jueves, 12 de noviembre de 2015

RECUERDOS QUE AVERGUENZAN



RECUERDOS QUE AVERGUENZAN
Todos tienen recuerdos de su niñez o adolescencia que desearían olvidar por pudor y que si se pudiera, procurarían borrar de sus mentes como si  no hubieran sucedido. Son efemérides que marcan  sus personalidades para siempre. Era la época de estudiantes  que tenía siempre un tono infeliz y de temor: exámenes, suspensos, castigos inmerecidos o amores secretos con compañeras/os no correspondidos. El más impactante de esos episodios fue la mili. Uno se sorprende de sí mismo por de haber participado sin ninguna autocrítica de aquella mascarada en la que se obligaba a los jóvenes a perder el tiempo  y embrutecer aun más  sus mentes de por sí ya atrofiadas por el sistema de enseñanza impartida en los colegios, escuelas y universidad. El recuerdo de los militares profesionales que  propagaban las virtudes militares como  el patriotismo,  aprender astucias para escaquearse, practicar el individualismo  para pasar desapercibidos  y librarse de  guardias, imaginarias o para evitar hacer  la instrucción yendo al botiquín con cualquier excusa para lograr la baja del servicio. Era motivo de chacota  el nivel intelectual de los mandos profesionales que pretendían deslumbrar a la pobre soldadesca atemorizada que   solían tener más  ciencia que ellos, aunque no sobre maniobras, táctica, ordenanzas y otras virtudes militares, como  jugar al tute, brisca o dominó en los que eran verdaderos expertos. Vergüenza  ante el terror que experimentaban al asistir a manifas en las que eran perseguidos por los “grises” repartiendo golpes con las culatas de los fusiles y eran llevados a la comisaría donde se les “leían  sus derechos civiles”,  y molidos a palos,  llevados al TOP, multados, expedientados y quizá expulsados de la universidad o del trabajo. Pánico cuando había que ir a hacer  ejercicios espirituales y en un ambiente intencionadamente tétrico en el que se dramatizaba con las penas del infierno por tener pensamientos impuros o por haber bailado arrimando con la chica o el chico  en la discoteca. Luego había que confesarse y tener propósito de la enmienda, que obligaba a una nueva confesión semanal, pues la tentación de la carne era  ante la que sucumbían todos y todas. Recuerdos de carencias de libertad, como para sentir nostalgia de tiempos pasados, como sueñan los que buscan conservar  las esencias..

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