, Pepe Bono, que era candidato a todo, también se
postuló a pesar de ser un monárquico que defendió con pasión la actuación irreprochable del rey en el 23 F. Paco Camps sonaba
con reiteración como candidato. Baltasar Garzón estaba entre los más probables,
aunque también estaba considerado como uno de los jueces más ambiciosos que se
apuntaba a un bombardeo. José Antonio Griñán, especialista en travestismo
político, que tenía la habilidad de flotar como el corcho en una galerna,
Magdalena Alvarez, que fue ministra y consejera de la Junta de Andalucía, que
estaba procesada por cómplice en la estafa de los ERE de varios cientos de
millones. Seguía una interminable lista de candidatos que se postulaban con
astucia para poder seguir en el candelero. Belén Esteban estaba apoyada por un
importante masa de televidentes a la que habían elevado a “Reina del Pueblo”.
Paquirrín empezó a sonar con fuerza apoyada por su madre, Isabel Pantoja. No
faltaron Julián Muñoz, Iker Casillas, Sergio Ramos, Lola Cospedal, Rafael
Hernando, Joaquín Almunia, El Gran Wyoming y una interminable lista de
personajillos popularizados por los medios de difusión, lo que mostraba la gran
capacidad reflexiva de los españoles que tanto valoraban anteriores presidentes
y reyes. Curiosamente no se postulaban
ni vascos ni catalanes, pues estaba claro que aspiraban a aprovechar esta
oportunidad de incertidumbre y desconcierto para lograr la independencia y
salir de la presión agobiante que ejercía España sobre las nacionalidades
tradicionales. Pero un nombre que estaba oculto surgió: el ya coronel Arteche
empezó a tener espacios en la prensa y televisión, aunque sus intervenciones se
las hacían desde una visión institucional y patriótica, de manera que en los
cuarteles y cuartos de banderas se había popularizado aquel militar que
tantas virtudes le adornaban, por lo que la población empezó a
dar por seguro que se le nombraría Presidente.
Este se proclamaría republicano a pesar de que todos sus antepasados fueron
monárquicos integrales. El mismo hacía alarde en las Salas de Banderas de sus
convicciones monárquicas y sabía que los militares estaban inquietos al
quedarse sin monarca, por lo que les dejaba sin saber cómo iban a ser tratados
por la nueva república, porque incluso se rumoreaba que se iban a abolir los ejércitos por
golpistas, inútiles y gravosos. Europa emitió una nota diplomática haciendo
mención al respeto que le merecía el pueblo español y la libertad que le
asistía para tomar sus propias decisiones. Pero amenazaba con sanciones si se
produjeran excesos contra la población, reiterando la voluntad manifestada por
todos los posibles candidatos asegurando
plenamente que la nueva República seguiría perteneciendo a la UE y que la forma
democrática de gobierno sería un
requisito no negociable. No obstante la ambigüedad calculada con la que estaba
redactada la nota, hacía mención a los derechos de naciones históricas en España
que habría que asegurar en el nuevo
proyecto de estado bajo un régimen republicano democrático. Esta alusión a las
nacionalidades históricas trataba de estimular a Euskadi y a Catalunya a que
permanecieran dentro del nuevo proyecto republicano y abandonasen sus deseos
independentistas, lo cual parecía imposible de lograr en vista de la cruel
historia de engaños y tramas de que
fueron víctimas a lo largo de los trescientos últimos años: ya no se fiaban;
habían decidido poner distancia con tan problemáticos compañeros de viaje..
