AGUR ETA OHORE BIXENTE MENDIZALEARI
Bixente fue el montañero con quien tuve el honor de
compartir muchas excursiones y cumbres tanto en Euskal Herria como en otros países.
Era un montañero sabio, pues comunicaba sensación de seguridad, incluso cuando tuvimos
riesgos en varias ocasiones. Bondadoso y
divertido en los viajes de aproximación y en los refugios, pero serio y
exigente durante las marchas. Comprendía que la seguridad era un factor capital,
por eso hasta nos abroncaba, aunque al llegar al refugio nos pidiera perdón por
si creíamos que se extralimitaba: nunca se excedió, además, comprendíamos que los riesgos de
accidente están siempre al acecho en la alta montaña. Sus charlas espontáneas
sobre los temas más variados, después de
cenar en el refugio, tumbados en el exterior envueltos en los cálidos forros al
resplandor de la nieve y la luna, iluminados por la emoción de observar a la luz del ocaso las lejanas cumbres del Aneto, Vignemale o La
Pica D´Estat…, son recuerdos entrañables que siempre me quedarán unidos a la figura de
Bixente. Le consideré mi maestro y quien despertó mi atracción por la naturaleza, además de enseñarme que la
montaña es un espacio maravilloso, pero lleno de riesgos a veces inesperados
que pueden tener finales trágicos. Nuestras experiencias fueron a veces
angustiosas, pero finalmente gratas e inolvidables, aunque en algunas
tuvimos que ser rescatados, si bien gracias a la pericia y serenidad de
Bixente hemos podido celebrar siempre el final de las excitantes experiencias en
Piri, Picos, Atlas o Canarias. El, en
sus aventuras, estuvo en el Mont Blanc,
en Patagonia y no sé si en Himalya.. Poseía el título de profesor de escalada
en hielo y se dio su nombre a una vía que abrió en el Naranco. No olvidaré la
experiencia maravillosa, aunque accidentada en
Carros de Foc, aunque antes él la
hizo en competición. En aquella excusión con
Bixente y un grupo de amigos y
amigas, estuvimos en aquellos espacios maravillosos durante siete días, hicimos
siete tresmiles pernoctando en siete refugios diferentes. Al final de la
excursión hubo algún enfrentamiento que desgraciadamente ha durado mucho
tiempo. Le encontré recientemente paseando con mucha dificultad y nos dimos un
abrazo sincero, pero no he llegado a tomar el café al que prometí invitarle. Lástima; qué mal
consejero es el orgullo. Me ha dolido su desaparición y que no haya tenido la
oportunidad de acudir a su última
llamada. Ya estás donde soñabas.
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