MI AMIGO MARTIN, EL DE TREBLINKA.
Cuando en la década de los sesenta fui por primera vez
a Nürnberg-Schweinau a estudiar alemán viví en casa de Martin y su
padre. Ambos eran judíos, refugiados de Silesia. El padre, minero del carbón,
fue liberado por los rusos en Treblinka.
Me apasionaba escuchar las horrobles experiencias que sufrió, aunque con las
limitaciones de mis escasos conocimientos del idioma. Era una persona sin
esperanzas ni ánimo y de los pocos que odiaban el REICH. Al mostrarle mi
interés por sus relatos, se sintió algo
más animoso. En aquella época podría decirse que la mayoría de alemanes todavía
sentían pasión por su Führer y justificaban el sistema implantado por los nazis.
Su soberbia les hacía suponer que volverían a recuperar su grandeza,
conservando su odio hacia Francia e Inglaterra, sus enemigos tradicionales.
Frau Merkel, Schäuble y otros dirigentes que seguramente admiran aquellas
gestas bélicas, actúan ahora con el objetivo de
recuperar el orgullo nacional, aunque los fracasos acumulados les han
aconsejado cambiar de táctica: ya no amenazan con la Luftwaffe, la Kriegsmarine, la Whermacht…. Ahora tienen
el Deutsche Bank, el BCE, el Euro y la táctica inflexible de favorecer a sus
países satélites, en cambio arruinan y
humillan a Grecia porque su ciudadanía ha osado elegir políticos que no están conformes con el papel
que los alemanes les han asignado en su
nuevo replanteamiento de Europa. Han colaborado a la ruina de España con
seis millones de parados. Exigen cambiar
la Constitución
para garantizar la devolución de los rescates y préstamos
otorgados...Aunque el 25% de la población está inmersa en la pobreza. El orgullo del pueblo alemán, ahora con modos
más cínicos, está llevando a Europa a la miseria y a la pérdida del liderazgo
intelectual y moral que siempre fue su seña de identidad. Los pueblos que
sufren la pobreza están descubriendo que por la línea que les imponen los
alemanes se van a precipitar al abismo y no aceptan ser marginales. Grecia es
ya una realidad con Ziritza y España se dispone a votar a Podemos. Como me
decía Martin-padre en Schweinau: “somos un pueblo de necios soberbios que no
aprenderemos nunca”.
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