Se formó la Junta Republicana Provisional de la que sería
presidente el Coronel Arteche al que acompañaron personajes sorprendentes, Rodolfo Martín Villa, Rodolfo
Ares, Alfonso Guerra, Esperanza Aguirre y Diaz Ferrán entre otros. Como era
lógico, nadie que se distinguiera por su espíritu luchador honesto aceptó
entrar en esta operación oportunista para subirse el tren republicano. Aquella
operación teatral de sustitución de una monarquía corrupta, impopular, que
había servido para supervivir a los herederos del franquismo, por una república
bananera y casposa fue un episodio más de la historia de este país que nunca
tuvo credibilidad en el ámbito internacional, ni siquiera cuando en “el Imperio
nunca se ponía el sol”. Así fue que una vez la España de pandereta se impuso a
la que aspiraba a progresar colectivamente y a convertir en ciudadanos y salir de la condición humillante
de súbditos. Pero estas disquisiciones filosóficas de algunos intelectuales habían
sido la base para que de vez en cuando se produjera el correspondiente golpe
militar para prestigiar al nombre de nuestra España en lo referente a golfería,
corrupción y exaltación de valores vergonzantes, como ser caritativos con los
pobres dándoles limosna en lugar de justicia y a reconocer sus derechos. Eran
épocas en las que se admiraban profesiones de vagos, como militares o policías,
se fomentaba el politiqueo en lugar de declararse servidores públicos. Se glorificaba la picaresca:
el Lazarillo de Tormes era una obra literaria admirada, no por la calidad, sino
por la capacidad inventiva que desarrollaba el protagonista para vivir sin
trabajar a base de profundos discursos filosóficos. Así es que media España
estaba enfrentada a la otra media sin poder encontrarse nunca el nexo de unión:
eran dos países diferentes, que algunos vieron que manipulados convenientemente
podrían dar buenos resultados para los rapaces.
Una vez elegida la Asamblea Constituyente, se nombró una
ponencia de personalidades a los que se encomendó la redacción de una nueva
Constitución en sustitución de la de 1978. En dicho grupo estaban intelectuales
de prestigio, como Luis Bárcenas, Soraya Saenz de Santamaría, Del Nido, Ortega
Cano, Rouco Varela, el Juez Ruz, el juez Marlaska, Pachi Lopez y Paco Camps. Quedaron
como sustitutos Paquirrín y Belén Esteban.
Mientras, la situación económica se agravaba, pues la
población pensó ilusionada que la venida de la república traería prosperidad,
empleo y que volverían los valores tradicionales, como la siesta, el enchufismo
o lograr una concejalía a perpetuidad para no dar ni golpe. Después de casi dos
años se proclamó la nueva Constitución, que los expertos valoraron como la más progresista
del mundo y a la que todos los países del entorno envidiaban porque las suyas tenían
decenas de años, a pesar de ello seguían vigentes, aunque con modificaciones
para actualizarlas. En España, no,, cuando había que hacer algún cambio, se daba
un golpe militar para que redactaran una
nueva los triunfadores. Los puntos más sobresalientes eran: la prohibición del divorcio, de la homosexualidad, suspensión el aborto, se
decretaba el español como lengua oficial única y se prohibía el Euskara,
catalán y gallego, aunque en las naciones en las que se hablaban sus lenguas
les pareció indiferente, pues ya se habían emancipado de la Madre Patria. La
enseñanza se impartiría por las órdenes religiosas y se separaba el alumnado
por sexos. Se prohibían los partidos políticos y los sindicatos. Era
obligatorio oír misa todos los domingos y fiestas de guardar y rezar el rosario
a diario en las familias. El adulterio era penado con la lapidación hasta la
muerte del pecador.. Por eso España disfrutó de una paz que envidiaban en toda
Europa, salvo en países en los que el comunismo ateo protestaba contra el
sistema tan férreo de imponer las buenas costumbres a los felices súbditos de
este original país. Cierto que el nivel de vida retrocedió porque los salarios
se habían rebajado más del 50%, lo que permitía exportar a todo el mundo los
productos con mucha mano de obra incorporada.
La Comisión Europea envió a Euskal Herria una propuesta de adhesión, lo
que permitió que este nuevo Estado pasase a pertenecer de inmediato a la UE sin
tener que pasar por trámites ni negociaciones excepcionales, en contra de los
vaticinios de España para disuadirnos de
elegir la independencia..
Todo el mundo se sentía satisfecho gracias a la inteligente actuación de los
militares en la gesta del 23 F. En el País Vasco y en Catalunya se disfrutaba
de la libertad, a pesar de que ambos nuevos Estados tuvieron que pagar deudas a la metrópoli cuyo origen les era
desconocido. Pero pagaron religiosamente para librarse del abrazo amoroso de La
Madre Patria.
AMAIERA