GALILEO GALILEI Y LA INFALIBILIDAD DEL PAPA
La jerarquía católica nos tiene acostumbrados, desde su
intromisión en los asuntos temporales, a esperpentos que sonrojan a los que se
declaran creyentes y se ven obligados a aceptar normas que a la postre se demuestran
erróneas. Algunas son manifiestas y han servido para desacreditar la doctrina del
Evangelio que no tiene nada que ver con decisiones y opiniones de los jerarcas,
pero que obliga a los creyentes a hacer
equilibrios mentales para defender las fantasías de sus pastores. En 1992 la
Iglesia reconoció que a Galileo Galilei (Pisa, 1564) se le condenó injustamente por
afirmar que el sol giraba alrededor de la tierra, en contra de la opinión de la
Iglesia, que la tierra era el centro del universo. Es conocido que fue
procesado por un tribunal eclesiástico ante el que tuvo que retractarse al
afirmar la tesis contraria a la propia respecto al centro del universo. Quizá
habría que recordar que Galileo fue astrofísico, astrónomo, matemático y
catedrático en varias universidades italianas, considerándose el padre de la
astronomía actual. Sucumbió finalmente
ante las presiones y amenazas de excomunión que sufrió de Roma, porque, aunque
el dogma de la infalibilidad del Papa cuando se refiere a asuntos de fe y costumbres
se proclamó en 1870 por Pío IX en el Concilio Vaticano I, la prepotencia y
soberbia de la jerarquía proviene de tiempos del Emperador Constantino I, quien con el Edicto de Milán legalizó la Iglesia
y desde esa fecha se ha afanado por acumular los poderes máximos temporales.
Por eso su ostentación de la
infalibilidad es considerada por los no creyentes como algo demodé que les
irrita y consideran que la realidad no se corresponde con tantas afirmaciones y
dogmas que sirve para controlar las mentes, tanto de los creyentes como de los
que se proclaman agnósticos. El sabio
Galileo tuvo que aceptar la humillación que le impuso la Iglesia, pero expresó
su profundo desprecio con la célebre frase que ha sido emblemática: “Eppur si
mouve”. “A pesar de todo se mueve” Cuando condenado a perpetuidad en su
casa exclamó viendo cómo era la tierra
la que se movía girando alrededor del sol. Ahora sigue condenando porque muchos
creyentes priorizan la conciencia y la libertad a las normas eclesiásticas, frecuentemente
carecen de base teológica alguna y sí
son producto de su dudosa y fanática
obsesión por la infalibilidad.“Roma locuta, causa finita”
Javier Orcajada del Castillo
J.A. Zunzunegi, 10
48013 BILBAO
DNI 14476579B
Tno. 622247519
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