“ANTES LA JUSTICIA QUE LA PAZ”.
Era el lema de Emiliano
Zapata justificando la violencia armada
para luchar contra la injusticia estructural de Méjico en épocas
revolucionarias, que sería de actualidad en vista de la situación en la que se
hallan las masas. Realmente no ha habido más progreso en este orden que en la
semántica dialéctica de los poderosos que siguen oprimiendo a la población con
medios más tolerables.. Contrasta esta denuncia con un grafity pintado en un
mural en Muskiz, que, con pretensiones
artísticas, dice: “Peace is the only way”, en un alarde
políglota, que quiere dar un significado opuesto y cuyo significado se ha
difundido como dogma único para crear una sociedad moderna y democrática en los
países avanzados. Sin aplicación el los países subdesarrollados, obvio. No es
el camino, pues la paz no puede imponerse a las masas que sufren la injusticia
sistemática: ese tipo de paz habría que denominarla pacificación, pues se basa
en la fuerza de los poderosos para
mantener las estructuras que les permitan continuar con su explotación.
La paz con injusticia sólo provoca resentimiento y se puede mantener sólo
mientras las masas no logren que las
leyes defiendan la justicia que permita vivir con dignidad a todos, poderosos y
masas, sin humillación ni servilismo.
Para este fin están potentes ejércitos y
eficaces policías, cuyo
mantenimiento requiere recursos ilimitados, sistemas carcelarios que aíslan a los
revoltosos y todo el sistema judicial en
el que los jueces deben aplicar las leyes
del Príncipe con criterios restrictivos
para favorecer con sus sentencias a los poderosos y protegerles de las masas a
las que se les aplica la justicia del enemigo. La paz no puede ser un fin, sólo
una consecuencia del bien esencial que
es la justicia. La injusticia sólo provoca inestabilidad y sufrimiento. De esa
justicia protectora a todos por igual se
derivará la paz como su corolario y generará relaciones humanas equilibradas y justas en
todos los órdenes porque dice un proverbio hindú que una sociedad justa es una
sociedad feliz. La sociedad española con
5 millones de parados, con miles de familias desahuciadas, con el 29,2% declarada
pobre, que se afirme que su valor supremo es la paz no deja de ser
una provocación irónica intolerable.