domingo, 23 de agosto de 2015

AGUR ETA OHORE BIXENTE MENDIZALEARI



AGUR ETA OHORE BIXENTE MENDIZALEARI
Bixente fue el montañero con quien tuve el honor de compartir  muchas excursiones y cumbres  tanto en Euskal Herria como en otros países. Era un montañero sabio, pues comunicaba sensación de seguridad, incluso cuando tuvimos riesgos en varias ocasiones.  Bondadoso y divertido en los viajes de aproximación y en los refugios, pero serio y exigente durante las marchas. Comprendía que la seguridad era un factor capital, por eso hasta nos abroncaba, aunque al llegar al refugio nos pidiera perdón por si creíamos que se extralimitaba: nunca se excedió,  además, comprendíamos que los riesgos de accidente están siempre al acecho en la alta montaña. Sus charlas espontáneas sobre los temas más variados,  después de cenar en el refugio, tumbados en el exterior envueltos en los cálidos forros al resplandor de la nieve y la luna, iluminados por la emoción de  observar a la luz del ocaso  las lejanas cumbres del Aneto, Vignemale o La Pica D´Estat…, son recuerdos entrañables que  siempre me quedarán unidos a la figura de Bixente. Le consideré mi maestro y quien despertó mi atracción  por la naturaleza, además de enseñarme que la montaña es un espacio maravilloso, pero lleno de riesgos a veces inesperados que pueden tener finales trágicos. Nuestras experiencias fueron a veces angustiosas, pero finalmente gratas e inolvidables, aunque en  algunas  tuvimos que ser rescatados, si bien gracias a la pericia y serenidad de Bixente hemos podido celebrar siempre el final de las excitantes experiencias en Piri, Picos, Atlas o Canarias.  El, en sus aventuras,  estuvo en el Mont Blanc, en Patagonia y no sé si en Himalya.. Poseía el título de profesor de escalada en hielo y se dio su nombre a una vía que abrió en el Naranco. No olvidaré la experiencia maravillosa, aunque accidentada en  Carros de Foc, aunque  antes él la hizo en competición. En aquella excusión con  Bixente y  un grupo de amigos y amigas, estuvimos en aquellos espacios maravillosos durante siete días, hicimos siete tresmiles pernoctando en siete refugios diferentes. Al final de la excursión hubo algún enfrentamiento que desgraciadamente ha durado mucho tiempo. Le encontré recientemente paseando con mucha dificultad y nos dimos un abrazo sincero, pero no he llegado a tomar el café  al que prometí invitarle. Lástima; qué mal consejero es el orgullo. Me ha dolido su desaparición y que no haya tenido la oportunidad de acudir a su  última llamada. Ya estás donde soñabas.

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