domingo, 9 de febrero de 2014

DOLOROSA TRAGEDIA EN CEUTA



DOLOROSA TRAGEDIA EN CEUTA
La muerte de al menos quince personas al tratar de cruzar la frontera con Marruecos y las circunstancias en que se han producido debe llenar a la ciudadanía de dolor y tristeza porque estos seres humanos han cometido el grave delito de querer acceder a una vida digna. Contra esa voluntad de salir de la miseria no existe ninguna ley justa  que prohíba arriesgar la vida a los emigrantes en busca de lo que en sus países se les niega. Las declaraciones oficiales son de dudosa veracidad, pues son  desmentidas por las tomas de video realizadas por un testigo que han aparecido en la televisión en las que se reproducen los hechos de forma diferente a las descritas por las autoridades. En ellas se ven a un grupo de personas con los brazos en alto, que se entregan a los guardias que vigilan desde la orilla. Se oyen disparos y gritos de los emigrantes cuando son detenidos por los agentes. Según el protocolo, parece ser que los emigrantes que llegan a pisar el territorio español deben ser acogidos y ser atendidos de urgencia, por lo que de ello se deriva la apertura de un expediente legal que describa los hechos y sea presentado ante un juez.. Por tanto, no pueden ser enviados de nuevo al país de origen como parece que ha sucedido. Ahora hay una interpretación sibilina de qué se entiende por acceder al territorio nacional, según la cual,  la entrada de los emigrantes no se consuma hasta que se pasa el cinturón de seguridad que forman  los agentes que controlan el acceso en la playa de personas ilegalmente en Ceuta.
La realidad es que se han producido catorce muertes violentas y por ello se requiere aclarar las circunstancias y sobre todo, que haya una muestra elemental de humanidad y sensibilidad de las autoridades responsables, pues a pesar de ser de raza negra y emigrantes son seres humanos que nos interpelan y nos deberían hacer reflexionar sobre esta tragedia que supone la pérdida dolorosa de vidas humanas inocentes. No caben disculpas ni argumentos que las justifiquen. Sería de desear escuchar a las organizaciones humanitarias, a la Iglesia, a los sindicatos y a diputados y senadores elegidos como representantes de la ciudadanía y que se abra una investigación que responda a la indignación de todo ser humano que siente que una vida humana tenga tan escaso valor. Esas muertes nos humillan y no pueden quedar impunes por dignidad.

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