NOMBRAMIENTOS POLITICOS
La política de nombramiento de altos cargos después de las elecciones es un
asunto de gran trascendencia y requiere agudeza exquisita. Llaman la atención
tres que merecen la pena comentar: El ex ministro Wert, que ha sido designado
embajador en la OECD. Maria José
Beaumont, consejera de Interior y Justicia de la Comunidad Navarra. Jorge
Aldekoa, al que se le repone como Director de la Ertzantza después de ser
destituido por el TSJPV a consecuencia de la causa abierta por la muerte por un
pelotazo de Iñigo Cabacas. Sin entrar en
la idoneidad o no para ocupar los cargos, los responsables de sus nombramientos
deberían saber calibrar los riesgos y los efectos entre la población, aunque no deben ser nombrados en función de afinidades
o simpatías, es evidente que la opinión pública debe ser de alguna manera
considerada, pues pueden dañar la imagen pública de la institución en la que
actúan, así como al superior que lo decide.. El de Wert constituye un escándalo que parece que ya a Rajoy le es
indiferente, dado que el PP se halla en fase de derribo y está actuando como un
toro herido que da cornadas sin ningún control, elaborando presupuestos fantásticos, sin que sepa si van a ser
operativos en función de los resultados de las generales. Beaumont es un riesgo
que asume Barkos con plena conciencia, pues desea enfatizar su voluntad de
cambio respecto a la situación previa en la que UPN trataba de desestabilizar
todo lo que pudiera sonar a vasco o afinidades con Euskadi. Respecto al de Aldekoa,
parece que no se han reflexionado suficientemente las consecuencias, más allá
de las exigencias legales que, sin duda serán las correctas. Pero volver a
poner en un puesto tan relevante a quien la opinión pública considera
responsable en algún sentido de un episodio tan luctuoso, que sospecha que se
está tratando de ocultar y retrasar su esclarecimiento ante los tribunales, no
deja de ser una temeridad que tendrá consecuencias, tanto para la Ertzantza,
como para la Consejera, que se ha empecinado en su nombramiento, quizá tratando
de demostrar que sus decisiones son inamovible y nadie le va a dictar cómo
dirigir la institución, aunque el clamor popular en contra es creciente. Parece
un caso de contumacia en el error que suele afectar a políticos que confunden vigor con la dureza y al final deben recoger
velas, aunque tarde.
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