MARTINEZ CAMINO EXCOMULGA A LOS ABORTISTAS.
Ya era hora que una autoridad sin complejos decida declarar
que los que abortan quedan excomulgados ipso facto. Incluso son reos de dicha
pena los que utilizan preservativos para evitar la concepción. Dicen sus
expertos teólogos que la mejor forma de evitar los embarazos no deseados es la
abstención. Por tanto, este iluminado
condena a los que matan a no nacidos, pero no a los que matan a los ya
nacidos, como sucede en Siria o como con
infinidad de niños que mueren de hambre o a niñas que tienen que supervivir por
medio de la prostitución. A esos culpables que causan esas masacres inhumanas
no se les excomulga. Y lo dice claro: incluso en caso de violación el aborto no
está permitido, sugiriendo a la que haya sido víctima que lo entregue a otra
que lo desee y no pueda concebir. Este tipo de fanático que se atribuye el
derecho a prohibir participar como miembro del pueblo de Dios a determinadas
personas, forma parte del núcleo que tomó el poder de Roma en Trento y no lo ha
dejado a pesar de que a los creyentes adultos, que están correctamente formados
en la fe y que son reflexivos, les consideran pastores ilegítimos. A esos
creyentes en los evangelios les parece que es más importante lo que les dicta
su propia conciencia que todas las doctrinas pseudo teológicas que carecen de
base científica alguna que las sustente y que supone interferirse en el campo
de la biología, medicina y otras ciencias profanas que les son ajenas, pero que, como con Galileo, a quien la Inquisición le obligó a retractarse
públicamente por tener la osadía de afirmar que el sol giraba alrededor de la
tierra, cuando su ciencia le había llevado a demostrar lo contrario. Dando una
muestra de falta de coraje aceptó salvar su vida a cambio de ir contra su
conciencia, aunque, como sabio que era, expresó
crípticamente su ironía que le ha dado gloria “eppur si mouve”. Quinientos años
después la Iglesia reconoce que el es la tierra la que gira alrededor del sol.
Menos mal que ha aceptado lo que la ciencia ha demostrado, aunque haya tardado
un poco. La jerarquía eclesiástica es insaciable: históricamente se constituye
como un estado más con todos los atributos de tal, declara guerras, quema a los
que no obedecen sus doctrinas, obliga a los laicos a seguir sus normas aunque
no sean creyentes o pertenezcan a otras creencias, apoya a regímenes
totalitarios, no pide perdón a las víctimas causadas con su participación y
exige a los gobiernos que dicten leyes de obligado cumplimento a toda la
sociedad tenga o no creencias. Ya lo dice el cínico: “No se pueden quitar las
rayas al tigre”
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