HOMENAJE A PABLO BERASALUZE.
Más allá del espectáculo
grandioso de ver la final del campeonato de pelota por parejas, que constituye
una muestra genuina del carácter recio y competitivo de este pueblo, siempre noble y respetuoso con el adversario.
En el momento en el que se ve por
televisión cómo Berasaluze se derrumba al ir a levantar una pelota, y en el
suelo cómo se retorcía de dolor y la sensación de angustia que se produjo entre
los espectadores, la inmediata atención de los otros pelotaris del encuentro,
todo ello mostraba una emoción que iba más allá de lo que es el deporte. El
público que llenaba el frontón Bizkaia se quedó como paralizado por saber la
gravedad de la lesión, aunque fue general la sensación pesimista desde el
primer momento. Las cámaras de la televisión enfocaban al público, a los
pelotaris que estaban expectantes: querían dar imágenes que mostraran las
reacciones humanas. Una de las cámaras mostró con insistencia a una joven; el
locutor dijo que era la compañera de Pablito. Nunca he tenido a la vista una
imagen tan extraña: diría que en ella había una mezcla de dolor, de amor, de
resignación, de rebeldía, de desánimo por no saber qué hacer. Me vino a la
mente la imagen misteriosa y enigmática de La Gioconda. Tenía los ojos fijos en
el infinito, parecía que no respiraba, tenía una imagen de tristeza y al mismo
tiempo había un atisbo de sonrisa, pero al mismo tiempo de serenidad. La
serenidad era lo que me parecía más expresivo. Me sentí impresionado ante
aquella imagen y reflexioné sobre los pensamientos que podrían estar pasando
por aquella mente a la que súbitamente se le presenta un hecho doloroso
que afecta a un ser querido. Quizá fue
efecto de la tensión que tenía al ver el desarrollo del partido lo que me
sensibilizó ante aquella expresión que para mí será siempre como si saliera de
un cuadro del Greco.
Ignoro quien es esa mujer con
rasgos de dama enigmática de una pintura de un pintor clásico, pero tiene que
sentirse orgullosa por saber que su amor, Pablito, ha reaccionado dándonos una
lección como vasco: con coraje, aunque
con lágrimas. A ti, desconocida
Gioconda, mi admiración por tu reacción
espontánea entre digna y amorosa que has despertado mi respeto.
Pablo: tu lección como deportista
y como persona es un estímulo para tener esperanza en el futuro de nuestro
pueblo. ¡!Eutsi Goiari!!