ANGEL TOÑA, ETICAMENTE IRREPROCHABLE
A veces elogiar a un político resulta sorprendente por ser poco frecuente.
Parecería que habitualmente la crítica no les afecta porque va con el sueldo.
Por eso satisface cuando se les puede elogiar si su comportamiento es ejemplar al
realizar su función pública. Al recientemente nombrado Consejero de Trabajo del
Gobierno Vasco ya se le ha cuestionado porque fue condenado por incumplimiento de los términos de una
sentencia que ordenaba dar prioridad al
pago de las deudas a la Seguridad Social
respecto a los salarios pendientes de los trabajadores de una empresa de la que
Toña fue nombrado liquidador. Decidió abonar los salarios pendientes de los
trabajadores y después atendió la deuda institucional. Los buitres políticos y prensa de las
alcantarillas denunciaron de inmediato la ilegalidad del Sr. Toña por incumplir
los términos de una sentencia. El juicio de la ciudadanía no puede ser otro que
elogiar su sentido de la ética al
aplicarla con toda la dignidad según su
conciencia, aunque para ello haya tenido que violentar los términos fríos de
una sentencia legal. Sí, será legal, pero sin un gramo de humanidad. Políticos
que anteponen su conciencia a los mandatos de jueces que se limitan a aplicar
mecánicamente las leyes como si no se tratara de seres humanos son los que
contribuyen a dignificar a la clase política al cumplir el exigente y arriesgado mandato bíblico: “ no
está hecho el hombre para el sábado…”. Es de elogiar la decisión consciente del
Lehendakari de asumir el riesgo que lleva consigo este nombramiento. Sorprende
porque cualquier responsable sabe que va a ser criticado por los fariseos que aplican la
literalidad de la ley para atacar al oponente
que tiene clara su la jerarquía de valores. Aunque pueda tener consecuencias su decisión: al
menos servirá para que la población conozca que está gobernado por políticos
con ética y con valores humanos. Un detalle muy significativo ha sido que los
sindicatos vascos han salido en defensa del nuevo Consejero por cumplir con su
conciencia. Ya lo denunciaba Nelson
Mandela: “No me da miedo el ruido de la gente, lo que temo es el silencio del
poder”.
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