ASESINAR POR HONOR.
Parece como si se hubiera puesto de moda degollar a la
esposa o compañera porque pide al macho
el divorcio o le confiesa no sentirse ya enamorada de él. Seguramente el descerebrad
ibérico haya descubierto que con
tal hazaña logrará adquirir
alguna notoriedad en la prensa. Su reacción es de profunda humillación, pues ello supone dudar de su hombría, lo cual
es inaceptable para su autoestima. El trauma de la confesión de la esposa activa sus instintos
ancestrales de pertenencia a la tribu que exigen mantener a toda costa los
principios, por lo que decide degollarla. Después, como expresión de su hombría
y coraje decide pegarse un tiro o
ahorcarse de la viga que el macho tiene elegida desde niño en secreto,
siguiendo la costumbre ancestral. Reconoce el cruel, pero inevitable
sacrificio, pero requiere recuperar su dignidad y se recupere orden natural que debe presidir una relación sentimental estable y aceptada
por la comunidad a la que pertenece la pareja.
Tan pronto como el “suceso” se divulga convenientemente entre familiares,
comadres y población en general, las
“marujas” lo relatan con pelos y señales entre lágrimas y desmayos a las agudas
preguntas de los periodistas expertos en casquería. Se agolpa la población
delante del ayuntamiento entre gritos de venganza de los más exaltados, junto a
los guardias civiles que forman parte del paisaje natural del drama. Alguien hace una elegía de la víctima mostrando su
extrañeza ante la conducta tan inesperada del “valiente” que es considerado un tipo normal, aunque sea de dominio público que le zurraba con frecuencia y ella le había
denunciado a la guardia civil, si bien le aconsejaron que le perdonara para
que se recuperara la paz familiar.
Durante breves días los políticos se muestran transidos de dolor y prometen
endurecer las leyes. Se decretan los
tres días de luto reglamentario, los medios de difusión informan del número que
hace la víctima en la estadística macabra por motivos de “honor” . Finalizados los días
de luto oficial, el suceso pasa al olvido y se queda a la espera de una nueva hazaña que
se le ocurra a otro macho cuyo honor deba repararse a causa de la grave la humillación de la
pérfida compañera que ha cometido el
delito de abandonarle porque la maltrata. De esta manera se cumple la ley no
escrita de origen ancestral heredado, con el rigor tribal exigido en la España
profunda: “ si es preciso, antes el honor que la vida”.
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