RECUERDOS QUE AVERGUENZAN
Todos tienen recuerdos de su niñez o adolescencia que desearían
olvidar por pudor y que si se pudiera, procurarían borrar de sus mentes como
si no hubieran sucedido. Son efemérides
que marcan sus personalidades para
siempre. Era la época de estudiantes que
tenía siempre un tono infeliz y de temor: exámenes, suspensos, castigos
inmerecidos o amores secretos con compañeras/os no correspondidos. El más
impactante de esos episodios fue la mili. Uno se sorprende de sí mismo por de
haber participado sin ninguna autocrítica de aquella mascarada en la que se
obligaba a los jóvenes a perder el tiempo
y embrutecer aun más sus mentes
de por sí ya atrofiadas por el sistema de enseñanza impartida en los colegios,
escuelas y universidad. El recuerdo de los militares profesionales que propagaban las virtudes militares como el patriotismo, aprender astucias para escaquearse, practicar
el individualismo para pasar desapercibidos y librarse de guardias, imaginarias o para evitar hacer la instrucción yendo al botiquín con
cualquier excusa para lograr la baja del servicio. Era motivo de chacota el nivel intelectual de los mandos profesionales
que pretendían deslumbrar a la pobre soldadesca atemorizada que solían tener más ciencia que ellos, aunque no sobre maniobras,
táctica, ordenanzas y otras virtudes militares, como jugar al tute, brisca o dominó en los que
eran verdaderos expertos. Vergüenza ante
el terror que experimentaban al asistir a manifas en las que eran perseguidos
por los “grises” repartiendo golpes con las culatas de los fusiles y eran
llevados a la comisaría donde se les “leían sus derechos civiles”, y molidos a palos, llevados al TOP, multados, expedientados y
quizá expulsados de la universidad o del trabajo. Pánico cuando había que ir a
hacer ejercicios espirituales y en un
ambiente intencionadamente tétrico en el que se dramatizaba con las penas del
infierno por tener pensamientos impuros o por haber bailado arrimando con la
chica o el chico en la discoteca. Luego
había que confesarse y tener propósito de la enmienda, que obligaba a una nueva
confesión semanal, pues la tentación de la carne era ante la que sucumbían todos y todas. Recuerdos
de carencias de libertad, como para sentir nostalgia de tiempos pasados, como
sueñan los que buscan conservar las
esencias..
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